45 años del accidente del autobús escolar en Santa Cristina de la Polvorosa

El relato del guardia civil que vivió la tragedia del Órbigo en 1979: "Aquellas actuaciones me marcaron de por vida"

El capitán de la Guardia Civil jubilado, Jesús Suárez, rememora el siniestro y la búsqueda de los cuerpos de los 45 niños y 4 adultos fallecidos: «He vivido todo tipo de casos a lo largo de mi carrera pero ver a los padres y madres identificar y recibir a sus hijos me afectó muchísimo»

Foto de familia de vecinos de Santa Cristina, miembros del ejército y guardias civiles que participaron en el dispositivo de búsqueda.

Foto de familia de vecinos de Santa Cristina, miembros del ejército y guardias civiles que participaron en el dispositivo de búsqueda. / Archivo

El tiempo ha desdibujado los rostros pero el recuerdo de la tragedia permanece indeleble en la memoria del entonces cabo Suárez. Las caras de los niños, de las familias, de los profesores, se han ido difuminando hasta desvanecerse; los escenarios y las sensaciones de horror y de angustia, de sufrimiento, de desolación y desesperanza, han permanecido sin embargo como la marca de un hierro candente.

Hace 45 años que 45 niños y cuatro adultos perecieron en las aguas del río Órbigo al precipitarse desde el puente de la N-525 el autobús en el que viajaban en Santa Cristina de la Polvorosa. A lo largo de los años, la efeméride de la tragedia ha regresado muchos 10 de abril. Se han recogido testimonios de las familias, de los supervivientes, de los vecinos que intervinieron en el rescate en los primeros momentos del siniestro, y ha habido actos de recuerdo y homenaje en el colegio Vista Alegre, en Vigo y en Santa Cristina.

El relato en primera persona de uno de los guardias civiles que vivió los cuarenta días de operativo hasta que se recuperó el cadáver del último niño es sin embargo inédito. Cuarenta y cinco años después, como el Virgilio de Dante, el hoy capitán Suárez ha vuelto la vista atrás para guiar el descenso al infierno de aquella tragedia y el ascenso esperanzador que supuso lograr recuperar todos los cuerpos.

La extracción del autobús del río Órbigo en abril de 1979. | Europa Press

La extracción del autobús del río Órbigo en abril de 1979. / Europa Press

Jesús Suárez Paniagua había ingresado en el cuerpo en Teruel, realizado el curso de cabo en Toledo y destinado al cuartel de Benavente con 27 años. El 19 de marzo de 1979 no sospechaba que en veinte días iba a ser testigo de uno los sucesos más trágicos ocurridos en la comarca. "Era joven. No sabía de muertos ni de sentimientos", explica el ahora capitán jubilado, especializado en policía científica, recordando aquellos fríos días de la Semana Santa del 79. "Aquella actuación marcó mi vida personal y profesional y con frecuencia la recuerdo".

El accidente resultó un shock para la Guardia Civil en los primeros momentos, hasta que el rescate de los únicos diez supervivientes y el conocimiento de la lista de niños y profesores que viajaban en el autobús, arrojó luz sobre los contornos de la tragedia, permitió conocer su magnitud y planificar el operativo de búsqueda y rescate de los cuerpos.

Misa de campaña a las orillas del río Órbigo en Santa Cristina de la Polvorosa en los días de la tragedia.

Misa de campaña a las orillas del río Órbigo en Santa Cristina de la Polvorosa en los días de la tragedia. / Archivo

Dos días llevó sacar el autobús del Órbigo porque las grúas eran pequeñas y la fuerza de la crecida del agua turbia del río hacían sumamente dificultoso y arriesgado a los buzos asegurar el vehículo para extraerlo.

"Se llegó a pensar en traer una red de pescadores para que los cuerpos no fueran arrastrados por la corriente, aunque no sé si al final se llegó a usar", explica recordando las dos primeras noches "desoladoras junto al puente antes de montar el campamento, con un foco alimentado por una batería que alumbraba la zona donde había caído el autobús y se había formado un constante remolino".

Imagen de la extracción del autobús precipitado al río Órbigo. Se recuperaron 12 cuerpos de su interior.

Imagen de la extracción del autobús precipitado al río Órbigo. Se recuperaron 12 cuerpos de su interior. / Europa Press

En el operativo de búsqueda aguas abajo del Órbigo llegaron a colaborar cerca de 200 personas entre guardias civiles, zapadores del Ejército de Tierra de Salamanca, expertos de la Marina y numerosos vecinos y voluntarios. Fueron días de angustia de las familias que aguardaban y de esfuerzo sin tregua en la búsqueda.

