Hace apenas unos días que los viticultores de la Denominación de Origen Protegida (DOP) Valles de Benavente comenzaron a vendimiar las viñas y todavía es pronto para hacer un balance final. Sobre todo, después de las precipitaciones caídas en los últimos días. Por ahora, el presidente del Consejo Regulador de la DOP, Julio Otero López, estima que la cosecha está siendo de gran calidad, “si no se estropea ahora con la lluvia”, pero de cantidad “por debajo de la media” de años anteriores.

“Las viñas en espaldera parece que aguantan mejor y las viñas en vaso están con bastante menos cantidad”, explica. La previsión es que, en esta vendimia, se recojan entre 850 y 900 toneladas en la DOP, “menos cantidad que el año pasado”, pero prefiere ser cauto e insiste en que “hasta el final, no lo sabremos”.

En su caso, sólo pueden recoger uva de las variedades autorizadas para esta denominación (3 blancas y 5 tintas) y de aquellos viticultores que están registrados y pertenecen a la misma. “Cada uno tiene una cartilla en la que aparecen los kilos que podemos recoger de cada uno”, explica el presidente del consejo regulador, que agrupa a cuatro bodegas: la Bodega Verdes, en Santibáñez de Vidriales; la Bodega Andrea Gutiérrez Ferreras, en Fuente Encalada; la Bodega Viriatus, en Brime de Urz, y las Bodegas Otero, en Benavente.

Sin embargo, aunque su uva no vaya destinada a la DOP, en buena parte de los pueblos de la comarca de los Valles de Benavente existe la costumbre arraigada de vendimiar sus tierras para hacer vino en casa o venderla fuera. Tradicionalmente se vendía mucha uva a Cantabria, para hacer los orujos de la zona de Potes ; a Asturias, para los vinos de la Tierra de Cangas del Narcea, ya lindando con Galicia; y algo a Lugo y Pontevedra, pero en especial a Orense. Aunque para las bodegas de Galicia se vende porque “Benavente está más cerca que La Mancha y se ahorran bastantes portes”, la costumbre de vender para las elaboraciones particulares de la gente está yendo a menos porque “los que lo hacían era gente mayor”. Aún así, en algunos pueblos de la comarca, los intermediarios siguen comprando uva para llevar allí.

“La costumbre de tomar vinos no se ha recuperado del todo todavía”

La pandemia del COVID está dejando su huella en nuestras costumbres diarias. Una de las que se ha visto afectada, al menos en Benavente y la comarca, es el hábito de salir a tomar un vino, según comenta el presidente del Consejo Regulador de la DOP Valles de Benavente, Julio Otero. Aunque poco a poco se está recuperando, todavía las personas más mayores, que precisamente son las que consumen más vino en bares y restaurantes, se retraen por prudencia o miedo al contagio. “La pandemia ha cambiado los hábitos de consumo. Los consumidores de vino, que son personas algo más mayores, de momento salen menos. Eso lo vemos todos los días. La costumbre de salir a tomar vinos todavía no se ha recuperado del todo”, explica Otero, quien, precisamente, a principios de año alertaba sobre los efectos negativos que el cierre de la hostelería había tenido sobre el sector vinícola de la zona. La situación, con la progresiva eliminación de restricciones, “se está remontando poco a poco”.