"Solemos venir todos los años. Otros nos quedamos a comer en Valderrey para esperar la procesión luego a la vuelta, pero este año, con la alergia, nos vamos a comer a casa". Eduardo Reguilón, con toda la familia ("a la peque le ha costado un poco más madrugar") era uno de los primeros caminantes en llegar al pueblo de La Hiniesta, poco antes de las once de la mañana.

Era un adelantado del grueso principal de una gran comitiva que formaban 15.000 personas, según el dato de la Policía Municipal facilitado al presidente de la Cofradía de La Concha, Florián Ferrero. Desde primera hora los vecinos de Zamora salieron a las calles para acompañar a la Virgen que salía de San Antolín tras la misa de las ocho oficiada por el capellán, Francisco Abad.

Se ponía en marcha la gran procesión, que paró, como es habitual en San Lázaro, para saludar a la "prima" Virgen del Yermo, con una salve. Las estaciones habituales se sucedieron en la Cruz del Rey don Sancho y el Teso de la Salve, antes de arribar a los aledaños de La Hiniesta, donde la comitiva del pueblo, encabezada por el alcalde, Eugenio Gregorio y el párroco, Manuel Carrascal, tenía como protagonistas a los siete niños de primera comunión (Antonio, Lara, Dalia, Alan, Paula, Sofía y David), muchos de los cuales ofrecieron sus poesías a la Virgen vestida de azul con el niño en las andas.

Fue el momento del intercambio de bastones entre los alcaldes, el mentado de La Hiniesta y el zamorano Francisco Guarido, que cumplió con el acto "protocolario y civil", aunque no fue andando desde Zamora ni participó en el aspecto religioso de la fiesta: "No voy detrás de imágenes".

José Luis Gutiérrez "Guti" con la bandera grana de La Concha y José Carlos Herrero, con el azul y morado de La Hiniesta protagonizaron el incruento "duelo" de pendones tras el cual, juntos lugareños y caminantes, enfilaron hacia el magnífico templo de La Hiniesta. Una comitiva multicolor entre la que abundaban los grupos de personas en prendas deportivas, las cuadrillas de amigos y familias enteras a las que costumbre y devoción les llevan a hacer los kilómetros entre la capital y La Hiniesta. No faltaron los jinetes a caballo y los más variados medios de transporte, incluidas bicis o patinetes, junto con los cochecitos de bebé para los romeros de menor edad.