"Como buen gallego, procuro destilar licores, uso el producto que se destila durante horas reposadas para lograr hacer un sorbo que, muy concentrado, recuerde a todos aquellos sabores de la materia prima que encierra". Así explica el juez José Antonio Vázquez Taín, protagonista del Club LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA de esta semana, la labor que desarrolla para crear sus novelas de misterios e intrigas. "Busco que la gente al leerlas sepa reconocer o identificar los dos mil casos que me han dejado marcado como persona, no por algo especial o por su crueldad, sino por las miserias humanas que he ido viendo en cada uno de los ojos que he tenido delante".

Y es que todas sus historias están inspiradas en su día a día como magistrado. "La literatura para mí es una válvula de escape, la uso para plasmar todos aquellos problemas que vemos en el trabajo. Los jueces tenemos una visión de la realidad muy descarnada, no la que ofrecen los medios de comunicación o los políticos, sino la cara más humana y real", explica. A través de sus obras, su objetivo se centra "en plasmar tanto los peligros como la prevención. Hay un enfoque de la delincuencia más humano, el delincuente que todos llevamos dentro y que no hemos alcanzado porque no ha habido la oportunidad o porque hemos tenido la suerte de no equivocarnos, al tener un camino más fácil", compara.

Aun así, reconoce que la realidad supera la ficción siempre, "pero no por el hecho de que sea más compleja, sino porque no nos gusta verla, sino que preferimos algo más visual y atractivo".

Tras cuatro novelas sobre crímenes, misterios y corrupción, muchos se preguntan cuándo llegará aquella que tenga al narcotráfico -contra el que tanto luchó en sus años de juez en el juzgado de Villagarcía de Arosa- como protagonista. "El problema es que la visión que yo tengo del narcotráfico a lo mejor la gente no la entendería. Es complicado explicar que no solo son los narcos los malos, sino todo el estamento social que se irguió para vivir de él, primero con el contrabando, que es la raíz y el tronco", advierte, para recordar que en España "tuvo una evolución extraña, porque los drogadictos comenzaron siendo los malos, porque nos robaban el coche y la cartera. Y tardamos en comprender que eran las víctimas". Una visión que varió en gran parte gracias al trabajo de las madres de los toxicómanos. "Si no hubiera sido por ellas y su movimiento, quizá nos pareceríamos mucho más a Sicilia y México de lo que pensamos", finaliza.