A raíz de su noventa cumpleaños, Willy Rodríguez ha recibido en las calles de la ciudad el cariño de muchos zamoranos, todos conocedores de su larga trayectoria como hostelero, pero sobre todo por poner de moda dos tapas que ya son míticas en la ciudad: las perdices y los tiberios. Con un estado de salud y un buen humor envidiables, Willy nos cuenta cómo surgió aquella aventura tan dura y lejana como añorada.

- Cuéntenos cómo nació El Bambú.

-Me vinieron a buscar de León para ir de encargado para ir a un bar y estuve año y medio. Estaba casado, tenía un niño de año y medio y la mujer no estaba a gusto, porque no conocía a nadie. Decidí regresar a Zamora y montar la taberna del Bambú, nombre de un bar de León. La obra me costó 16.000 pesetas. Un año después empecé con las perdices y los tiberios.

- ¿Cómo se le ocurrieron estas dos ideas?

-Un zamorano que estaba estudiaba Medicina en La Coruña me propuso hacer "perdices", es decir, media sardina rebozada. Mi mujer, Luchy, me dijo que las hiciéramos a nuestra manera, así que ofrecíamos sardinas con jugo de tomate y piñones, que dejamos de poner al cabo de un año. Tuvimos un éxito tremendo. Tanto que iba cada día al Mercado de Abastos a comprar las parrochas y en el puesto de los hermanos Sarín ya me conocían. Tenían un género muy bueno y, en invierno, cuando escaseaba el producto pedían para mí y lo guardaban en la cámara.

- ¿Y cuándo surgieron los tiberios?

-Un vecino de un pueblo de Zamora se pasó por el bar y me dijo: ¿por qué no pones mejillones con una salsa picante y los llamas "tiberios" en honor a un personaje muy importante? Aquello llevaba mucha más elaboración, pero también tuvo una aceptación increíble.

- ¿Cuánto tiempo duró aquella aventura?

-El Bambú lo inauguré en 1954, el sábado antes de un Domingo de Ramos, mal día porque había muchísima gente. Tuve el Bambú hasta 1965 y se lo traspasé a un chico que se llamaba Marcelino, que ya se ha retirado.

- ¿Y qué vino después?

-En julio de 1966 abrí el Dover en la calle que ahora se llama Pablo Morillo, donde compré dos locales por 300.000 pesetas cada uno y el dinero me llegó para adquirir un piso arriba.

- El Dover tenía poco que ver con el Bambú, ¿verdad?

-Nada. Había una cafetería y luego tenía una sala donde no se vendía nada más que whisky y copas caras a base de coctelería.

- ¿Y qué tal le fue?

-Funcionó muy bien, sobre todo los primeros años. Los clientes se fueron haciendo mayores y eso de tomar copas caras y de mucha potencia? Porque todo era a base de whisky, ginebra o ron.

- Un concepto muy rompedor en aquel momento, ¿cierto?

-Era el único sitio en el que se trabajaba la coctelería de Zamora.

- ¿Y después del Dover?

-Después? nada. Se murió la "novia", mi mujer, y mis hijos me recomendaron que lo dejara porque no me encontraban bien. Vendí uno de los locales y el otro lo alquilé como bar, pero tuve muchos problemas con los inquilinos.

- Por cierto, ¿sigue haciendo perdices en casa?

-Las sigo haciendo. Tengo una freidora nueva que compré hace ocho o nueve años y cuando vienen los nietos y sus amigos, les hago gambas, calamares y perdices. Los tiberios no, porque son más laboriosos. Pero les encantan.

- ¿Los bares de hoy ofrecen buenas tapas? ¿Sirven perdices?

-Hoy día, sí. Están muy especializado y hay mucha limpieza. En Zamora debe de haber dos o tres bares que siguen haciendo las perdices, en Los Almendros y en la Puerta de la Feria. Para mí es un orgullo que les pregunten y que digan que un tal Willy puso de moda aquello.