El Castillo de Asmesnal se encuentra en el límite entre las provincias de Zamora a Salamanca, aunque pertenece al término municipal de Alfaraz de Sayago. Los restos que quedan en pie de esta importante fortaleza militar, que data del siglo XV, sorprenden a los conductores que circulan por la carretera autonómica ZA-305, que conecta la capital zamorana con la localidad salmantina de Ledesma, ya de la provincia salmantina, pasando por Peñausende.

El declive de una joya patrimonial

La falta de conservación de la fortificación, incluida desde 2008 en la Lista Roja del Patrimonio de Hispania Nostra, ha derivado en un progresivo y grave deterioro que hace que en la actualidad se encuentre en estado de ruina y con riesgos de desprendimientos, a pesar de que se trata de un monumento protegido como Bien de Interés Cultural.

De todo el conjunto fortificado, a día de hoy solo se conservan la torre del homenaje y algunos lienzos, derrumbados e invadidos por la vegetación. La fortaleza pertenece a la línea defensiva que formaban los castillos de Peñausende y Ledesma y tuvo una importancia estratégica en las guerras contra Portugal, según la información detallada en la Lista Roja del Patrimonio de Hispania Nostra, aunque apenas se conocen apuntes históricos sobre su origen o uso.

Su llamativa estampa a pocos metros de la carretera hace que no sean pocos los conductores que deciden hacer una parada en el camino para contemplar y retratar las ruinas. Sin embargo, al estar situadas en terrenos de propiedad privada, dentro de la dehesa del mismo nombre, el acceso no está abierto al público. El castillo está cercado por una pared de piedra de poca altura que muchos visitantes optan por saltar a pesar del riesgo que supone la presencia de ganado suelto en las inmediaciones.

Sin acceso acondicionado

Unas circunstancias que se destacan en varios foros y reseñas en Internet, cuyos usuarios reclaman un acceso acondicionado para poder contemplar esta valiosa y desconocida joya del patrimonio histórico de la provincia, antes de que se derrumbe por completo. Por el momento, las que más disfrutan de los restos de la fortaleza son las cigüeñas, que se han convertido en las inquilinas del castillo al elegir las paredes de piedra que se mantienen en pie como lugar idóneo para instalar numerosos nidos. Sus grandes dimensiones y la acumulación de elementos vegetales para confeccionarlos también contribuyen al avanzado estado de deterioro de las ruinas, a la espera de una intervención que pueda evitar próximos derrumbes.