El pasado miércoles, 12 de febrero, Tomás Rivero Rivero cumplía 65 años, el mismo día que ponía fin a su etapa laboral después de 38 años, 3 meses y 12 días de servicio como agente medioambiental de la Junta de Castilla y León. Toda una vida profesional entregada a la protección de la naturaleza, primero como agente forestal, después desde la responsabilidad de jefe de zona, jefe de comarca en Sanabria y los últimos 12 años como Guarda Mayor, ya en Zamora, máximo responsable de la Guardería Medioambiental y coordinador de celadores, capataces y cuadrillas.

Una trayectoria marcada por la defensa del medio ambiente, "que llevo en la sangre" confiesa Tomás Rivero desde su recién estrenada condición de jubilado. Porque el 12 de febrero este profesional cerraba el ciclo laboral de la mejor manera que puede recordar un trabajador, rodeado de sus compañeros, en un ambiente de camaradería y compañerismo. Es el más grato recuerdo que se lleva el funcionario público de la Consejería de Medio Ambiente.

El miércoles se presentó en Villardeciervos, medio engañado. "Me habían dicho que había una reunión de jefes de comarca y cuando llegué allí me encontré a todo el mundo, unos 75 compañeros; muy emocionante" confiesa. Toda la Guardería Medioambiental, incluidos algunos jubilados, rindiendo homenaje al jefe, pero también al compañero, en una comida inolvidable donde la delegada de la Junta, Clara San Damián, llegó a tiempo para entregarle una placa de recuerdo, en presencia también de Manuel Moreno, jefe del Servicio Territorial de Medio Ambiente.

Nacido en Herguijuela de la Sierra (Salamanca), en el corazón del Parque Natural de las Batuecas, e hijo de agricultores, Tomás tuvo todas las condiciones a su favor para ser un gran amante de la naturaleza. Desde pequeño cultivó un cariño al campo y al monte que encaminó sus pasos profesionales hacia la custodia de la naturaleza. "Ha sido un orgullo trabajar durante todos estos años en Zamora" reconoce. Tomás Rivero cierra una etapa profesional que comenzó en el año 1981 en Galende como agente forestal en el Parque Natural del Lago de Sanabria. "Empecé con una moto y nos daban 3.000 pesetas para gasolina y averías" evoca sobre sus inicios.

No era mala escuela para empezar. En el corazón del Lago de Sanabria, espacio protegido emblemático, con abundante riqueza forestal y faunística que sitúa a los agentes medioambientales como profesionales de referencia. A lo largo de 26 años Tomás Rivero ha estado al pie del cañón y son muchos los recuerdos que se amontonan en su cabeza. Desde la nunca fácil lucha contra el furtivismo a la defensa del patrimonio natural, la flora y la fauna, especialmente importante y vulnerable en un territorio surcado por ríos que son un paraíso para la pesca. Tomás recuerda de forma especial las operaciones de rescate de "miles de truchas" cada año para salvarlas de la muerte segura por falta de oxígeno en tramos que se quedan secos. "Es una de las mayores satisfacciones porque lo que más vale es la defensa del medio natural, el amor propio y el orgullo del trabajo bien hecho" apunta.

O la no menos comprometida salvaguarda de los bosques y en Sanabria muy particularmente la lucha contra los incendios forestales, donde Rivero vivió episodios difíciles, incluso jugándose la vida. En la "gran batalla" contra el fuego recuerda especialmente el accidente cuando viajaba en un helicóptero junto a la cuadrilla de extinción. "En San Ciprián de Sanabria, al entrar en una turbulencia, caímos de golpe con el aparato". Era una lucha a muerte "para salvar la mayor cantidad de arboleda, los pinares. Son momento duros pero que unen mucho; ahora las cosas han cambiado y todo el mundo tiene una vida al margen de su trabajo, pero en los primeros años podíamos estar doce horas seguidas sin parar al pie del cañón".

Vivencias y recuerdos que salieron a la luz durante la comida con los compañeros y el homenaje que tributaron a quien ha sido su Guarda Mayor durante los últimos doce años. "Me llevo el cariño y cantidad de experiencias compartidas a lo largo de tantos años de convivencia" evoca Tomás Rivero, satisfecho por haber desempeñado un trabajo apasionante y haber aportado un granito de arena en defensa del medio ambiente. Continuará haciéndolo, aunque desde su más holgada posición, sin dejar nunca de ser un orgulloso guardián de la naturaleza.