-¿Cómo encuentra a esas personas a las que asiste como abogado cuando llegan al país?

-Cuando ya han llegado al interior del país y ha pasado esa medio euforia por haber escapado de lo más duro, cuando se enfrentan a la solicitud de asilo, a la entrevista normalmente en comisaría, que es muy dura, muy larga, por recordar todo el calvario sufrido, se vienen abajo.

-¿Cuál es su estado de ánimo?

-Nos encontramos con el dolor en carne viva, con cómo les causa un auténtico trauma recordar, les ves con el pánico en los ojos. A algunos les da miedo bajar en las comisarías a hacerse las fotos para la documentación para solicitar el asilo, creen que les llevan al calabozo para pegarles y hay que explicarles que no, que se les lleva para hacerles las fotos. Hay que decirles "no tengas miedo que eres un solicitante de asilo, que ni estás detenido, ni nada, que has venido por tu propio pie".

-¿Qué perspectivas tienen?

-Se les va la euforia de haber escapado de lo más duro y llega la incertidumbre de no saber qué va a pasar, con qué se van a enfrentar.

-¿El temor a la muerte continúa latente durante tiempo?

-Sí, se ve la desesperación y la dureza de lo vivido. De las asistencias que he hecho a lo largo de mi carrera como profesional, las más duras, sin duda, son las de asilo.

-Los refugiados que llegarán de Siria, ¿vendrán en condiciones límite, no solo económicas, sino psicológicas?

-Después del peregrinaje y del tiempo que va pasando, creo que sí. No soy nada optimista, no me espero nada bueno. Como abogados, lo primero es formarnos, tener las ideas claras y las armas legales a nuestro alcance.

-¿Todos los asilados vienen sin medios económicos o con muy pocos recursos?

-Con ninguno.

-¿Normalmente, quienes salen de esos países son los que tienen más recursos económicos?

-Hay de todo, interviene sobre todo la suerte. Siempre el que tiene más medios económicos tiene más suerte, está claro, pero la suerte es decisiva, suerte de que no se hunda la patera en la que vengo; suerte de que no sea mi grupo el interceptado en la frontera y que dé un paso atrás; suerte de estar en un grupo en el que me manden a un país donde tendré una acogida mejor que en otro. Hungría, por ejemplo, rechaza el 90% de las solicitudes de asilo que recibe; mientras que en los países del norte, Noruega o Finlandia, las admitidas superan el 70%.

-La imagen que se proyecta de la Hungría insolidaria y poco generosa, ¿hay que relativizarla cuando se es frontera o esos países son muy duros a la hora de acoger a asilados?

-España también es frontera Sur, también tenemos un problema, a lo mejor no tan serio o tan acuciante en este momento de pico como en Hungría, pero muy serio. ¿Quiénes son los insolidarios, ellos que no pueden más o nosotros que decimos "no, quédatelos tú, que yo estoy en el interior y a mí, salvo que me vengan por avión, no me van a tocar, no soy país frontera".

-¿Cómo se resolvería ese problema que tiene España?, ¿qué cauces de solución hay?

-Desde las instituciones es tan fácil como interviniendo en los países de procedencia, no en el sentido político, sino en el económico: la mayoría de los conflictos están provocados por el hambre, no por la política en sí. Si invertimos allí, posiblemente los conflictos terminen mucho antes, tendrán con mayor dificultad revoluciones y problemas internos. Si los países no las planifican, a lo mejor hay que ayudarles y evitar así que se produzcan estos conflictos y tantos millones de desplazados.

-¿Sería mucho más económico llevar a cabo ese tipo de actuaciones que acogerles y afrontar los gastos que conlleva?

-Si hablamos de economía monetaria, sin duda; y, si lo hacemos en economía humanitaria, ni te cuento.

-¿Por qué Europa sigue poniendo puertas al hambre?, algo imposible con los conflictos bélicos provocados con la venta de armas, por ejemplo.

-Los intereses económicos de Europa en los países del Tercer Mundo se me escapan, los entienden ellos.

-Y ahí está la clave, ¿no?

-Efectivamente, ahí esa es clave.

-Y tratar de impedir la huida del hambre y de la guerra es inútil...

-Es imposible poner puertas el hambre. ¿Qué más me da que me amenacen con penas de prisión como hacen Hungría u otros países? Rumanía ya consideraba delito la entrada o salida ilegal del país. Si entran 200.000 de repente, ya pueden ir preparando centros penitenciarios para meterles y, si me vengo huyendo de la muerte, ¿qué más me da que me metas en una prisión?, de momento, me libro de la muerte. Es poner puertas al campo, es inútil.

-¿No habrá solución si no se comienza a invertir y se deja que prosperen sus economías?

-Claro, hay que empezar a pensar en grande, es decir, en volúmenes de gente, de problemas. Antes al pensar en asilados, lo hacíamos en uno o dos, en un librepensador que ha escrito un libro, pobre hombre, viene solo o con su familia?, pero, cuando hablamos de un conflicto bélico, el volumen de desplazados es enorme y el de solicitudes de refugiado también, muy, muy serio. Incluso, ahora, con Siria, estamos hablando de un porcentaje bajísimo de refugiados, hay muchísimos más.

-¿Abocados a la muerte?

-Están abocados a salir como puedan, de manera irregular, en la peor de las condiciones, favoreciendo mafias, seguro, que con políticas tan restrictivas es lo que estamos provocando.

-¿Ahí hay un negocio que a nadie le interesa desmontar?

-Sin duda, no sé si a nadie, pero sí, sin duda, lo hay.