Carmelo Martínez recibió ayer por la mañana la noticia que llevaba ya días temiéndose. Su amigo, el padre Pajares, el religioso enfermo de ébola que fue trasladado a España la pasada semana, fallecía en el hospital Carlos III. "Cuando estábamos todos esperanzados porque el suero parecía que le iba bien, esta mañana nos comunican que ha pasado lo peor", se lamenta el religioso zamorano, que compartió con Pajares más de catorce años al servicio de la Orden de San Juan de Dios en Madrid. En esa misma ciudad asistirá hoy con su familia al funeral por el alma de su amigo.

-¿En África la Orden sigue teniendo actividad pese a las dificultades?

-Sí. El hospital de Monrovia se cerró por el gobierno, pero aún queda un equipo formado totalmente por voluntarios que siguen atendiendo. Y se siguen recibiendo donativos para reabrirlo.

-¿Qué opina de la gente que critica la decisión de que no se cobrase a la Orden por el traslado del hermano Pajares?

-Primero nos criticaban porque decían que lo estábamos dejando morir allí y luego criticaron que lo trajéramos. Nuestra ONG, Juan Ciudad, había recaudado fondos para pagar su vuelta porque habían recibido donativos y se había solicitado una partida a todas las casas de la orden. Si el Gobierno hubiese pedido que pagásemos, lo habríamos traído igual. También pagaron un buen pellizco por los cooperantes que secuestraron para poderlos traer de regreso a España. Fue una buena decisión repatriarlo.

-¿Cómo es la situación de los compañeros que han quedado allí?

-Quedan pocos, porque muchos se han ido y otros tantos han muerto ya. Apenas queda el administrador y algún colaborador porque el resto escaparon por el miedo al contagio.

-Tiene que ser muy duro saber que estás allí y puedes contagiarse tan fácilmente.

- Psicológicamente es muy distinto lo que piensas cuando estás allí, porque si ves que tienes que cumplir tu deber y actuar, parece que Dios te da la gracia y la sangre fría. Y no tienes miedo.

-¿Están muy poco preparados para atender epidemias de este estilo?

-El de Monrovia era muy buen hospital, pero quizá en Sierra Leona estén mejor equipados. Hay un médico muy eminente, el hermano Manuel Viejo, de setenta años, que regresará a finales de mes si la situación lo permite.

-¿Conoce a otros de los hermanos fallecidos?

-Sí. El hermano Patrick vino a visitarme a Burgos un par de días con el padre Pajares. Miguel y yo éramos muy amigos. Conocía a toda mi familia porque, además de estar como formador en África, trabajó en Palencia y León conmigo y con mi hermana en el psiquiátrico. Después de los 65 años se volvió a Liberia como capellán y superior.

-¿Estaba contento allí?

-Era feliz. Vino a España en abril y mayo y le dijeron que se quedara, pero él quiso volver a ver si podía tirar de ellos y ayudar a los demás. Cuando se infectó el hermano Patrick, él le atendía personalmente y no permitía que otro le aseara o le diera la comida cuando él no podía hacerlo. Y por eso se infectó. Solamente queda allí una hermana que de momento no ha sido contaminada.

-¿La Orden mandará refuerzos?

-Sí. El otro día dieron una rueda de prensa en la que anunciaron mis superiores que enviarán más refuerzos a Liberia, entre ellos otro compañero de la misma promoción y edad que Pajares, el hermano Justino, ahora destinado en Burgos y que estuvo allí muchos años. Y en caso de que se produzca una infección similar, seguiríamos el mismo protocolo. La pena es que por exigencias de arriba no pudimos traer más enfermos porque no les permitían entrar en el país, pero la intención de la orden era traer a todos los que pudiera a España.

-¿Apoyan mucho a los hermanos que tienen destinados en misiones?

-Siempre. Cuando la guerra en Liberia, los obligaron a volverse, aunque al principio algunos de ellos como el hermano Justino no querían dejar el país.

-¿Con esta crisis se ha dado a conocer el trabajo de los misioneros de su orden, que quizá había pasado desapercibida?

-Antes, cuando mi hermano estaba a cargo de las nuevas afiliaciones, teníamos voluntarios a tutiplén. Ahora apenas hay. Los voluntarios no tienen que tener conocimientos de enfermería, simplemente se le hacen unas preguntas y se le ubica donde pueda ayudar. Además de eso, la orden emplea a centenares de personas en los distintos hospitales.

-¿Cree que se ha tratado bien el caso del padre Pajares desde los medios?

-Sí. Se han volcado con él y necesitábamos también un empujón anímico de que se reconociese el trabajo. Con los recortes, nos habían asignado muchos menos enfermos y por tanto, teníamos menos disponibilidad para poder contratar y menos liquidez económica. Y ahora la gente puede que valore más la labor que hacemos en España y en las misiones.

-Pero también habrá sido un varapalo anímico por la muerte de un compañero que ha ayudado toda la vida a los demás.

