Han pasado 23 años desde que una bomba de ETA le seccionara en dos. Ayer, la organización terrorista le pidió "perdón". No solo a él sino también a una parte de las víctimas, pero sus disculpas son reprobadas por el capitán Juan José Aliste, presidente de la Asociación de Víctimas del Terrorismo en Castilla y León.

El militar alistano, natural de Ribas, era capitán de Infantería cuando aquel 10 de noviembre estalló la bomba que los etarras habían adosado a los bajos de su Fiat Regata. Aliste acababa de dejar en el colegio de San Agustín de Salamanca a su hija y a tres de sus compañeros cuando la detonación del artefacto, pasadas las ocho de la mañana, le provocó la amputación de las dos piernas.

Ayer por la mañana se despertó con el comunicado de "ETA al pueblo vasco: declaración sobre el daño causado" publicado por el diario Gara. "ETA, organización socialista revolucionaria vasca de liberación nacional, quiere reconocer mediante esta declaración el daño que ha causado en el transcurso de su trayectoria armada", comienza el texto. "Queremos mostrar respeto a los muertos, los heridos y las víctimas que han causado las acciones de ETA, en la medida que han resultado damnificados por el conflicto. Lo sentimos de veras", prosigue.

Sin embargo, sus palabras, lejos de confortar al oficial, han reavivado su enojo. El militar alistano considera que el comunicado es una "tomadura de pelo": "Cuando se pide perdón, se pide de verdad y para todo el mundo", reprocha en alusión a la diferenciación de víctimas que hace la banda en su escrito. En la misma línea, el capitán sostiene que "es lo que le faltaba" a la organización, que ha continuado hasta la fecha con su "parafernalia" para "seguir estando en el candelero mediático". En este sentido, advierte que se trata de una "estratagema" de la organización para acercar sus presos al País Vasco aunque confía en que los jueces y el Gobierno "no caigan en la trampa".

Por último, confiesa que lo que más les duele a las víctimas como él son los continuos homenajes a los etarras. "Lo que más nos reconcome es que cuando los terroristas salen a la calle enseguida son homenajeados como héroes en sus pueblos natales, gobernados por ellos mismos. Y cuando terminan de cumplir la condena, se tienen que incorporar a la sociedad como uno más, no riéndose más", zanja.