Un punto en la Tierra llamado Venialbo

Desde Utrera y Transilvania, Miriam y Nimrod eligieron las orillas del Talanda para desarrollar Tantaterra, su proyecto de cerámica terapeútica

"He viajado por toda Europa, desde Tarifa hasta Joensuu, he vivido en varios países y culturas, pero Venialbo tiene una hospitalidad excepcional". Este es el punto del planeta Tierra en el que Miriam Avecilla y Nimrod Buz han decidido construir una vida llena de proyectos. Desde la sevillana Utrera y la lejana Transilvania, estos emprendedores ligados al territorio han recalado en el municipio a orillas del río Talanda, un lugar donde se han sentido "más abrazados" que en cualquier otro lugar, reconocen.

Sentados a las puertas de la bodega de Manolo Arias, los dos nuevos vecinos explican sus proyectos de futuro en Venialbo. Del lugar les cautivó "el carisma que te atrapa" y la "calidad humana" de vecinos como Manolo, quien les recuerda que pueden disfrutar de aquel espacio como propio antes de despedirse para seguir con la rutina. Arias no es el único vecino al que saludan con cariño, son pocos los que no conocen a la pareja que lleva desde febrero de 2023 instalada en la localidad. Y es que en Venialbo han encontrado el espacio, el tiempo y la ilusión que andaban buscando. "Necesitábamos algo nuestro, un lugar al que volver", explica Miriam sobre su profesión, que la lleva a viajar durante meses para aprender y enseñar la cerámica ancestral, un oficio que ahora desarrollará en Venialbo pero que la ha llevado por medio mundo, la última vez, Perú. La necesidad de encontrar un lugar en el que establecerse les llevó a buscar diferentes opciones, pero no fue hasta que una amiga, Eva Almalibre, les habló de Venialbo con la ilusión de atraer a más personas al pueblo del Talanda, ella fue la palanca que convenció a Miriam y Nimbrod de probar suerte allí; y funcionó.

Miriam y Nimrod conversan con Manolo. En los detalles, algunas de sus piezas.. | A. B.

Miriam y Nimrod conversan con Manolo. En los detalles, algunas de sus piezas.. | A. B. / Irene Barahona

Tras cuatro días en el pueblo y un viaje de tres meses por Perú, el dúo decidió que Venialbo se convertiría en su punto neurálgico a partir de ahora, en concreto, en calle Herradura, donde se encuentra el inmueble que adquirieron con el sueño de reformarlo ellos mismos poco a poco. En un tiempo, esta antigua casa con corral se habrá convertido en taller y hogar para Miriam y Nimrod, pero mientras llega, ambos residen temporalmente junto a su amiga y buscan lugares en el exterior para desarrollar sus proyectos: el siguiente será en Gredos, cuando Miriam celebre un retiro de cerámica ritual en tribu durante el mes de julio como parte de Tantaterra, proyecto en el que esta ceramista ha decidido volcar lo aprendido en la Amazonía tras haber trabajado en la restauración de los azulejos de la Plaza de España de Sevilla.

En estos retiros, esta ceramista y terapeuta, utiliza el barro como eje central, una herramienta que define como "un material con memoria, que nos conecta con emociones muy ancestrales y nuestro niño interior", explica la experta sobre aquello que sale de la tierra y que a la vez despierta recuerdos infantiles por el trabajo de amasar con las manos.

Esta memoria de barro también está presente en Venialbo, explican con emoción. Y es que recalaron sin quererlo en uno de los pueblos de Zamora con gran tradición tejera, donde además, han podido conocer a la última alfarera, Ana Mari, en cuyo patio Miriam recogió un pedazo de arcilla directamente del suelo, un trozo de tierra sin limpiar ni trabajar que, aun así, le permitió dar forma a un pequeño cuenco. "Resistió el horno", enseña con orgullo la de Utrera la pequeña pieza que hizo con las manos según conversaba con su vecina en el patio, y que gracias a la calidad de la tierra, pudo aguantar las temperaturas de cocción sin resquebrajarse, dice con la intención de romper la creencia local de que la arcilla de Venialbo solo sirve para teja.