-Estamos todos los hermanos destrozados. Además, Pajares era muy conocido dentro de la orden y nos llevábamos casi como una familia. Yo personalmente he estado en su pueblo, en Iglesuelas, cientos de veces en los catorce años en los que estuvimos juntos en Madrid. Y siempre, cuando venía a sus chequeos, quedábamos y nos veíamos un par de días.

-A nivel de medios, se ha empezado a conocer su trabajo ahora a raíz de esta crisis.

-Depende de las ciudades. En Madrid el hospital de San Rafael, que es de la orden, es un referente. En Zamora la orden no es tan conocida porque no tenemos casa. Nos daban la residencia de Villarrín de Campos para que la lleváramos nosotros porque hay un hermano mártir de la orden que es zamorano, el villaralbino Ángel Sastre Corporales, pero finalmente no nos pudimos hacer cargo de ella.

-¿A qué se dedican principalmente?

-La Orden siempre se ha dedicado gratuitamente a las personas a las que no quería nadie. En el hospital en el que trabajaba en Madrid había trescientos enfermos terminales de poliomielitis porque no los aceptaban en otro sitio y los atendíamos gratis.

-¿Aquí en España sus centros son de pago?

-Algunos hospitales sí porque están asociados a las mutuas y son de gestión privada, pero tenemos varios albergues que son totalmente gratuitos. Se atiende hasta a 300 personas y se les da de comer, se asean, se lava su ropa?

-¿Cuál es el objetivo de su presencia en países de África y Latinoamérica?

-Nuestra misión es llegar allí donde no puede llegar el Estado. Siempre hemos estado allí. Siempre hemos atendido a quien lo ha necesitado porque si no recogíamos nosotros a los enfermos se quedaban tirados en la calle como pasó en Italia.

-¿Ustedes van destinados voluntariamente o se les asigna un sitio?

-Normalmente nos dicen un destino. Yo por ejemplo rechacé el primer lugar a donde me quisieron enviar, que era a África, porque no me atrevía porque no conocía bien el inglés. Y después me destinaron a Bolivia y allí fui la persona más feliz del mundo porque ves lo que es verdaderamente una misión. Todo era gratuito y había días que ponía más de 400 inyecciones. Nuestra labor era plenamente humanitaria.

-¿La situación en África es peor que la que se encontró usted en Latinoamérica?

-Depende, porque, por ejemplo, a nivel de saneamiento, los colonizadores ingleses dejaron mucho mejor sistema del que había en Bolivia. Allí la higiene era similar a la Edad Media española. También cuentan con la ventaja de que la orden siempre se ha volcado con África,

-¿Dentro de la orden tienen sistema de voluntariado seglar o solamente atienden religiosos?

- Tenemos un sistema de voluntarios que funciona tanto en casas como en misiones. Se ponen en contacto con nosotros y nos dicen destinos con los que les interesaría colaborar y gestionamos sus viajes. No tienen por qué ser religiosos, pero tienen que respetar el ideario de la orden. Nuestros centros son católicos, pero aconfesionales: atendemos a cualquiera sea de la religión que sea.

-¿Hay que desterrar el prejuicio de las misiones evangelizadoras?

-Totalmente. Allí tenemos pleno respeto y nunca nos hemos metido en temas religiosos.

Carmelo Martínez, más de 40 años al servicio de los desfavorecidos

La vida de Carmelo siempre ha estado destinada a servir a quienes menos recursos tienen, a los más desamparados. Cuenta cómo se encontró desbordado en su primera misión fuera de España, en Cochabamba (Bolivia) donde ponía más de 400 inyecciones diarias. A su regreso a España, se volvió a encontrar con las necesidades de otros enfermos mentales en el psiquiátrico de Palencia y de otros pacientes de extrema gravedad tanto en Madrid como en Burgos, donde reside actualmente. Aunque ya se ha jubilado, continúa acompañando a las familias de los enfermos terminales. "Allí tenemos a los que han escogido de entre los que están peor, a los que tienen problemas de comportamiento, a los que tienen escaras de pasar mucho tiempo tumbados? Pero estamos preparados para ello. Y sé que cuando vuelva, más de la mitad no estarán allí", cuenta el religioso.

Una familia entera dedicada a la organización religiosa

La familia Martínez Gil es un caso ejemplar de vida dedicada a la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios. José Luis, hermano gemelo de Carmelo, se encuentra ahora en Roma como superior dentro de la organización, después de pasar más de dieciocho años encargándose personalmente de los cuidados del Papa Juan Pablo II. Los dos hermanos, ambos enfermeros de profesión, han dedicado toda su vida a los demás de forma paralela dentro de la Orden. Carmelo cuenta, divertido cómo, en una visita a su hermano en el Vaticano, se quedó petrificado cuando el Papa se dirigió a él personalmente durante una Comunión en la Basílica de San Pedro, que visitó también más tarde con su madre. Su hermana Josefa también se ha dedicado durante más de tres décadas al cuidado de los enfermos en el hospital psiquiátrico que la Orden gestiona en Palencia. Además, pertenece a ella como seglar, ya que hace unos años le entregaron una carta de Hermandad por la que tiene los mismos derechos que los religiosos que forman parte de la Orden.