Ágiles como atletas, inalcanzables o veloces como rayos, esquivos como furtivos, silenciosos como sombras, audaces como pioneros y, por lo común, llenos de energía como jóvenes. Estas virtudes no resultan, sin embargo, una garantía de vida para la avifauna porque, a la hora de tropezarse con la muerte, la realidad es que un incontable número de especies silvestres la encuentran de súbito en las carreteras a consecuencia del tráfico que circula a más o menos kilómetros por hora.

Los registros dan cuenta de estas infortunadas muertes, pero más que limitada. Por lo general constan los ejemplares de gran tamaño porque sus impactos conllevan daños humanos o materiales elevados, que implican la intervención de los seguros y, en casos, de los tribunales de justicia. Pero desapercibida, al margen de toda anotación o abandonada sin más queda sobre el asfalto y en las orillas de las autovías, carreteras nacionales o trazados de menor entidad una cuantiosa fauna quebrantada por la tragedia. Otra gran bichería formada en alto grado por insectos queda simplemente estampanada en lunas y rejillas de radiadores, como evidencian los vehículos tras cualquier largo recorrido.

"Esta desgracia" evidencia para los ecologistas una carencia de remedios suficientes para facilitar la movilidad de la fauna, para las organizaciones agrarias que es preciso un mayor control de las superpoblaciones, para la Administración un problema que cuesta inversiones y dinero, para los cazadores un motivo más al planificar el aprovechamiento cinegético, para los conductores un siniestro y para el patrimonio natural una pérdida de vida y riqueza avifaunística.

José Manuel San Román, biólogo y responsable en la Casa del Parque El Palomar, de Villafáfila, afirma que esta mortalidad por atropello "no gusta que pase", y considera que "respetar los límites de velocidad y limpiar las cunetas para que los animales vean el peligro al salir a las carreteras" rebajarían el número de siniestros.

"Estas muertes de animales sirven para ver las especies que habitan en la zona" afirman fuentes de la Guardería Medioambiental, que certifican el alto número de especies que sufre el tránsito de los trazados, con ejemplares que acaban de repente sus días en sus márgenes debido a la colisión con el tráfico rodado. También sirve para dar fe de que prácticamente todo lo que habita y se mueve es víctima de cuanto circula por los asfaltos, por las líneas ferroviarias y hasta por los cielos. Fue el caso del meloncillo, de cuya presencia en Zamora decía el Servicio de Medio Ambiente no tener constancia, y que un atropello en la CL-527 reveló como morador. Luego se supo que es todo un colonizador de territorios por su capacidad predatoria y por carecer de predadores (lince) que frenen su multiplicación.

Fuentes de la Guardería Medioambiental subrayan que "los pájaros, sobre todo cuando son jóvenes, los insectos y los anfibios pueden ser las especies más vulnerables, pero como no producen daños la gente no repara en ellos. Unos salen disparados y otros quedan enganchados pero son especies sobre las que no se toma mucho cuidado". Un momento más que delicado para las especies es, al decir de la Guardería, "el de los primeros pasos en la vida de los seres", y también el de los desplazamientos a los que se ven obligados los animales por el hecho de alimentarse cuando los escenarios que habitan son de escaso pasto o de insuficientes presas. "Ahora las crías de zorro, así como los reptiles en primavera, al salir del letargo". "Es llamativo el caso de las nutrias por los movimientos que realiza en busca de cauces de agua debido a la sequía. Se encuentran en sitios inverosímiles" afirma agentes medioambientales de Sayago.

Estos episodios se amortiguarían "con una mayor concienciación de los conductores y con una mejor señalización en las zonas de prevalencia de estos accidentes".

El gestor cinegético y cazador Antonio José de Prada expresa que la muerte de avifauna "arroja información sobre la frecuencia o no de animales, sobre la abundancia y el estado de población. Son datos a tener en cuenta de cara a la planificación". Como ejemplo indica que "cuando aparecen muchos topillos muertos en carreteras evidencia una mayor densidad del roedor, y lo mismo puede pasar con la liebre". Estas situaciones, apunta, "pueden arrastrar atropellos con rapaces" que se ceban de estas tales víctimas.

La fatalidad de las especies tiene su lógica consonancia con su existencia y población en el espacio que habita o su proliferación sobre el territorio. En la Reserva de Villafáfila y entorno la caza menor y las aves concentran el mayor número de muertes. "Las pequeñas rapaces, como búhos y mochuelos, y la diurnas que están a los bichos que hay en la carretera" son las más vulnerables en Tierra de Campos expresa San Román.

En la Reserva de La Culebra y entorno las colisiones suelen ser más impactantes por tratarse de especies corpulentas de caza mayor las protagonistas.

Aunque nadie parece quedar a salvo de perder la vida bajo las ruedas o contra el frontal de turismos o camiones -ni siquiera las personas- hay especies que escapan a los negros listados. "No sé de avutardas muertas por atropello" expresa el biólogo de la Reserva de Villafáfila. El censo de esta especie en Zamora es de 5.696 individuos, según los últimos datos faciitados por la Junta de Castilla y León. Y es que la avutarda es un ave difícil de tropezar con el vehículo porque una de sus señas de identidad es lo alerta que está a las circunstancias y que guarde las distancias con todo lo que se aproxima. Pero no por ello está exenta de riesgos con algunos medios aéreos que rozan la imprudencia por verlas, retratarlas o filmarlas.