“Da pena ver así la plaza. Los fines de semana esto de Nacho –la hamburguesería de la plaza- está lleno” comenta María Teresa Fernández, vecina de La Fuente de El Puente de Sanabria. El cierre de la hostelería en los lugares más comerciales, como El Puente de Sanabria y Puebla, da una imagen desangelada con poco movimiento los fines de semana, pero aún menos los días de diario.

El cierre de bares y restaurantes arrastran a otras actividades como el alojamiento o las tiendas de regalos. La anulación de reservas en noviembre y diciembre ha ido en cadena y al ritmo de los decretos de confinamiento que dictaban las Comunidades Autónomas de Madrid y Castilla y León.

Nacho Correa sube las persianas de la hamburguesería. | A. S.

María Teresa, peluquera jubilada, sigue sus rutinas diarias de ir a comprar y a por el pan, pero procura salir cuando hay poca gente de paseo, sobre todo por las tardes. Los lunes de mercado “hay algo más”, el anterior día de feria “hubo mucha gente”. El sábado por la mañana hay movimiento pero en el comercio de alimentación.

Con el sol de la mañana coloca el tendedero de la ropa portátil. Rosa Rodríguez, vecina también de la plaza, llega de la compra con la bolsa. Los establecimientos de alimentación son los que mejor están sorteando la crisis económica y sanitaria.

Isabel Pérez atendiendo a una clienta. | A. S.

Iñaki Correa, Nacho, sube las persianas de la hamburguesería por la mañana pero hasta la tarde no abrirá para recoger los pedidos. Solo abre los fines de semana de 6 de la tarde a 10 de la noche. Gracias a que es “un negocio familiar” en el que trabajan él y su mujer pueden aguantar el cierre de la hostelería. “Está flojo porque no se mueve la gente de fuera. Con los clientes de aquí se va haciendo algo, es una “ayudica”, pero somos muy pocos”. Los empresarios que tienen que pagar, además de los gastos una renta, tienen un panorama negativo “los gastos caen, y si tienes empleados”.

“El lunes cerramos” dice tajante Luis Fernando González que regenta una tienda de regalos en Puebla “no se puede aguantar, en Puebla es un desastre y el cierre de la hostelería se nota mucho. De nada sirve que venga un señor de Valladolid si no tiene un lugar donde comer o desayunar”. Para el mes de diciembre ya le han anulado todas las reservas que tenía en los alojamientos rurales. González subraya que “la gente se marcha con muy buen sabor de boca, porque tenemos una restauración de mucha calidad y de una buena relación calidad precio”. El otro negocio familiar de productos y maquinaria agrícola no se ha resentido tanto, pero sí se nota en el movimiento de clientes por la plaza del Mercado.

María Teresa, peluquera jubilada, junto a una vecina. | A. S.

“Era impensable que cerráramos la panadería por las tardes” comenta Antonio Vasallo. El negocio se ha resentido porque suministra pan a bares y restaurantes. Con la ausencia del turismo de los puentes de diciembre “esto se nota mucho, ha aflojado muchísimo”. Al igual que Antonio Vasallo muchos pequeños comercios cierran por las tardes.

En la tienda de regalos de Isabel Pérez también se ha resentido de la falta de clientes foráneos “da pena ver la calles por la tarde, que no hay nadie”. El establecimiento tiene demanda por la mañana, pero por la tarde hoy hay casi nadie, tan solo “los domingos por la tarde que vienen a comprar “chuches””. Isabel compara el urbano y el rural “en una ciudad, aunque tengas establecimientos cerrados siempre hay gente en la calle. En un pueblo no tienes gente”.

“Da pena ver las plazas así de vacías”

Pernoctaciones, solo por trabajo

En el hostal de Isabel, con todo prácticamente anulado, solo tiene pernoctaciones “puntuales y generalmente por motivos de trabajo”. En su alojamiento hay una cocina que saca del apuro a los clientes “porque si no, no tienen dónde comer o desayunar. Prefieren ir a la tienda y hacer algo de compra”.

Para Mónica Fernández Cifuentes, empresaria de hostelería de Puebla, “todos son gastos y ningún ingreso. A la afluencia de clientes por los puentes de diciembre, el último trimestre del año mueve al turismo de caza y micológico. “Ahora está todo en el aire”.

Montse Calles señala que en el complejo hostelero donde trabaja y obligado a cerrar “es una pasada, el aparcamiento se llena de gente que para comer el bocadillo y beber el refresco que traen de casa”. La hostelería, una de las profesiones más sacrificadas que no concede permiso ni los fines de semana ni los días de fiesta, se ve forzada a coger vacaciones forzosas, que como en el caso de Montse “aprovechamos para salir al monte con los niños”.

“¿Qué vamos a hacer? ¡Cerrar!” responde Antonio Castro, empresario de hostelería, que señala que el turismo “no se mueve nada”. Es rotundo al señalar que “con tres meses de trabajo y cuatro empleados no hacemos nada, más que cerrar”. Las ayudas que perciben son mínimas “nos pagan 300 euros de ayuda a cada uno y solo de la cuota de autónomos son 600 euros, no es ni la mitad de la cuota. El negocio es inviable”.

Las dudas de abrir también se han sentido en algunos establecimientos, como en Palacios, donde además del bar tienen un punto de venta de Loterías. No han faltado casos más extremos de cierre desde el confinamiento, a punto de cumplir nueve meses, por la inviabilidad de cubrir los gastos y garantizar la seguridad sanitaria de clientes y trabajadores, como ha ocurrido en algún establecimiento de carretera, en Mombuey.