Alfonso Peláez (Arquillinos, 1956) se dedica profesionalmente al márketing promocional y acaba de publicar una interesante novela. Con "Antaño en Paramollano" debuta en el ámbito literario.

-¿Cómo surge "Antaño en Paramollano"?

-Nace del deseo de "quiero escribir". Yo quería ser periodista pero acabé siendo publicitario. (Risas). Es una novela en la que he tratado de poner en orden, con cierta lógica literaria, una serie de hechos históricos que han revoleteado a alrededor de mí desde que soy pequeño.

-¿De qué hechos está hablando?

-La venida de un ingeniero alemán, probablemente de origen judío, que llegó a un pueblo de esta provincia para montar un motor de gasolina y reconvertir un molino hidráulico, este es un hecho real pero reinventado. Un hecho real es la construcción del puente Martín Gil, otro la lectura obligatoria escolar de un libro que hablaba de grandes obras de ingeniería o un despido que un director general de uno de mis clientes que se encontró un día con un gerifalte que había venido a despedirlo de manera fulminante y que lo hizo de tal forma que salió escoltado por un guarda de seguridad hace 16 años, algo inusual en esa época. Todos estos ingredientes pasados por el tamiz de mis viajes, de mis lecturas y de mis experiencias vitales.

-¿Tiene algo de autobiográfico?

-No, aunque tiene toques de vivencias personales. Ninguno de los personajes soy yo en sentido estricto.

-La trama la plantea en dos momentos temporales muy diferenciados. ¿Por qué?

-Porque quiero abarcar dos tiempos separados en el tiempo y qué mejor que tener una parte del relato en un período alejado, que yo no vivo, donde llevo la novela más histórica; mientras que los hechos que yo sí conozco, la actualidad, la coloco en otros personajes. Existe un contraste enorme incluso en la manera de escribir porque la vida en Paramollano lo escribe Pablo Mirando, con su estilo, mientras que la actualidad la escribe un narrador innominado que narra con un lenguaje actual. He puesto mucho cuidado para distinguir las dos historias hasta el punto de que he exagerado el uso de modismos y de un lenguaje del mundo rural en desuso.

-¿Dónde ubica Paramollano?

-Es Tierra de Campos, pero pueden ser muchos pueblos de Zamora y ninguno. He creado una región imaginaria, algo que no he inventado, pero es una manera de sentirte cómodo escribiendo.

-En el libro tiene mucho peso la construcción del viaducto Martín Gil. ¿Cuál es el motivo?

-Porque me interesa mucho la ingeniería civil. La construcción de una obra tan magnífica en el sentido de la dimensión, del esfuerzo y del despliegue tecnológico para mí era un ámbito perfecto para situar la médula de la novela.

-Muchos de los personajes que crea son peldaños para llegar al capítulo cumbre, el de la construcción de la infraestructura.

-De alguna manera mi objetivo era el puente por lo excepcional del escenario y la cantidad de cosas que se pueden contar alrededor de la construcción. Mi afición por la ingeniería civil parte de ese libro infantil del que hablo en la novela, que yo tenía de pequeño. Además el Martín Gil estaba a 30 kilómetros de Santa Eulalia de Tábara, donde crecí, era una obra récord cuando en el pueblo pisabas barro y se iba la luz al amanecer. Además he tenido un cliente muchos años que me ha dado la oportunidad de trabajar con muchos ingenieros y había uno en particular, un ingeniero de caminos, con el que hablaba de estas obras y del que aprendí mucho. Personalmente me interesa los aspectos sociales asociados a los procesos constructivos de los puentes y de las presas.

-Presenta una amplia radiografía de la sociedad que conlleva la obra.

-Soy sociólogo de formación y estoy convencido de que este país hasta los años 30 tenía suficiente base social para haberse convertido, con el impulso de la República, en un país homologable de los que podían ser de nuestro entorno pero la Guerra Civil cercenó todo eso y obligó a la gente válida intelectualmente a largarse. De alguna manera a través del puente quería reflexionar sobre eso y en un alarde y, con toda la libertad del autor, metí un elemento no documentado, la inclusión de trabajadores presos. Toda la injusticia que trajo la guerra y la postguerra me interesa desde un punto de vista ético y el ámbito del puente me daba pie a reflexionar sobre ello.

-Esas sociedades que se crean alrededor de las grandes obras civiles, ¿podrían ser el caldo de cultivo para otra nueva novela?

-La idea de la ingeniera mi gusta y no hay muchas novelas en las que la construcción sea más que el telón de fondo. Ahora estoy pensado, el proceso de documentación es muy largo, aunque estoy animado a escribir una segunda novela. La idea de cerrar mi experiencia literaria y tal vez publicar una decena de los 30 cuentos que tengo, no me molestaría, pero afortunadamente una serie de lectores, ya mayoría que estoy conociendo ahora, me están remitiendo críticas muy positivas que concluyen con "estamos esperando la siguiente", lo que te ayuda a seguir.

-¿Qué supone para usted esta primera novela?

-Una recuperación de la autoestima. Escribir una novela es una cosa complicada, pero no ha implicado ningún cambio vital salvo que estoy más contento conmigo mismo.

-¿Va a presentarla en Zamora?

-Realmente no lo sé. Cuando me ofrezcan la oportunidad. La he presentado en San Lorenzo del Escorial, en varias librerías de Madrid y el día 19 lo haré en la librería Alberti.