"Los problemas de la enseñanza ayer y hoy: aproximaciones desde la antropología de la educación" es el título del simposio que estos días acoge la UNED bajo la dirección de catedrático Honorio Manuel Velasco, quien apuesta por un pacto de estado para mejorar la educación en España y por la consolidación del concepto de comunidad educativa, donde se impliquen todos los actores.

-¿Se da en la actualidad a la educación la importancia que merece en la sociedad?

-Creo que la sociedad en general sí le otorga una gran importancia, aunque eso no necesariamente se traduce en las políticas y en particular en los presupuestos que los estados destinan a educación cada año. La educación ha entrado más bien en la bolsa de intereses que los partidos políticos tienen en relación con sus distintas estrategias. Pero en términos generales, en cuanto a la sociedad, considero que la educación mantiene la importancia y relevancia que tuvo en otros tiempos.

-¿Qué opina que se haya convertido en arma política en este país?

-Los partidos la han transformado en objeto sensible. Cada uno de ellos, en el momento en el que acceden al poder, toman la educación como un instrumento de impacto social y de relevancia en relación con los intereses suyos. En este sentido, estamos echando mucho de menos un pacto de estado sobre esta materia, porque tanto vaivén en cuanto a su diseño, programación e interés que le prestan en los presupuestos no hacen más que causar daño.

-¿Es imprescindible ese acuerdo entre partidos para enderezar el futuro de la educación?

-Por supuesto, pero desde la Educación Primaria hasta en la Universidad.

-¿Se nota una mayor presión hacia los profesores en cuanto a su papel que hace tan solo unas décadas?

-Si por presión se entiende lo que la fuerza de las familias quieren ejercer sobre los programas y evaluaciones, efectivamente sí. Ahora, en el sentido más fuerte de la palabra presión creo que no. No existe más que antes sobre la responsabilidad que los profesores y maestros tenemos, es igual que como era antes, la tenemos muy asumida y claramente rige nuestros comportamientos en las aulas.

-¿Los padres son muy protectores en este sentido?

-Muchas veces las familias llevan ese denominado "proteccionismo" sobre sus hijos en las aulas y creen que de esa manera, ejerciendo presión sobre los profesores, les protegen, aunque es posible que estén equivocados.

-¿También es posible que en la actualidad los padres depositen demasiada responsabilidad en los profesores sobre la educación de sus hijos, más allá de la enseñanza de conocimientos?

-Lo que ocurre es que aún no se ha consolidado el concepto de comunidad escolar, es decir, que haya una responsabilidad compartida en la educación, ya que no solo corresponde a los profesores, sino también a las familias, sin duda, pero incluso a la sociedad en general y los medios de comunicación. Todos somos responsables. En ese sentido, si el concepto de comunidad escolar estuviera mucho más instalado y hubiera sido internalizado por parte de todos, no cabría esto de echar más culpas o cargar más responsabilidad sobre solo uno de los componentes.

-Desde el punto de vista antropológico, su especialidad, ¿cómo ha evolucionado la educación en España?

-Existe el hecho fundamental de que la diversidad se ha generalizado, en el alumnado y en la propia comunidad escolar. Se ha instalado y se ha hecho un componente fundamental. Antes, las escuelas eran sociedades homogéneas, la gente compartía todos los elementos de la cultura. Si acaso, solo había diferencias de clase. Pero ahora no, hay diferencias culturales en el sentido estricto de la palabra y nuestros alumnos proceden de contextos culturales diversos. Sin embargo el profesorado no ha sido educado en la diversidad. A muchos les ha pillado ya formados y sin recursos para poder atenderla con eficiencia.

-¿Esta educación en la diversidad para los profesores que propone podría ser una asignatura o al menos un aspecto a tener en cuenta a la hora de formar a los nuevos profesionales?

-No debe ser una asignatura, sino algo transversal, que afecte al conjunto de todas las asignaturas. Porque además tiene mucho que ver con las formas de vida, con las pautas de convivencia, con saber interpretar los comportamientos y las reacciones de los alumnos. Esto afecta a cualquier asignatura y programa y no se reformaría suficientemente implantando asignaturas como Educación para la Ciudadanía, por ejemplo, o Educación para la Diversidad. Por otra parte, solo se aprende a ser tolerante, que es el principio fundamental del reconocimiento de la diversidad, por el simple hecho de convivir con la gente. Y además la convivencia se lleva en la vida diaria, no solo en un aula, que no deja de ser solo un momento. Donde realmente la convivencia y la tolerancia se prueban es en la sociedad en general. En ese sentido, el profesorado debería estar también conviviendo con gente diversa para poder trasladar esta actitud de reconocimiento de la diversidad y tolerancia a las aulas.

-¿La velocidad con la que avanza la sociedad es un obstáculo o puede llegar a ser una vía para mejorar la educación?

-Considero que es ambivalente. Por un lado, la implantación de la tecnología es un símbolo de progreso, pero por otro lado hay una especie de pérdida de condición humana con la dependencia extrema de la tecnología. Nos hacemos casi más robots y dejamos de ser más personas, seres humanos. Pero es un problema de la sociedad actual, no solo de la educación, que aún no tiene resuelto.

-¿Hacia dónde se avanza?

-Por un lado nos asusta y por otro nos atrae. No es fácil saber cómo vamos a resolver esto y lo mantenemos en una contradicción extrema, porque no se puede estar a espaldas de ello y trae beneficios más que evidentes. Sin embargo, en el terreno de la comunicación interpersonal se da la paradoja de estar implicados en múltiples roles pero desde la soledad. Es un asunto que no tenemos fácilmente resuelto.

-¿Qué características tiene que tener el docente del futuro próximo, ya introducido en el sistema?

-Es un perfil muy dinámico que va cambiando con el tiempo. La adaptabilidad y plasticidad del docente es continua. De hecho, mis maestros eran de otra manera totalmente diferente a mis alumnos que ya ejercen de profesores. Lo que se percibe es que el ser humano, por su condición, es plástico, tienen una enorme capacidad de adaptación y este carácter de plasticidad en la formación debería ser intensificado. Con ello quiero decir que los profesores deberíamos mantener en este sentido no solo la mente abierta, sino también nuestro propio estilo de trabajo abierto para ir adaptándonos a las nuevas circunstancias y situaciones que va presentando la educación en los tiempos actuales.

-¿La labor del profesor está valorada por la sociedad?

-En términos absolutos no pero en términos relativos es difícil responder la pregunta. En comparación con otros países puede que allí esté mejor valorado el profesional, traducido en términos de salario y sobre todo de reconocimiento social, que se obtiene por parte de los propios alumnos a lo largo del tiempo. Este criterio de valoración es el que nos gustaría que estuviera más en vigor, independientemente de que los salarios deberían ser más altos, como ocurre con tantos otros sectores.