Mi tía Cándida ha cumplido un siglo de vida, cien años muy largos que seguramente, le han resultado muy cortos, cien años de trabajo duro, en su Riomanzanas natal, para sacarle a la tierra su fruto. Se quedó viuda demasiado pronto de su querido esposo Gonzalo. La figura del tío Gonzalo no se ha borrado de mi mente, pese a la nebulosa del tiempo pasado, con su vara de acarrear a las vacas, cruzada por el cuello y sujeta por ambas manos con el cigarro que humeaba como una chimenea al subir con el carro por el alto para recoger la mies en el caluroso verano. La tía Cándida es una mujer cariñosa, afable y con una sonrisa picarona en su mirada que los que la conocemos, no nos hace falta que nos diga ninguna palabra para saber lo que nos quiere decir; siempre fue una muy buena consejera. Los recuerdos se aglutinan en mi mente; aquellos veranos riomanzaneros de mi adolescencia; aquellas chupetadas al bote de la leche condensada, creyendo que no se enteraría; aquellos olores, cuando le preparaba la comida a los cerdos( hojas de negrillo, manzanas , patatas, trigo , etc) ¡ Qué olores! con esos ingredientes llenos de sabores y de perfumados olores, seguro, que Ferran Adriá, los hubiera metido en un sifón y habría preparado un plato de lujo; o, aquellas tardes de mi mocedad que me daba la merienda, junto a la frescura de la bodega; el trozo de jamón, el pan y la jarra de vino de sabor acidillo y muy refrescante, sin apenas, graduación etílica.

Querida tía gracias por haberme enseñado tanto, por haberme inculcado el amor hacia la tierra, y que llena mi vida, y que me acompañara para siempre, recibe un beso de tu sobrino que te quiere de verdad. Juanmari