Buitres, alimoches, águilas, cernícalos, raposos, jabalíes, lobos y una diversidad de especies necrófagas y carroñeras que andan por el campo a salto de mata y tras todo lo que pillan agradecen que algunos ganaderos dejen los animales muertos por el campo a su disposición. Pero son los menos porque los más de los ganaderos prefieren seguir usando el Servicio de Recogida de Cadáveres por lo engorroso de la normativa y porque, según dicen, "la Administración tampoco está por la labor de poner nada de su parte".

La retirada de los cadáveres, tras la aparición de las Encefalopatías Espongiformes Transmisibles (EETs), había colocado a esta avifauna en una situación comprometida y desesperada, hasta el punto de que algunas especies o ejemplares, llevadas por el hambre, habían cambiado hasta de hábitos y llegado a unos atrevimientos insólitos.

"Yo cogía los zorros en la nave o los perros los mataban. Entraban ahí por pura necesidad" expresa Antonio Ferrero, ganadero de Espadañedo, que es uno de los autorizados a dejar las ovejas que mueren en la explotación a la boca o al pico de la avifauna.

Otros ganaderos de la provincia de Zamora han visto cómo los buitres montan paciente guardia junto a las ovejas para aprovechar momentos vulnerables como la paridera, incluso cómo las urracas se aventuran a sacar los huevos de los nidos de las gallinas haciendo gala de unas ocurrencias sorprendentes para un ave bien conocida por sus dotes esquilmatorias.

Aunque el depositar animales muertos para su aprovechamiento por la avifauna era una cuestión reclamada desde diferentes colectivos, son numerosos los ganaderos que prefieren no dejar los animales muertos para la alimentación de las especies necrófagas porque consideran engorroso el cumplimiento de los requisitos exigidos. Prefieren que el Servicio de Recogida de Animales muertos retire los cadáveres hacia una planta de tratamiento.

No es el caso de Antonio Ferrero, que defiende la entrega de los animales muertos a la fauna, siempre que no tengan una enfermedad transmisible. "Cuando dejas una oveja a los dos días no hay nada" manifiesta. "Veo muy bien dejarla y que la aprovechen los carroñeros. Veía perfecta la recogida por un vehículo, pero no el hecho de que fuera de granja en granja. Ahora llevo el animal y procuro dejarlo en lugares que no estén próximos a ríos, al pueblo, a un camino y te aseguro que no dura 40 horas no ha quedado nada" añade Ferrero.

El ganadero de San Juan de la Cuesta, José Antonio González, solicitó la autorización y se la concedieron, pero optó por no hacer uso de esta práctica. Son muchos inconvenientes y un papeleo enorme, afirma. "Debes anotarlo todo en un libro y solo te dejan echar un número de animales" añade. Pero lo que realmente le echó para atrás a González es no dar aliciente a los lobos. "Si dejas las ovejas muertas, los lobos se aficionan a venir a comer y, en consecuencia, sufres más ataques".

El ganadero sanabrés señala que "cuando se deja abandonada un animal de gran cuerpo, como una vaca, se afianzan ahí y es un cisco tremendo. Incluso se llegan a la zona cuando ven los bandos de buitres. Al no dejar o echar animales muertos fuera a los lobos les quitas una fuente de alimento enorme y puede que se disparan los ataques pero tienen que arriesgar más. Especialmente en las explotaciones que no tienen mastines".

Sin embargo, su posición es no dejar animales para no habituar a los lobos y tenerlos pendientes de la explotación de ovino y del andar del rebaño. A veces les vemos que vienen revisando el ganado.

Señala que también se ha juntado la clausura de los basureros por lo que la fauna vive con más competencia. Uno de los efectos, dice, ha sido la merma de perros de compañía.

La solución para José Antonio González es que reduzcan la fauna y rebajar la presión. Yo todo lo retiro y no dejo en el campo nada. A veces vienen a casa animales que se quedan atrás porque saben que aquí lo tienen difícil.

Pedro San Román, sin embargo, es de los que sigue fiel al servicio de recogida. "No me he molestado porque cuando la limosna es grande el santo desconfía" afirma. Sin embargo, reconoce que "es bueno dejar los animales a disposición de la avifauna, pero allí donde muere, salvo que sea en un camino". Desaprueba que el ganadero tenga que cumplir una serie de requisitos y llevarlos a un punto porque, en su criterio, establecer comederos artificiales es el principio del fin de los carroñeros. También hace referencia a que sea la propia administración quien lleve los animales.

Otros ganaderos de un escenario tan poblado de especies necrófagas y carroñeras como Arribes del Duero afirman que, por ahora, "nadie echamos los cadáveres al campo". Quedan los llamados "animales desaparecidos", que dice el ganadero de Fornillos de Fermoselle, Manuel Bárbulo. En su caso "el temor es que la Administración exija disponer de un vehículo especial para transportar los cuerpos de las reses". Pero, "al no fiarse", por ahora prefieren seguir haciendo uso del Servicio de recogida de animales muertos.

Bárbulo hace hincapié en la labor benefactora que hacen los necrófagos y carroñeros, aunque también hagan de las suyas. "Tuve un carnero con una pata rota, lo escayolé y, cuando fui por la mañana a verlo, lo habían cepillado. Los buitres tienen unos jugos gástricos y no se contagian con la enfermedad. Al no haber comida no crían en las buitreras como antaño. Nunca habían atacado a los animales vivos, pero la falta de alimento les lleva a cambiar hasta de hábitos".

Considera que dejar a los animales muertos por el campo "es un coste más que meten al ganadero. Y el sector ya está de por sí mal y nadie quiere añadir más costes porque, al final, por un lado y otro, al final arruinan a uno".

Las especies necrófagas, según expone la propia Junta al redactar el decreto, "han jugado un importante papel en la eliminación de cadáveres de animales de granja y silvestres del campo; y, por ello han contribuido a disminuir el riesgo de transmisión de enfermedades a las especies ganaderas, a la fauna silvestre y al hombre y por lo tanto, al mantenimiento de la sanidad animal y la salud pública; siendo considerados tradicionales aliados de la ganadería".

Los ganaderos autorizados a depositar los animales saben que para cumplir una serie de requisitos esenciales, como es no utilizar reses enfermas, ni dejar los cadáveres en puntos inadecuados como en caminos, próximos a las vías de comunicación, en cursos de agua y en otros escenarios donde puedan suponer un riesgo para las personas, los animales o tener un impacto negativo.

La provincia de Zamora cuenta con una población extraordinaria de buitre leonado y alimoche, asentada en Arribes del Duero, pero también de lobo, jabalí y diversas especies de rapaces repartidas por prácticamente todas las comarcas, con especial asentamientos en las zonas ganaderas.