Comercios y hosteleros que sitúan sus negocios en la zona más adentrada en el casco antiguo, entre la plaza de Viriato y el Castillo, se ha unido para reivindicar al Ayuntamiento de Zamora medidas para dinamizar esta parte de la capital, entre las que son imprescindibles las encaminadas a flexibilizar el Plan Especial del Casco Antiguo en lo que a las condiciones exigibles para instalar establecimientos y promover viviendas.

La necesidad de replantear el diseño de la circulación rodada en las calles adyacentes a las principales arterias, la Rúa de los Francos y de los Notarios, y la eliminación de los aparcamientos en la plaza de Arias Gonzalo y en la calle de San Bernabé. Su propósito es terminar con el aislamiento al que se ha sometido a esta parte de la capital, indica el colectivo que echa a andar al margen de la Asociación de Vecinos del Casco Antiguo, cuyos intereses no son los mismos e incluso pueden ser, en algunos casos, contrarios. Sirva de ejemplo la absoluta peatonalización de esta zona (salvo para residentes), que los empresarios creen que ha contribuido a mermar aún más la afluencia de público. La estructura de embudo que tiene este tramo resta clientes a sus negocios, explica el portavoz de la nueva Asociación por un Casco Antiguo Activo, Guillermo Alonso Muriel, ya que los zamoranos deciden acudir a las calles más céntricas, a donde pueden ir en vehículos, para realizar sus compras, comer o tomar un café.

Otras medidas pasan por mantener una programa de actividades municipales y dar utilidad a edificios municipales infrautilizados, como el edificio acristalado construido sobre el parking de San Martín; el laboratorio municipal situado en los jardines de la Catedral para oficinas municipales o la propia sede del Consejo Consultivo, donde podría instalarse el Museo de Baltasar Lobo, apunta el portavoz Alonso Muriel.

La iniciativa cuenta ya con una docena de comerciantes y hosteleros, a los que se están uniendo ciudadanos, mientras continúan los trámites para constituir una asociación expresamente destinada a impulsar esta parte del primer recinto amurallado. La Asociación nace con la vocación de "luchar por esos intereses y ser el interlocutor ante el Ayuntamiento para reflejar la situación que existe en el casco antiguo, los problemas de los negocios, de tráfico, licencias municipales para abrir negocios o para construir", explica Alonso Muriel, quien denuncia que conseguir los permisos municipales en este área más intramuros de la parte vieja de Zamora es mucho más complicado que en el entorno de la Plaza Mayor o de la calle de Santa Clara. "El Plan del Casco Antiguo tiene muchas limitaciones", explica, "si estás cerca de un monumento, en el área de influencia, como por ejemplo la iglesia de La Magdalena, te obliga a pintar la fachada de un color determinado, a mantener los huecos de las ventanas, el cartel tiene que tener unas características determinadas", abunda el portavoz de esta nueva organización. Y recuerda cómo en su caso terminó por prescindir del cartel de su tienda y colocar un vinilo ante el cúmulo de exigencias a que se veía sometido. Las dimensiones, el cartel sobresalía de la fachada, el logo y los colores fueron las principales objeciones que le pusieron desde el departamento de Urbanismo del Consistorio zamorano, experiencia, junto con la tardanza en obtener las licencias de obras y de apertura. Las restricciones no solo afectan a la imagen externa del local, sino en el diseño del interior, que se ve constreñido por normas que los empresarios consideran injustificadas.

Todas esas cortapisas "al final encarecen" la puesta en marcha de un negocio "y limitan" la iniciativa privada, en definitiva, contribuyen, según los afectados, a que este recinto del casco antiguo vaya muriendo poco a poco, cada vez menos atractivo para quienes intentan instalar un comercio o cualquier otro tipo de actividad empresarial, indican los integrantes de la Asociación. La Ley, a veces, "es muy interpretable", ya que según quién revise el proyecto puede ser más estricto en su cumplimiento o menos en cuestiones menores del proyecto, una circunstancia que puede alargar meses la concesión de las licencias, ya de por sí lenta, critican desde el colectivo, "supone tiempo, en mi caso tardé 16 meses en obtenerla, por bobaditas". Por tanto, proponen que se llegue a "soluciones consensuadas" entre interesados y Urbanismo.