Como un niño con zapatos nuevos. Pablo Carbonell regresa con su grupo emblemático de los años 80, Toreros Muertos, con la misma ilusión y tono irreverente de siempre. Enamorado del cine, aunque sin proyectos a la vista, promete una actuación guiada por la improvisación y su particular toque canalla. El hombre espectáculo participa esta noche, a las 22.00 horas, en el ciclo Noches de Humor en el Castillo.

-En su primera visita a Zamora regresa a sus orígenes como cantante, ¿qué se va a encontrar el público con el espectáculo "Canción cómica"?

-Hago lo que hace mucho tiempo: presento una canción, la canto, a veces tengo el acierto de meter un chiste? Intento reivindicar mi lado poético y hacer un desnudo psicológico de mí mismo. Pero todo depende de las situaciones atmosféricas y ambientales. En realidad, nunca sé muy bien lo que voy a ofrecer.

-¿En su espectáculo prima entonces la improvisación?

-Se puede decir que se adapta a la temperatura del local y a las condiciones del público. Por ejemplo, nunca he actuado en una despedida de soltera y ahí seguramente la situación sería totalmente diferente.

-Este año vuelve a unir a su grupo, Toreros Muertos. ¿Cómo ha sido el recibimiento?

-El pasado 28 de febrero grabamos un disco en el Gran Teatro Falla de Cádiz, que nos pareció un sitio muy adecuado para recoger nuestra andadura, y en el que incluimos canciones nuevas. Tras este recopilatorio, el siguiente paso es hacer nuevas canciones e incluso nos presentaremos en el festival Sonorama. La recepción ha sido muy buena, pero como no nos gusta dormirnos en los laureles queremos dar un paso adelante y no quedarnos como un grupo para nostálgicos.

-¿Se van a actualizar para captar al público joven?

-Y a ver si ligamos con chicas más jóvenes (risas). En realidad, yo mismo estoy sorprendido de la vigencia de nuestro antiguo repertorio, lleno de lo que se podría definir como "anticanciones". Ahora la gente escucha una música que tira a comatosa.

-¿Ese es su análisis de la música actual?

-Creo que hay cantantes a los que les sacan sangre antes de salir al escenario. A veces sospecho que esto lo han inventado en el Centro Nacional de Inteligencia para crear una especie de camisas de fuerza mentales o psicológicas para la juventud de ahora y así dejarlos adormilados. La música de ahora es como la heroína de los años 80.

-¿Será su misión despertarlos de ese letargo?

-Los Toreros Muertos siempre hemos sido un poco irreverentes, aunque más con la sociedad que a nivel político o institucional. Siempre hemos sido un revulsivo social y habitualmente de burla hacia el "star system". Tampoco puedo decir que seamos un grupo de canción protesta al uso, pero estamos bastante sorprendidos de la vigencia que tenemos.

-¿Es momento de hacer canción reivindicativa en el plano político?

-No, porque nosotros siempre hemos sido un grupo bufo y no hemos conseguido madurar. Hoy (por ayer) cumplo 53 años y sigo yendo por la calle en pantalón corto. La madurez es una absoluta estafa y aunque la gente simula que madura, todos seguimos siendo niños. Y los Toreros Muertos tienen un carácter lúdico que no se pueden quitar de encima.

-Pero al menos personalmente, ¿cómo está viviendo los últimos cambios políticos?

-Los vivo con bastante ilusión, pensando en que España va a cambiar un poco a distintos niveles. Sin embargo, el último disgusto que me he llevado ha sido tras la noticia del español que ha matado al león más grande de Zimbabue. Parece ser que estamos a la cabeza no solo de gastar dinero en fútbol, sino también en matar a piezas furtivas. Me decepciona mi país, donde cuando anuncio que ha muerto Javier Krahe, que era un modestísimo poeta y una persona modélica, inmediatamente hay gente que lo llama sinvergüenza y subvencionado, cuando, por ejemplo, Aznar sí es un subvencionado, o toda la casta política o del fútbol. Me pregunto por qué este país es tan burro y tan bruto. Puedo referirme a estas situaciones de esta manera o apostar por una actitud diferente y tener una vía de escape con mis canciones y mis bromas. Es que si lo llevo mal, me duele el estómago. Prefiero ser como Dario Fo, que aboga por mezclar el hambre y las ganas de cambio con el circo y los payasos. Si no, la gente diría que soy un pelmazo.

-¿Echa de menos su etapa en la televisión, con programas como Caiga Quien Caiga, que en cierto modo humanizó a los políticos, antes tan inaccesibles?

-Fue un gran error, cometí la tontería de pensar que los políticos eran seres humanos y me equivoqué totalmente. Confundí que se rieran de las tonterías que yo les preguntaba con que fueran humanos. Se pueden contar con los dedos de una mano los políticos que en España hacen de su profesión una labor altruista. La gran mayoría está calentando la silla y esperando su cargo de consejero. Y cuando llega, el único consejo que dan es "págame 200.000 euros al año y ya verás qué bien te va". No creo que puedan opinar mucho más en una gran empresa privatizada. En CQC estuve muy torpe y humanicé a gente que no lo era.

-¿En qué faceta se siente más cómodo: actor, humorista o cantante?

-Prácticamente siempre hago lo mismo, muchas facetas pero en distintas disciplinas, aunque siempre para divertirme. A mí todos los personajes que me dan los convierto en gente extraña, porque carezco del don de la normalidad.

-Pero ha podido vivir de ello.

-Depende de la paciencia de la gente, que conmigo ha tenido mucha. Por no golpearme o tirarme cosas al escenario, sale de mis espectáculos siendo mejores personas. Mejorar la especie debe ser mi misión en este mundo.

-¿El toque canallla es algo intrínseco en toda su carrera?

-A veces me llaman canalla, otras gamberro. Pero soy un padre de familia, creo que ejemplar, aunque no tan bueno como lo fue mi padre. Ese toque gamberro es un poco iconoclasta, porque no voy rompiendo farolas ni mobiliario urbano. Soy muy moderado.

-También tiene su faceta seria, como en su reciente participación en los cursos de verano de la Universidad de Málaga, donde impartió una conferencia sobre cine español.

-No es la primera conferencia que doy sobre cine. Soy un señor autodidacta, cuyas conclusiones nacen de mi propia experiencia y no me preparo las conferencias, con lo cual no son aburridas. Me limito a contar lo que he visto y a través de mis ojos la gente ve cine y afán, ilusión, inquietud, complicidad, creación? y todo eso es lo que yo siento por el cine. Y no tengo una faceta seria, porque en mi conferencia se reían mucho.

-Con todos esos sentimientos, ¿no tiene el gusanillo de volver al cine?

-En realidad me han apartado de esta faceta. Yo he escrito guiones pero ya me dijo Diego Galán que hacer la segunda película es más difícil que la primera. Y yo hasta que no se den las condiciones de la primera no pienso hacer la segunda. Es una lástima, porque estaría muy bien que hiciera otra película. Y no es algo que diga yo, sino que me lo pide mucha gente. Hubiera querido hacer una segunda parte de "Atún y chocolate" y ya se me ha muerto Pedro Reyes y también Javier Krahe, que también tenía su participación en la película. Una lástima.

-¿Se acordará del cantautor en su actuación de hoy en Zamora?

-Adoro a Javier Krahe y cantaré su canción "El cromosoma", que considero que es como su testimonio y legado, donde habla sobre sus pretensiones eternas.