Cuando este domingo el diario El País desvelaba que el ultraderechista Emilio Hellín trabaja actualmente para la Policía y la Guardia Civil tras cumplir 14 años de condena por el asesinato de la joven Yolanda González, a muchos zamoranos les sonaba la música. Y no era porque el nombre de Hellín Moro hubiese sonado decenas de veces en los medios de comunicación en la década de los ochenta, que lo hizo, sino por su pasado zamorano. Colaborador de las fuerzas de seguridad y con un nuevo nombre que pretende enmascarar su oscuro pasado, Emilio Hellín vivió buena parte de su condena en la Prisión Provincial de Zamora. Los muros del viejo penitenciario le dieron fortuna al miembro de Fuerza Nueva. En 1987, Hellín aprovechó un polémico permiso de cinco días para fugarse a Paraguay, previo paso por Portugal y Brasil. Lo había intentado ya dos veces sin suerte. Tres años después, la justicia paraguaya lo devolvió a su segunda casa: Zamora. De aquí a Jaén y, después, libre.

La peripecia, a la sombra de la gran fuga de la cárcel zamorana protagonizada por los miembros del GRAPO en 1979, es un capítulo más de una historia que tiene ahora un nuevo capítulo. Tras descerrajar dos tiros en un descampado madrileño a la joven socialista Yolanda González, el ultraderechista solo cumpliría 14 de los 43 años a los que fue condenado en 1982 por la Audiencia Nacional. Los familiares de la joven asesinada no podrían imaginar entonces que Emilio Hellín, hoy Luis Enrique Hellín según ha desvelado El País, estaría en libertad en menos de tres lustros y cobrando del Ministerio de Interior por colaborar como asesor en informática, nuevas tecnologías e inteligencia.

Por eso les suena la música a los zamoranos, que lo tuvieron como huésped durante buena parte de su condena en la antigua prisión provincial, clausurada en 1994. Allí llegó después de intentar fugarse en dos ocasiones, incapaz de asumir la losa de esos 43 años.

La historia se inició cuando Hellín y otro militante ultraderechista, Ignacio Abad, secuestraron a la joven vasca Yolanda González, de solo 19 años. Tras achacarle una inexistente vinculación con la banda terrorista ETA, ambos acabaron con su vida. Antes de ser condenado por asesinato y otros cargos, Emilio Hellín ingresó en la cárcel de Alcalá de Henares, de la que se fugó junto a diez presos comunes. A las pocas horas, era detenido.

Las autoridades penitenciarias lo declararon entonces preso "especialmente peligroso", lo que motivó su traslado a la cárcel de Herrera de la Mancha, en Ciudad Real, el penitenciario más seguro de todo el país. De allí, a Cartagena. Cerca de su familia, tenía mujer y tres hijos. De nuevo, el intento de fuga. Fallido.

Pero algo cambió cuando el juez de vigilancia penitenciaria de Valladolid, José Donato, concedió al reo un polémico permiso de seis días el 20 de febrero de 1987. Las sospechas sobre su posible fuga eran fundadas. Tal y como informó El Correo de Zamora el 27 de febrero de ese mismo año, Emilio Hellín no regresó.

La Dirección de la Prisión de Zamora apuntó que «en casos similares, lo normal es que cuando un recluso se retrasa en su reincorporación por motivos de fuerza mayor, avise por teléfono». Pero Hellín Moro no dio señales de vida. La Policía confirmó la "firme sospecha" de la huida. No se equivocaban, el preso y su familia ya estaban en Portugal, después en Brasil y muy pronto en Paraguay, país al dictado de Alfredo Stroessner.

En Paraguay inició una nueva vida, ocultó su pasado delictivo, y abrió una academia de informática. Hellín disfrutaba de una libertad no ganada hasta que la revista Interviú, según recuerda El País, descubrió y denunció su paradero en 1989, dos años después de su fuga. La justicia de Paraguay decidía entonces la extradición. Corría entonces el 21 de septiembre de 1990, cuando fue entregado a España. Tres días después, llegaba a la Prisión de Zamora en medio de fuertes medidas de seguridad. De nuevo, Zamora, su segunda casa.

En Zamora y en Jaén completó los 14 años que finalmente completó de los 43 iniciales, aunque la Justicia impedía superar un máximo de treinta. Así fue como Emilio Hellín, hoy rehabilitado como Luis Enrique Hellín y colaborador de Interior a sueldo, pasó a formar parte de la historia de la prisión provincial, recinto célebre por la citada fuga de los GRAPO, el paso de un joven Ricardo Sáinz de Ynestrillas, también ultraderechista. También conocida por albergar presos franquistas, mujeres, homosexuales descritos como «vagos y maleantes» y curas y religiosos que caminaban fuera del estricto dictado de la Iglesia. Aquello le valió el título a la prisión de Zamora de Cárcel Concordataria.

Seguro la información puesta al descubierto estos días recordará a Emilio Hellín, hoy Luis Enrique, sus vivencias entre los muros de Zamora, su segunda casa y ciudad talismán de unas vacaciones penitenciarias de tres años en Paraguay.