Aunque ya han pasado varios días desde los atentados del viernes, la tranquilidad está aún lejos de llegar a la ciudad del Sena. La operación policial llevada a cabo ayer en el barrio de Saint Denis, que se saldó con dos terroristas muertos y ocho sospechosos detenidos, hizo que se volvieran a disparar las alarmas en unas jornadas que han transcurrido entre continuos desalojos y amenazas de bomba tanto en territorio galo como fuera de sus fronteras.

Marie Fernández, natural de la localidad zamorana de Granja de Moreruela, reside en Asniéres-sur-Seine, a unos tres kilómetros de Saint Denis. La granjeña cuenta cómo se encontraba aún en la cama cuando la despertó el revuelo de sirenas y policía que se desplazaban por su barrio, a las afueras de París, para llegar hasta el lugar donde se encontraban los terroristas. "Alrededor de las cinco de la mañana oí unos ruidos como de petardos, como si fueran fuegos artificiales, pero lo que me asustó fueron las sirenas y los helicópteros", relata Marie. Entonces, cuando encendió la televisión, se dio cuenta de lo que estaba pasando. "Era como estar en una película de acción. El ruido era atronador", comenta aún impactada.

Debido a la gravedad de la situación, ella y su pareja decidieron no llevar a los niños al colegio. Marie cuenta cómo Lucas y Emma -de nueve y cuatro años respectivamente-, pese a su corta edad, también están afectados por la situación francesa. "Emma no duerme bien, tiene cuatro años y, aunque no sabe lo que ocurre, detecta que la situación no es normal. Lucas sí lo sabe porque en el colegio les explican lo que ha pasado y nosotros también les hablamos, aunque procuramos no tener encendida durante mucho tiempo la televisión", detalla la zamorana mientras cuenta cómo, sin ir más lejos, el lunes tenían que visitar la basílica de Saint Denis con el colegio, pero todas las actividades que incluyan la salida del centro se han suspendido. "Lucas me dice que no entiende por qué matan, que lo de matar es en los juegos de la Nintendo", lamenta. Marie Fernández vive a poca distancia de Gennevilliers, cerca de Saint Denis, donde se asienta una de las mezquitas más radicales del país. "Estamos en una zona que en Francia llaman el Triángulo de las Armas (ruta de armas) y, aunque vivimos un país laico donde la religión debería quedar en el ámbito privado, cada vez retrocedemos más", lamenta la granjeña.

Como ella, muchos emigrantes más se encuentran en territorio galo y viven en primera persona una situación que el presidente Hollande ha calificado de "guerra". Ana Mendoza, una joven traductora de 22 años residente en París, cuenta cómo se fue a Normandía el viernes y ha decidido prolongar la visita hasta que la situación se normalice. "Vine a pasar el fin de semana a la espera de tener alguna entrevista en los próximos días, pero después de lo que ha pasado prefiero esperar aquí", cuenta la zamorana que reconoce que, desde la lejanía, están siguiendo la actualidad por televisión. "La gente está asustada y muchos deciden quedarse en sus casas ante lo que pueda pasar, ya que además hay algunos cortes en el transporte público, sobre todo en los trenes, que dan la confirmación de salida a última hora. Yo tengo una amiga que ha decidido incluso volverse a España", relata Mendoza que confiesa "no tener miedo" a un nuevo ataque debido a las grandes medidas de seguridad.

Pascual Real, otro zamorano que vivió durante décadas en París, regresó el martes a la ciudad francesa y, desde la céntrica zona de Montparnasse, comenta cómo más que miedo o recelo, lo que más reflejan los rostros estos días es melancolía. "Están muy pendientes de las noticias y la gente parece triste, pero están tranquilos dentro de la gravedad de la situación, aunque cuando pasa una sirena a la gente se le abren los ojos", relata Real, que permanecerá hasta la semana que viene en París. "Se ve mucha seguridad en las calles y sigue habiendo un gran número de turistas. Dentro de unos días seguramente haya pasado todo y la ciudad volverá a la normalidad. París es así", concluye.

Elisa Carrión, periodista zamorana que trabaja actualmente en París, también recalca el fuerte aumento de las medidas de seguridad mientras la ciudad intenta volver a la vida normal. "Debido al estado de urgencia, las manifestaciones están prohibidas, pero las iniciativas se multiplican en las redes sociales", relata. Además del llamamiento a acudir a las terrazas de los bares "Facebook convoca a través de un evento a poner velas en los balcones como símbolo de apoyo a los familiares de las víctimas. Otro evento que circula por la red, con 14.000 participantes, se llama "Paris est toujours une fete", París es todavía una fiesta, e invita, desde hace 4 días, a reproducir una lista de música a las siete de la tarde" comenta Carrión. En las calles y plazas, los mensajes de condolencias y amor conviven también con letreros de ciudadanos musulmanes que muestran su repulsa a un atentado que les ha colocado en el centro de las miradas. "En la place la République había un letrero en árabe y francés que decía "Soy musulmán, no terrorista. Os queremos"", relata la periodista, que también destaca la pintada de un fresco con el lema de la ciudad de París que resume su situación: "Es batida por las olas, pero no hundida".