Jesús Suárez distingue tres escenarios en la tragedia: el puente, el río durante la búsqueda de los cuerpos, y el hospital donde las familias y los profesores identificaban a los fallecidos. El puente fue "un lugar maldito, de muerte y terror", rememora. "En el silencio de la noche y la oscuridad, la fuerza de la corriente del agua y todo lo que arrastraba, producía un sonido ensordecedor y aterrador que daba miedo. Nunca lo olvidaré".

La búsqueda sobre el río, en las orillas, entre la vegetación "fue un escenario de mucho trabajo y de esperanza". Durante casi seis semanas se realizaron rastreos constantes con zodiacs, barcas, a pie y con un helicóptero que llegó a caer al río accidentalmente.

"A este lugar acudían las familias desde la salida del sol, desesperados, pero esperanzados con que sus hijos aparecieran, aunque fuera sin vida. Aún recuerdo a las personas arropadas con mantas para protegerse del frío y lluvia. Nosotros tuvimos días muy duros con mucha lluvia y frío y con un despliegue extraordinario. Fue una grandísima satisfacción, un triunfo, un gran premio a nuestro intenso esfuerzo, el encontrar los cadáveres de todos los niños, para que sus familiares pudieran comenzar su camino de lágrimas", señala.

Los supervivientes, la mayoría evacuados por un profesor en los primeros momentos del siniestro que falleció, habían ingresado en el Hospital de Benavente. "Allí se estableció también el depósito de cadáveres" donde la comisión judicial procedía a su identificación.

Se vivieron situaciones emocionales indescriptibles de dolor, de rabia y de ira. También tuvimos críticas. Allí hubo mucho sufrimiento, llanto y tristeza; corazones destrozados, proyectos truncados, negación, desesperación, angustia… No aceptaban la situación y tampoco había consuelo para los padres y madres cuando al hijo recibían sin entender el por qué se les entregaba sin vida. Maldecían el destino con rabia y con ira. No sé lo que por sus mentes en aquellos momentos pasarían. A pesar de tanto dolor, creo que todos sentían mucho alivio, porque después de las identificaciones, podían comenzar su camino de duelo, con algo más de tranquilidad, porque al menos, su hijo había aparecido, aunque fuera sin vida", explica.

Ofrenda floral en el río Órbigo durante los días de la tragedia.

Ofrenda floral en el río Órbigo durante los días de la tragedia. / Archivo

El joven cabo Suárez asistió a la mayoría de las identificaciones de los cadáveres para instruir diligencias. Con una hija de cuatro años, la experiencia, "me afectó muchísimo al ver como los padres y las madres recibían a sus hijos sin vida".

"Los familiares estaban psicológicamente bloqueados y ansiosos. Les costaba identificar a sus hijos. La labor y colaboración de los profesores en estas identificaciones fue primordial. Nuestro acompañamiento, empatía y escucha les sirvió de mucha ayuda. Entonces no había psicólogos ni equipos de ayuda como ahora. Las personas se apoyaban en sus conocidos, sobre todo en los profesores y en nosotros", relata.

Ofrenda floral en Santa Cristina de la Polvorosa en abril de 2019, cuando se cumplían 40 años de la tragedia.

Ofrenda floral en Santa Cristina de la Polvorosa en abril de 2019, cuando se cumplían 40 años de la tragedia. / J. A. G.

"Las actuaciones en esta tragedia, me marcaron de por vida. Aprendí muchísimo de mis superiores y compañeros y comencé a entender por qué a la Guardia Civil se le llama Benemérita. Recordaba el artículo 8 del Reglamento para el Servicio de la Guardia Civil que dice: "Será siempre un pronóstico feliz para el afligido, infundiendo la confianza de que a su presencia…. el que vea a sus hijos arrastrado por la corriente de las aguas lo crea salvado…" aunque fuera sin vida. También lo que significaba ser buen servidor público y Guardia Civil de vocación. Desde entonces cada 10 de abril, como hombre de fe que soy, he procurado ir a misa o he rezado oraciones en memoria de todas las víctimas y sus familiares", asegura.

Cuarenta y cinco años después el hoy capitán en la reserva Suárez, de 72 años, piensa en su nieto de 12, la edad aproximada de aquellos niños. Piensa en sus viajes escolares y emerge el recuerdo de la tragedia. Por eso hace "un llamamiento de responsabilidad a todos los conductores para que, siempre, se respeten las señales de circulación, se adecue la velocidad al tiempo y vía, no se consuman bebidas alcohólicas, ni se tomen drogas. Así se evitarán accidentes y se podrán salvar vidas".

"Mi nieto me pregunta a veces cómo era mi trabajo. He vivido muchas situaciones en mi carrera, con riesgo, con detenidos, algunos muy duros. Este me marcó. Por eso he escrito este poema que también he enviado al colegio Vista Alegre". "De parte de todo el equipo del centro, muchas, muchísimas gracias por este bonito poema, se lo leeremos a los niños. Un fuerte abrazo Jesús", contestó el colegio vigués.

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