Testigo de una tragedia en su 45 aniversario

Un capellán llegado de Vigo deposita un ramo de flores en el río Órbigo, en el lugar donde ocurrió el accidente.

Un capellán llegado de Vigo deposita un ramo de flores en el río Órbigo, en el lugar donde ocurrió el accidente. / Archivo

Jesús Suárez Paniagua

"Cuéntame una historia, abuelo,

del trabajo de tu vida;

escríbeme un relato,

si puede ser, en poesía".

Para complacerle hoy,

escribo sin fantasía

pues, fue una historia real,

se truncaron varias vidas.

Me encontraba destinado,

en un pueblo de Castilla;

es llamado Benavente,

preciosa e ilustre Villa.

Estaba recién llegado,

galones rojos tenía;

de mi graduación de Cabo,

pues de Toledo venía.

El diecinueve de marzo,

mi trabajo emprendía,

en Puesto de Benavente;

¡mucha ilusión yo traía!

La vocación de servicio

es la virtud de mi vida,

la entrega, el sacrificio,

el honor y disciplina.

El tiempo estaba lluvioso,

los ríos traían crecida,

y uno que se llama Órbigo;

pasa por Santa Cristina.

Localidad muy cercana,

a donde mi hogar tenía,

la Villa de Benavente;

donde al pueblo yo servía.

Corría el setenta y nueve

y el tiempo mucho llovía.

No pasaba lo de ahora,

que tenemos gran sequía.

Era día diez de abril,

Martes Santos acaecía

y unos niños de Vigo,

de un viaje volvían.

Hicieron una excursión

desde Vigo hasta la" Villa"

a conocer monumentos,

museos y otras cosillas.

También fueron a Toledo,

para ver: las juderías,

cuadros del Greco, El Alcazar

y Custodia catedralicia.

Regresaban del viaje,

con muchísima alegría

para ver a sus papás,

hermanos y otras familias.

Eran de colegio humilde,

y sus recuerdos traían;

de todo lo que habían visto,

en Madrid y otra provincia.

Comieron en" Casa Poli",

con jolgorio y alegría

y, sobre las 16:00 h.;

su retorno emprendían.

Todos cantando canciones,

después de aquella comida;

que hicieron en Benavente,

camino hacia Galicia.

Y, el autobús salió,

con mala metereología

pues, llovía intensamente

y el agua era muy fría.

Pues, al pasar por un puente

a velocidad prohibida,

hubo derrape de ruedas,

¡una desgracia ocurría!

El autocar dio bandazos,

y rompió la barandilla;

precipitándose al río,

que traía gran crecida.

Corriente con mucha fuerza,

y, con el agua muy turbia

y al hundirse el autobús,

los cristales se rompía.

Y, algunos ocupantes,

el golpe los desprendía,

y salieron por los huecos

de, aquellas ventanillas.

No me quiero imaginar,

la impotencia y angustia,

entre aquella oscuridad;

cuando el autobús se hundía.

El caudal de aquellas aguas,

todo el autocar cubrían

y desplazaron al mismo;

entre troncos y agua fría.

Y no se puede saber,

lo que allí ocurriría;

todos queriendo salir,

para llegar a la orilla.

Pocos minutos duró,

aquella amarga agonía;

en la oscuridad del fondo,

ahogándose la mayoría.

Sé que hubo un profesor,

que a los niños ayudaría,

a salir del autobús

y así, les salvó su vida.

Además tres profesores,

igualmente perecían,

conductor del autocar;

todos perdieron sus vidas.

Y solo nueve chiquillos,

llegaron hasta la orilla;

ellos salieron nadando,

cada cual como podía.

Pues los clientes de un bar,

que junto al puente existía;

oyeron el derrapaje

y al momento acudían.

Y en sus casas los vecinos,

a los vivos recogían;

les dieron calor y auxilio,

sobre todo, compañía.

Y de inmediato al Cuartel,

llegaba aquella noticia.

Todos salimos muy rápido,

cada cual como podía.

Luego de llegar al puente,

entrada a Santa Cristina,

hallamos un escenario;

que nunca olvidé en mi vida.

Un ruido ensordecedor,

la corriente producía.

Donde estaba el autobús,

gran remolino se hacía.

Hubo mucho desconcierto;

buscando niños con vida,

hallamos a un pequeñajo;

aterido en la orilla.

Comenzó búsqueda intensa,

inmediaciones y orillas,

recogida de los vivos;

que en las casas había.

Todos fueron trasladados,

al Hospital de la Villa

y allí fueron auxiliados,

de golpes y las heridas.

