El deterioro temporal, la acción de arbustos y plantas y la falta de mantenimiento han llevado al Ministerio de Cultura a programar un conjunto de reparaciones en cinco sectores diferentes de la Muralla que envuelve el casco histórico de la ciudad. Ayer mismo, el Boletín Oficial del Estado daba publicidad a la licitación de los proyectos elaborados por el arquitecto Francisco Somoza para reparar los daños perceptibles en el Portillo de la Lealtad, Peñas de Santa Marta, cuesta de los Pepinos y las rondas de Santa Ana y Degolladero.

La memoria del proyecto -que requiere de una inversión de 801.000 euros- describe la situación, en algunos casos muy grave, de algunas partes del primer y segundo recinto amurallado, edificado entre los siglos XII y XIII. El deterioro es muy visible, por ejemplo, en la recién bautizada Puerta de la Lealtad. En este punto, el trabajo de Somoza apunta como agentes del problema la aplicación «desacertada» de morteros de cemento, la acción de las raíces de plantas de enredadera, la rotura de las fábricas y el desprendimiento de algunos sectores.

El estudio recuerda que el propio Luis Menéndez Pidal -que intervino en buena parte de los bienes medievales de la ciudad- ya trató el entonces Portillo de la Traición en 1967 con la reparación que alcanza el llamado Cubo de Valorio.

Los problemas en las Peñas de Santa Marta, por su parte, necesitaron del vallado de la zona para proteger a los viandantes de desprendimientos de la roca. La memoria clara en este punto que esta parte del lienzo medieval tiene menos consistencia dado que se edificó sobre las peñas de arenisca cuya altura ya constituía la principal defensa del interior de la ciudad. La construcción no necesitaba, por tanto, la misma solidez que en otras zonas.

Los citados derrumbes no son nuevos en una que sufrió, por ejemplo, las voladuras oportunas a mediados del siglo XIX para construir una carretera general que hasta esa fecha no existía. El análisis llevado a cabo en 1984 certificaba la existencia de «fuertes agrietamientos» en los bloques, que se recomiendan «demoler» para evitar males mayores.

Las reparaciones también incluirán mejoras en la llamada cuesta de los Pepinos y en la muralla de Santa Ana, cuya historia recoge algunas curiosas anécdotas. Según recoge el proyecto de intervención, en noviembre de 1913 los vecinos del barrio de La Lana pidieron el derribo de la Puerta de Santa Ana, una petición recogida por el Ayuntamiento por «ciertos intereses electoralistas». El arquitecto Francisco Ferriol, diseñador del antiguo teatro Ramos Carrión, avaló la supresión de la estructura. Situaciones como aquella iniciaron un proceso de desmembramiento de la muralla. Hoy, muchos fragmentos de la estructura defensiva se encuentran descontextualizados.

La degradación es «importante» en la ronda del Degolladero. El origen hay que encontrarlo en «embolsamientos de agua». La que procede del riego de jardines o de piscinas en desuso en algunos casos. Todo sumado a la degradación de una piedra «blanda» como la arenisca. «El desprendimiento de algunas partes nos obliga a destinar una pequeña partida presupuestaria para una consolidación que evite riesgos inmediatos», apunta un proyecto que intenta curar las «heridas» del viejo lienzo medieval que aún protege la ciudad.