Castilla y León lleva años padeciendo la salida de población de sus provincias, en especial de jóvenes cualificados que abandonan la comunidad en busca de mejores oportunidades y condiciones laborales en otros territorios. Un estudio de Miguel González y Antonio López-Gay publicado por la Asociación de Geógrafos Españoles evidencia este drama poblacional que vive la región desde hace décadas. En él se apunta a la comunidad como “fábrica de talentos” tras analizar el éxodo migratorio de las comunidades atendiendo al censo de 2011, aunque también evidencia que además de que son más los jóvenes que se van de Castilla y León que los que entran, su nivel formativo es muy superior al que se recibe.

Este estudio, que lleva por título “Emigración y fuga de talentos en Castilla y León” apunta al perfil del emigrante de Castilla y León como una persona joven, con estudios universitarios y una alta cualificación, que trabaja por cuenta ajena y que generalmente no retorna a su lugar de origen. A pesar de que los datos analizados por este estudio se remontan a hace casi una década, se considera “bastante probable” que en los últimos años haya aumentado el nivel de instrucción de la población autóctona mientras que la oferta ocupacional “se haya precarizado aún más”, en especial atendiendo a la situación de crisis económica que se ha dado. Según este estudio, uno de cada cuatro jóvenes de entre 25 y 39 años sale de la comunidad frente al 13,1% de la media nacional, y si atendemos a la población con estudios universitarios, hasta el 35,5·% de estos jóvenes opta por esta alternativa, frente al 16,5% que se registra a nivel nacional.

En términos absolutos, Castilla y León es la cuarta comunidad emisora, con 126.615 jóvenes emigrantes, solo por detrás de Madrid (199.370), Cataluña (142.445) y Andalucía (149.965). Atendiendo a los jóvenes con estudios universitarios, Castilla y León es la segunda comunidad emisora, con 65.990 emigrados, detrás de Madrid, con 67.760. La explicación de esta migración, explica el estudio, está en el “importante déficit” de actividades tecnológicas e innovadoras en Castilla y León, lo que supone un “desajuste” entre el nivel de cualificación de la población y la estructura ocupacional del mercado de trabajo.