«Qué, ¿ves algo?», pregunta inquieto el profesor Sánchez Palencia. «Se escapa muy fácil, se pega poco» contesta Benito Álvarez mientras balancea la batea en el agua con un armonioso vaivén circular. Después de catorce minutos el bateador muestra unas partículas. Hay oro. Los veintitantos kilos de muestra de terreno han quedado en unos gramos de sedimentos muy seleccionados, donde mirando con mucho detalle se divisan diminutas partículas de oro difícilmente visibles al ojo humano.

El arroyo de Fuentelarraya, en la ribera de Pino del Oro, revivió ayer este ancestral sistema de extracción de oro que ya utilizaron los romanos para las prospecciones auríferas y así lo describía Plinio. Tomaban la arena de los fondos de los arroyos, la bateaban y cuando daba resultado positivo buscaban dónde podía estar el filón que les interesaba explotar. Ese proceso reproducido forma parte de lo que hoy se llama arqueología experimental. Emular el método tal y como lo practicaron los romanos con estupendos resultados. «Es impresionante comprobar cómo coincide perfectamente; cuando deja de aparecer el oro en el arroyo deja de haber explotaciones romanas» precisa Alejandro Beltrán, uno de los tres investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas que, junto a Damián Romero, ayer estuvieron trabajando en la ribera de Pino.

A la cabeza, Francisco Javier Sánchez Palencia, director del Grupo de Investigación Estructura Social y Territorio-Arqueología del Paisaje que también ha dirigido las prospecciones en la Zona Minera de Pino del Oro con reveladores resultados.

El conocimiento de la zona y las aptas condiciones de la misma para las prácticas de bateo, llevó ayer al equipo de nuevo a Pino del Oro, aunque en esta ocasión para un proyecto del Instituto de Patrimonio Cultural de España y dentro del programa Arqueología en el Exterior que están desarrollando en Portugal. Hasta la ribera alistana, los arqueólogos del CSIC trasladaron una serie de muestras tomadas en la zona de Braganza, donde el equipo de investigadores realiza un estudio histórico-etnológico del Valle del Tua para determinar el impacto ambiental generado por las importantes obras que se están realizando para la construcción de varias presas. Como expertos en minería antigua, los arqueólogos reconocen, identifican y estudian esa zona de Portugal, lo que implica investigar cómo se podría llegar hasta las minas y cuál era el potencial prospectivo que tenían.

Dentro de ese estudio se encuadra el bateo experimental llevado a cabo ayer con tierra recogida de zonas de arroyo cercanas a esas minas en territorio luso. Para ello tomaron una determinada cantidad de muestra que pesaron antes del bateo para después hacer las tablas estadísticas de cuántas partículas salen por kilogramo. El proceso permite determinar cuánto oro sale en función del peso y cuánto tardaría un bateador en la antigüedad en reunir determinada cantidad de oro para conformar una pieza. «Si pensamos en el tesoro de Arrabalde, por ejemplo, el tiempo es exagerado», puntualiza Beltrán. Una investigación similar a la ya realizada en la zona minera de Pino, que permitió descubrir partículas de oro, «con una densidad media de 0,1 gramos por tonelada» precisa Romero. «Bateando por los arroyos y por las vaguadas que drenaban toda la zona aurífera se podría llegar a descubrir dónde estaban los yacimientos, con lo cual lo que estamos haciendo es arqueología experimental» explica el profesor Sánchez Palencia al pie del arroyo de Fuentelarraya mientras Benito Álvarez da vueltas a la batea. «Estamos demostrando que los antiguos tenían unos mecanismos para poder encontrar las minas».

La práctica sobre el terreno ha sido posible gracias a la colaboración de Benito Álvarez, bateador profesional de Villaviciosa de la Ribera (León), quien toda su vida ha trabajado en las minas desde que aprendiera la práctica de la mano de un inglés. Ha sido también él quien ha bateado los arroyos de Pino y Villardiegua como parte de la investigación de los yacimientos mineros en la zona.

Aunque ahora localizado en Portugal, el proyecto de arqueología en el exterior se concibe como continuación del trabajo realizado en Pino y Villardiegua, teniendo en cuenta que en la época romana no había frontera. «Como el tipo de poblamiento era muy parecido hemos estado cogiendo muestras en el castro de Aldeanova, en frente de Peña Redonda con la idea de seguir buscando ese tipo de minería en la parte portuguesa» explica Beltrán.

Una vez detectada la presencia de oro en las inmediaciones de los arroyos de la zona de Braganza y con las muestras recogidas ayer, los investigadores determinarán el alcance de la explotación y podrán comprobar las similitudes o diferencias con los yacimientos de Zamora, además de hacer una correcta interpretación de la arqueología del paisaje.