Las empresas hidroeléctricas miran al cielo de una forma constante en las fechas que corren porque el agua es un recurso esencial de los complejos generativos instalados en las cuencas y porque el calado de las precipitaciones es un fenómeno que exige una correcta gestión de embalsado, de turbinado y, en caso de excedente, de correcto desagüe por los aliviaderos.

La liberación de miles e incluso millones de litros por segundo es una operación imprescindible para evitar males mayores en las propias presas, si están rebosantes los embalses, así como es una operación graduada para amortiguar los efectos aguas abajo de los muros a los que van a parar los sobrantes.

“Durante todo el año, Iberdrola realiza el mantenimiento de los órganos de desagüe de las presas para asegurar su correcto funcionamiento” indican fuente de la compañía eléctrica que presidente el salmantino Ignacio Sánchez Galán, y que cuenta con los mayores y principales centros de almacenamiento de agua y de producción hidroeléctrica de la provincia de Zamora, repartidos por las cuencas del Tera, Esla, Duero y Tormes.

Las compuertas de los aliviaderos y todos los sistemas y engranajes que permiten el eficiente manejo y buen comportamiento de estos elementos, capitales de toda gran presa, requieren una supervisión en toda regla para gestionar caudales que superar la capacidad de turbinación u otras vías de desagüe de las presas.

Desde Iberdrola se pone de manifiesto que “ante la previsión de condiciones meteorológicas adversas, se incrementa la vigilancia de los caudales circulantes por los ríos, modificándose los resguardos (volumen de embalse vacío, calculado para que haya margen suficiente para abrir los órganos de desagüe) y los caudales de salida de los embalses en función de las previsiones. Es decir, se adapta la explotación a criterios de laminación de avenidas”.

Los embalses mantienen en estos momentos unos importantes resguardos para recibir las posibles avenidas de agua.