Al grano

Cosas que ocurren en verano

Corte de la N-631, la vergüenza de la A-52 y el Gran Prix

Señalización al inicio de las obras de la carretera N-631

Señalización al inicio de las obras de la carretera N-631 / JOSÉ LUIS FERNÁNDEZ

Celedonio Pérez

Celedonio Pérez

El verano es lo que tiene, ya saben: olas de calor a espuertas y obras en las carreteras, que es cuando más se viaja y los políticos de turno dicen: pues oye, que se enteren de que hacemos cosas, venga, trabajos de chapa y pintura, que los viajeros lo sepan, que no estamos tocándonos los cataplines. Y dicho y hecho, cortes de tráfico en la N-631 (Zamora-Sanabria) por obras en plenas vacaciones, reconducción de la circulación por la A-52 (Rías Bajas), que también sufrió cortes a primeros de julio, y que sea lo que Dios quiera. Pero, eso sí, que se enteren que hacemos cosas, que obramos en consecuencia.

Vergonzoso. Así ayuda el Estado a la Sierra de la Culebra tras los incendios, estrangulándola en verano, cerrando al tráfico la N-631, y no, no es para construir un nuevo puente junto al de la Estrella, más estrecho que un camino de cabras, que eso cuesta mucho, es para parchearla; eso sí, todo muy ecológico y aseadito, con técnicas ultramodernas, de última generación.

Como no puedes ir a Sanabria por el camino directo, pues coges la A-52, 44 kilómetros más de ala, ¡Dios mío, qué aventura! Un safari barato. Con cuatro ruedas nuevas lo haces. En un barco, vas en un barco en plena galerna. Todos los coches por el carril izquierdo porque por el derecho sales volando. Sí, que ya sé, que van a parchear el firme, ¿pero cuánto tiempo llevan los automovilistas jugándose la vida en ese tramo? La cara de vergüenza tenía que caérsele a los de la DGT cuando hacen esos anuncios ensangrentados y se olvidan del mal estado de las carreteras.

Como has cogido velocidad por los continuos altibajos, brincas casi sin querer de Sanabria a Galicia y allí te das cuenta de que las carreteras son una ratonera y que en caso de incendio va a ser una chamusquina de mucho cuidado, que los árboles están pegados al firme, que casi nadie usa el intermitente; ah, y en una conversación te enteras que los viñedos de esas denominaciones tan renombradas que asoman a las vías necesitan ¡entre 17 y 20 tratamientos para librarse del oídio y el mildiu! Y eso en plena moda ecológica. ¡Qué disparate!

Un ataque de rancia nostalgia te hace poner la tele y echarle una ojeada al Gran Prix del eterno Ramontxu. Descubres que a alguien de la televisión pública le ha dado un ataque de moralidad ideológica y ha sustituido la vaquilla con cuernos de toda la vida por un trampantojo emplumado y almohadillado (¡más fuerte le debería haber dado el participante de Aguilar por tocar las narices!). Eso sí, nos seguimos riendo de las hostias que se dan los de los pueblos. Cosas que ocurren en verano

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