La maquinaria del vetusto molino de Matarranas vuelve a tomar vida. Después de años condenado al abandono, este ingenio tradicional, situado en el arroyo del Mimbrero, pone de nuevo en marcha el mecanismo de la mano de un puñado de vecinos de Badilla, propietarios del antiguo molino. En realidad son 16 los poseedores del derecho a moler, pero actualmente tan solo cinco hacen uso de esa potestad. «Ahora molemos cuatro granos, no como en tiempos que esto no paraba; había hasta cola», rememora Manuel Maderal Teso.

Es uno de los usuarios del rehabilitado molino; uno de los retornados al pueblo después de ganarse la vida en Suiza. De vuelta a Badilla, Manuel ha retomado los viejos usos. La huerta, las colmenas, el molino... En realidad la molienda es escasa, apenas unos sacos de pienso para las gallinas.

«Para montar este molino fueron a buscar las piedras a Zamora, con dos carros y tres parejas de vacas», recuerda el paisano mientras se enreda entre la maquinaria intentando explicar cada pieza, el mecanismo de este artilugio tan perfecto.

Cuenta el hombre cómo el grano, vertido en la tolva, se va desplazando por la canaleja que traquetea de un lado y a otro, siguiendo el ritmo de la molienda. Y cómo después es molturado entre las dos piedras para caer, ya hecho pienso, en el fornal. Es como una lección magistral, donde no faltaban los «peros». A su entender, el molino no funciona a la perfección porque, aunque satisfecho de que el artilugio recupere el pálpito, Manuel Maderal no oculta cierto malestar con los restauradores, que no se dejan asesorar todo lo necesario «por quienes sabemos de esto».

En realidad la recuperación de los molinos comenzó hace una década, a través de las ayudas que concede el Parque Natural de los Arribes del Duero. La conservación del patrimonio es una de las líneas de actuación dentro del espacio protegido, de las que se ha beneficiado el municipio de Fariza, al que pertenece el pueblo de Badilla, profusamente regado por molinos, aceñas y algún batán.

En el pasado siglo se contabilizaban una decena de construcciones en Badilla, de los cuales se han recuperado cinco. Los molinos de Pachón, Carrizo, Cabildo y Matarranas, todos ellos en funcionamiento; además del Valmallado, en una acción promovida por el Parque Natural en colaboración con el Ayuntamiento. En el conjunto del municipio de Fariza se han restaurado diez molinos. Además de los de Badilla, el molino del Maestro, en Fariza; el de Facundo, Serafín y Los Fraguales en Mámoles; y el de Urrieta en Palazuelo.

Una iniciativa que, además de posibilitar de nuevo la molienda a los propietarios que así lo deseen, abre toda una vertiente de posibilidades para el turismo y los amantes de la molinología. No en vano Badilla fue la semana pasada uno de los puntos de interés entre los participantes en el Congreso Internacional sobre Molinología celebrado en Zamora y que reunió a más de un centenar de especialistas, investigadores y amantes de estas rudimentarias máquinas.

«Es increíble la cantidad de gente que viene preguntando por los molinos, cada vez más», indica Juan Peláez, agente de desarrollo local del Ayuntamiento de Fariza. «Es un potencial fundamental que debemos aprovechar porque está claro que tienen un gran tirón». No están a la altura del interés que suscitan la ermita de la Virgen del Castillo o el Mirador de las Barrancas, los puntos más demandados para los visitantes de Fariza. Pero sí se aprecia una emergente atracción por la historia y el funcionamiento de los molinos, al igual que por otras posibilidades en la zona como la ruta de los lagares de Mámoles o el enebral de Cozcurrita, donde se conserva una subespecie única en Europa.

El municipio sayagués tiene tres sendas marcadas que posibilitan recorridos a pie visitando los molinos de Badilla, Fariza y Mámoles. Un saludable paseo por las abundantes riberas, en esta primavera rebosantes de agua como consecuencia de un invierno copioso en lluvias.

Por eso, cuando Manuel Maderal levanta la trampilla, las piedras del molino de Matarranas arrancan con todo el brío. «Demasiada agua», apunta mientras deposita el grano en la tolva, exhibiendo un oficio camino de la extinción. Tanto que el funcionamiento del molino llama la atención de los visitantes por desconocido y singular.

Como otros muchos usos tradicionales de los pueblos, en la molinería el valor cultural ha ganado terreno sobre el económico, toda vez que los molinos forman parte del pasado histórico, cultural y social, muy arraigado en este rincón de la comarca de Sayago, pero también en riberas de Aliste, Sanabria o Los Valles.

Del molino llaman la atención muchos aspectos, entre ellos el régimen de propiedad y uso, que tradicionalmente se regía por maravedíes y blancas. El primero daba derecho a 24 horas de molienda y la blanca a 12 horas. Según explica Manuel Maderal, el molino se dividía en cuatro cuartos; el cuarto correspondía a ocho ochavos; el ochavo a 16 maravedíes; y el maravedí a 32 blancas. Medidas que regían la propiedad del molino a la hora de comprar o vender una parte.

Hoy esas normas ya son historia. Nada que ver con el trajín de antaño con la caballería de arriba para abajo transportando el grano para volver con la molienda. «Vienes a moler cuando lo necesitas y no hay ningún problema porque somos muy pocos; no es como antes que había que guardar rigurosos turnos», explica Maderal, propietario de un maravedí, cuyo documento conserva con mimo.

Lo que parece indudable a estas alturas es el poder de seducción de estas ingeniosas máquinas que pasaron del más fulgurante esplendor al ocaso. Como quedó demostrado en el reciente congreso internacional sobre molinología.

En los últimos años, la labor de recuperación del patrimonio etnográfico ha permitido situar de nuevo las miras en los molinos, como en las fuentes, puentes, abrevaderos, hornos, chozos, chiviteros. Todo un patrimonio cultural y etnográfico que constituye un valor en alza para la comarca de Sayago.

Esta Semana Santa, con el albergue de Fariza al completo y las casas rurales dispuestas para recibir a los visitantes, a buen seguro que muchos de los turistas que elijan este rincón zamorano recorrerán la ruta de los molinos como uno de los numerosos atractivos que brinda el Parque Natural de los Arribes del Duero.