Y efectuado el recuento,

de los que había con vida,

se montó servicio intenso;

por el río y sus orillas.

Se pensó que muchos niños,

en el interior seguían

del autobús siniestrado,

pero,¡ ya estarían sin vida!

Y se presentó el dilema,

que cómo se sacarían.

La gran corriente del río,

muy difícil lo ponía.

Se pensó en unas redes,

que utilizan en Galicia,

para recoger la pesca,

y el autobús se envolvía.

Fue una tarea difícil,

en el agua no se veía,

debido a la oscuridad

y a los troncos que traía.

Actuaron Unidades:

del Ejercito y Marina,

voluntarios y Cruz Roja:

con gran riesgo intervenían.

La Guardia Civil de Tráfico,

atestado instruían

y las Fuerzas de Rural,

también colaborarían.

Yo instruía diligencias,

cada vez que aparecía,

el cadáver de algún niño;

identificarlos tenía.

Hubo quejas importantes,

todo el mundo tenía prisa,

por encontrar a sus hijos

aunque ya, fueran sin vida.

Yo estuve en el hospital,

controlando las familias;

y fichando a los cadáveres,

que del Órbigo traían.

Con unas grúas potentes,

el autobús se extraía,

de lo profundo del río,

de aquellas aguas bravías.

Ese fue el duro momento,

pensando que allí estarían;

las criaturas que faltaban,

sólo doce allí había.

Ante tal desilusión,

comenzaron las batidas;

en barcas, zodiac o a pie,

aguas a bajo y arriba.

Eran jornadas intensas,

entre arbustos todo el día

y a gran distancia del puente,

los cuerpos aparecían.

Enterrados en el lodo,

entre troncos en la orilla;

varios niños fallecidos,

se hallaron en diversos días.

Se utilizó un helicóptero

y desde lo alto veía,

si había objetos extraños,

en el río o sus orillas.

Yo presté varios servicios,

pateando las orillas,

buscando entre los arbustos;

cuerpos de niños sin vida.

Hubo muchos días duros,

con: viento, frío y lluvia,

fue un despliegue extraordinario;

¡el hecho lo merecía!

Aun en pleno temporal

sin que cesara la lluvia,

se instaló un campamento;

que duró cuarenta días;

hasta el final del hallazgo,

del último niño sin vida.

Todo el mundo satisfecho

y con la misión cumplida.

Yo observaba aquellos padres,

cuando al hijo recibían;

sin entender el porqué,

se le entregaban sin vida.

Maldecían el destino,

con rabia y con mucha ira;

¡no sé lo que por sus mentes,

esos días pasaría!

Y gran desesperación,

otros padres padecían;

cuando se encontraban niños,

y el suyo, no aparecía.

Hubo familias enteras,

que en cuanto amanecía,

se iban cerca del río:

por si su hijo emergía.

Y hubo luto nacional,

y sobre todo, en Galicia

y a una misa funeral;

¡hasta la Reina acudía!

Y, a nivel nacional,

fue una terrible noticia;

el accidente más grave,

que con niños ocurría.

Mucho se escribió al efecto,

por diversos periodistas,

de la prensa nacional

y también la de Galicia.

Si miras la hemeroteca,

encontrarás la noticia;

con diferentes versiones,

¡ninguna como la mía!

Las causas del accidente,

de cierto, no se sabrían,

se barajaron algunas,

para salirse de la vía:

mal trazado de la curva,

velocidad prohibida,

o unos polvos pica pica,

que al conductor distraían.

Todas fueron influyentes

sin olvidarse la lluvia,

que caía intensamente;

inundándose la vía.

Aquellos supervivientes,

poca información darían;

todo pasó en un instante

y, poco recordarían.

Esta es la historia real,

que en Benavente vivía;

el vuelco de un autobús,

que muchos niños traía.

Murieron cuarenta y cinco,

sólo nueve salvarían.

¡Aún no puedo olvidar,

mi actuación de aquellos días!

Y pido a los conductores:

"precaución y gran pericia,

prudencia y velocidad;

adecuada al tiempo y vía.

Y respeto a las señales,

y no consuman bebidas,

ni tampoco tomen drogas",

¡así se salvarán vidas!"

Pues hoy le conté a mi nieto,

en esta humilde poesía;

accidente de autobús,

por causas de mucha lluvia.

Y cuando va de excursión,

con sus amigos y amigas;

me acuerdo del accidente,

que ocurrió en Santa Cristina.

Zamora, abril 2024