Es el burro un animal de temperamento tranquilo que combina apacibilidad con una notable resistencia. Fuerza y bonanza, complemento perfecto para el sustento de una economía tradicional agraria al borde de la extinción. Hubo un tiempo en que la raza asnal transportaba personas, bultos, realizaba labores? era el esplendor del mundo agrario, hoy en un imparable declive que convierte al animal en pieza de museo.

Ayer, los viñedos del arribanzo retomaron aquella bullicios actividad gracias a la iniciativa promovida por la Asociación de Criadores de Asno Zamorano-Leonesa (Aszal) en colaboración con el Ayuntamiento de Villalcampo. La tercera edición de esta iniciativa no ha hecho más que impulsar las rutas transfronterizas con asnos zamorano-leoneses que atrajeron ayer a los Arribes a más de cuatrocientas personas, seducidas por la naturaleza y los valores de estos animales ahora reasignados en la categoría "de compañía".

Más de una treinta de burros salieron al campo para convivir con los humanos por los bellos parajes del arribanzo. Los turistas más pequeños tuvieron la oportunidad de darse un paseo a lomos de los mansos animales, una experiencia única que en algunos casos se repite tras el éxito de otras jornadas. Visitantes y vecinos del entorno vivieron una singular jornada de convivencia con los paisanos de Villalcampo, muchos de los cuales salieron con los burros y mostraron las habilidades con un animal tan rico en recursos como escaso en exigencias. Otras cinco parejas tomaron el cometido de arar, incluso salieron dos carros por el paraje de "Los Pizarros" en una mañana climatológicamente bondadosa para todos los menesteres previstos, incluso el concurso de arada.

Hasta las parcelas de Villalcampo se desplazaron los vecinos con medio centenar de animales provistos de arreos, yugos o arados, muchos desempolvados de cuadras que décadas atrás eran usadas sin descanso. «Es un día para que disfruten las familias, un día también de convivencia entre los forasteros y los paisanos de Villalcampo», exponía Jesús de Gabriel, presidente de Aszal, visiblemente satisfecho con una iniciativa en alza desde que echara a andar hace tres años.

«Entre los cometidos de las asociaciones de razas autóctonas (también participó algún ejemplar de asno mirandés) está el de intentar mantener a los animales y poner en unos una riqueza cultural que va a ir desapareciendo»

La batalla de Aszal contra la extinción de la raza Zamorano-Leonesa está dando sus frutos. Actualmente hay 1.100 animales inscritos en el libro genealógico y otras 160 crías en reproducción. Y el reconocimiento de los animales se ha traducido en una revalorización impensable hace años. «Hemos pasado de un precio de 180 euros por animal a 1.800 euros. La gente valora más lo que tiene; antes casi se avergonzaban del burro y ahora lo buscan nuevos clientes que quieres disfrutar del animal», expresa Jesús de Gabriel. El interés es tal que de Zamora han partido ejemplares hacia Colombia, Alemania, Austria, Francia, Madrid o País Vasco para nuevos usos como asinoterapia o turismo rural.

«La sociedad se debe dar cuenta de que estos animales son un patrimonio de todos», incide Jesús de Gabriel. Y así se viene demostrando en las actividades que, con el burro como protagonista, se vienen desarrollando en la provincia.