Un punto en la Tierra llamado Venialbo

Un punto en la Tierra llamado Venialbo / Irene Barahona

La arcilla que los rodea es otro de los regalos de Venialbo para ellos, ya que solo trabajan la cerámica de una manera respetuosa con el medio ambiente. "La importada de fuera de la Unión Europea puede contener plomo en los esmaltes", reflexiona Nimrod sobre los inexistentes controles sanitarios fuera de las fronteras europeas, algo que conlleva riesgos, ya que este metal se disolvería a partir de los 80 grados, un "peligro" a la hora de consumir bebidas o comida caliente. Más allá de los metales pesados, la pareja recuerda la importancia del proceso de producción en sí mismo, los residuos que generan las fábricas de loza y la cultura del "fast fashion" que aseguran, también existe en la producción de cerámicas. "Si no lo queremos en nuestra ropa, ¿por qué íbamos a permitirlo en nuestros platos?", reflexiona ella y anima a todo el mundo a probar la suerte de trabajar la arcilla con sus propias manos. Tentaterra nació para ellos como una manera de enseñar a otros a modelar arcilla a la vez que se genera "un estado de concentración comprimida que permite desarrollar una actividad terapéutica sin intervención exterior", explica Nimrod sobre cómo cada uno conecta consigo mismo a través de trabajar "el mineral más antiguo que existe sobre la faz de la tierra".

Poner en marcha retiros en Venialbo es otro de los planes de futuro de ambos, que acarrean un sin fin de ideas para emprender en el pueblo; entre ellas, conseguir que al menos otras dos personas se instalen allí, una cadena que Eva comenzó y que ellos quieren continuar.

Para ello, en 2025 planean montar un "hub" de ceramistas en el pueblo, un epicentro de intercambio de conocimientos sobre este oficio que atraiga a artesanos y profesionales de todas las partes del mundo; una agenda de contactos que se han dedicado a nutrir durante años. "Llevo en la cerámica desde 2002", explica Miriam sobre una vida dedicada al barro.

Un punto en la Tierra llamado Venialbo

Un punto en la Tierra llamado Venialbo / Irene Barahona

En sus proyectos, las nuevas tecnologías y la lucha contra la despoblación son otras de las dos patas que completan el equilibrio: A través de un teléfono móvil, consiguieron que ceramistas de la Amazonía peruana enseñasen el proceso de elaboración de su cerámica en una videoconferencia a sus alumnos en España. "Hablaban prácticamente en quechua, ellas no valoraban lo que hacían porque lo han hecho de siempre", explica Miriam sobre el valor de esta conexión y muestra una de las finísimas piezas traídas desde la selva "hecha completamente a mano, sin torno", destaca la artesana. La tecnología les permitió enviar el pago por su intervención a través de Western Union "con un móvil movimos un pedazo de economía desde España a la Amazonía peruana", explica la pareja, quienes están convencidos de que si se pudo hacer hasta Perú, por qué no iban a poder crearse oportunidades en Venialbo.

Y es que ambos quieren mostrar esta tierra al mayor número de gente posible: ya han presentado un proyecto Erasmus+ a la Comisión Europea para traer a personas de toda Europa a la zona con las que seguir profundizando en las bondades del barro, la segunda experiencia que Miriam y Nimrod tendrán con proyectos financiados con fondos europeos. Tras aquella primera vez en Huelva tras la pandemia, se han adentrado en esta segunda aventura que se desarrollará en el entorno de Toro mientras siguen avanzando en la construcción de su casa taller, que esperan, pueda ser la futura sede de estos proyectos más pronto que tarde. "El eje central de Tantaterra es la naturaleza, que está ligada a los pueblos, la lucha contra la despoblación es uno de los resultados del proyecto", explica Nimrod sobre el "hermanamiento" que existe entre la iniciativa de artesanía y la urgencia de prender vida en los pueblos de la España Vaciada, un lugar al que Venialbo quizá, deje de pertenecer algún día gracias a la ilusión de personas como Miriam y Nembrod.

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