El culto a los árboles -junto al del sol y a la serpiente- fue el primero, según Plinio, al que se consagró el hombre en lo que pudiéramos llamar la infancia de la humanidad (las llamadas piedras del rayo son en realidad piedras pulimentadas que se colocaban alrededor del árbol para darle culto, no piedras que cayesen durante una fuerte tormenta).

El hombre, cuando era nómada (Paleolítico), creía que los árboles estaban dotados de espíritu, por eso, antes de cortar un árbol y ante el temor de que éste se vengase del leñador, le ofrecían sacrificios. Más tarde, cuando el hombre se hizo sedentario (Neolítico), concibe al árbol como morada de los espíritus de la vegetación y la fecundidad. Por esta razón, cada cierto periodo de tiempo, cortaban un árbol y lo situaban en el centro del poblado, considerando que con la casa llegaba también su morador.

Reivindicando lo pagano, Díaz G. Viana asegura que "la nuestra fue -gracias a los dioses- tierra de paganos (romanizados o no) por los siglos de los siglos. Y aún podríamos intuir y reconstruir cercanamente la vida de aquellos ancestros de no ser por la influencia bárbara del cristianismo más institucional.(?). El pagano no era un no creyente. Creía en los antiguos dioses?".

"El mes de mayo es, desde el punto de vista tradicional, un período sumamente rico en actos y ceremonias que tienen como origen, en gran parte de los casos, viejos ritos propiciatorios y de fecundidad nacidos en religiones muy antiguas. Los ritos de mayo siempre han estado asociados a una regeneración, tanto natural como espiritual y, fundamentalmente, han sido celebrados en comunidad. En torno al primero de mayo, las ceremonias rituales más antiguas son aquellas en las que el árbol aparece como protagonista principal".

Así nos lo ilustra el estudioso Sánchez del Barrio que, citando a Alfredo Cattabiani, añade que "el 1º de mayo marcaba el principio del triunfo de la luz sobre las tinieblas, y siguió celebrándose incluso después de la cristianización?". En La Voz de Asturias se publicó en su día que "para los antiguos celtas, la principal fiesta era el primero de mayo, en la que se celebraba el retorno del dios fecundador, del dios solar, que regresaba a fecundar a la madre tierra y a comenzar de nuevo el ciclo de fertilidad".

El árbol-mayo se tala por los más dotados, los mozos (en concreto los quintos, cuando los hay), procurando que sea el más imponente del conjunto y, después, se lleva hasta el lugar céntrico y relevante del poblado.

El mayo simboliza el falo en este rito de fecundidad (las ramas de la copa que se salvan de la tala representan el vello púbico). Según Eslava Galán: "Entre los griegos y romanos el falo tenía una significación apotropaica, es decir, servía como amuleto protector contra las influencias malignas y, en ciertas ceremonias, como talismán propiciador de abundancia, fecundidad y buena suerte. Esto explica que los griegos organizaran procesiones y fiestas primaverales fálicas que han dejado ciertos vestigios en procesiones y festividades religiosas cristianas de ámbito mediterráneo". Y añade, "muchas de nuestras romerías se emparentan con las fiestas primaverales de griegos y romanos, en que se lleva al falo en procesión para atraer la fecundidad de la naturaleza sobre las cosechas y los animales" y se mantiene a nivel popular "a pesar de la influencia negativa de veinte siglos de cristianismo". El parisino Alberto Angela escribe que "los antiguos romanos estaban convencidos de que el pene en erección del hombre, portador de vida y fertilidad, no solo servía como protección, sino que además era el mejor talismán para la prosperidad".

Durante la noche festiva, a primera hora del mes de mayo, el símbolo fálico se introduce en la tierra (arbor intrat) que ha de fecundar, de la que dependen esencialmente los del lugar, para que los campos den sus mejores frutos. El tradicional mayo permanecerá erguido como signo de fecundidad y virilidad de la juventud; pues la equiparación mayo=juventud indicará que, cuanto más grueso y largo sea, más bizarría y valentía tienen los mozos del pueblo. Al "pinar" el mayo (poner el mayo) el falo está pene-trando en el hoyo, símbolo del aparato genital femenino. La tierra alrededor de dicho hoyo simboliza la vulva y el hoyo en sí la vagina que, precisamente, está caliente y húmeda. Se realiza el coito en el que el mayo eyacula su savia primaveral en la tierra para fecundarla. Sobre la repercusión de esta simbólica cópula dice Alonso Ponga que "ell mayo árbol verde lleno de savia, trae al pueblo la nueva vida".

Recibe el nombre de "mayo" de la ninfa romana Maya -hija de Atlante y madre de Mercurio, al que tuvo de su unión con Júpiter- a la que dedicaban sacrificios el primer día del mes por ser espíritu de los campos y de la Naturaleza en general, cuya fecundidad y gracia personifica. Otras deidades festejadas durante las Floraria, el mes de mayo, eran Flora, Fauna, Bona Dea, Fatua, etc., todas diosas protectoras de la naturaleza en floración.

El árbol-mayo se transformó en "ramo procesional" de muchas fiestas cristianas de carácter periódico, simbolizando el nacimiento o crecimiento de la nueva vida y, para Sánchez del Barrio, dicho árbol-mayo se cristianiza en la denominada "cruz de mayo". Por imperativo real, Carlos III, llegó a prohibir la fiesta de la fecundidad, de la puesta del mayo, tal como lo recoge Carlos Blanco.

El pueblo de Prado (Zamora) no es el único que celebra la fiesta del mayo, ni su rito es el auténtico, es una variante que refleja la tradición más arraigada de toda la Comunidad. No olvidemos nunca que celebramos un rito que conserva sus raíces muy profundas y que ha ido evolucionando. Asistimos a la Fiesta de la regeneración de la Naturaleza. ¡Disfrutémosla!.