De andares rápidos, conversación animada y una sonrisa siempre en el rostro. Los que la conocen alaban de Sor Cari «lo generosa y servicial que es». «Eso es porque me deben de querer algo», dice riéndose Caridad Megía, religiosa de la orden de las Misioneras Cruzadas de la Iglesia que ayer recibió un homenaje en la Biblioteca Pública del Estado. En el emotivo acto distintos amigos le dedicaron unas palabras y el barítono Luis Santana le cantó temas de Rossini, Verdi o Falla.

«Me la han liado Loli Cuadrado, Luis Santana y unos cuantos más», afirma la religiosa y le falta tiempo para añadir: «Asombraíta me han dejado. Me emocionan porque no me lo esperaba, pero ahí se nota el amor que nos tenemos los cristianos». «Este acto también es una forma de mostrar el afecto que se tiene hacia las religiosas y las personas mayores que precisan de mucho cariño».

Natural de Valdepeñas, en Ciudad Real, su vocación surgió a raíz de que un misionero le habló de la bondad de Dios. «Quería transmitir ese mensaje». Procesó en 1949 y desde entonces ha estado en Madrid, en Cádiz y en Montehermoso, Las Urdes, donde fue muy feliz. «Teníamos escuela y por la noche, en el dispensario, atendíamos a los mozos y las mozas», describe. Desde hace más de 20 años está en Zamora. «Enseguida fui a dar catequesis de confirmación a la parroquia de San Lázaro, donde siempre ha estado colaborando». De esta etapa señala: «No daba catequesis, sino que todos compartíamos nuestro tiempo». Quizá esta filosofía ha hecho que con el paso de los años siga en contacto con sus pulilos. «He ido a muchos de sus enlaces, tengo muchas fotos de sus bodas y ahora de los bautizos de sus hijos», comenta con orgullo.

Aunque ahora cuenta con 86 años, se levanta muy temprano. «Antes de amanecer, si no hace demasiado frío, bajo al jardín y oro porque de otra manera me parece que peco». Esta costumbre le ha valido algunas palabras por parte del obispo de Zamora, Gregorio Martínez Sacristán. «En más de una ocasión ya me ha dicho que no sea tan imprudente», comenta restándole importancia y señalando la parcela del jardín de la que se encarga. «En primavera esto es una maravilla. A través de la naturaleza y de los animales se está más en contacto con Dios», subraya. «Ellos son una forma más de oración». También le gusta la música. «Es una forma bellísima de alabar al Señor», enfatiza. «Cuando nos visita Luis Santana me gusta pedirle que me acompañe a la capilla y que le cante».

Con 80 años se fue con otra hermana a Argentina «para ayudar a los pobres porque es mi deber». Estuvo en Formosa y la experiencia «fue estupenda». «Es gente que no tiene nada, pero es muy feliz aunque viva en una choza». «Hay que aprender a disfrutar con lo poco que se tenga».

Dice que como es «viejecita» y la mayor de la Comunidad de siete religiosas, por lo que «ya no» tiene oficio. No obstante, por la mañana atiende la portería y hace los recados. «Esta semana he ido un día a Santa Elena a por recetas para todas las hermanas y como llovía una señora, que iba con su madre al médico, me acercó en su coche. Se llama Josefina y su gesto es una prueba de que todavía hay mucha gente buena, pero la bondad, no es noticia», insiste. Ya por las tardes, visita a los ancianos. «Son los que más cariño necesitan». «A veces cuando acompaño a un enfermo no le digo nada, simplemente le cojo la mano y le demuestro mi cariño». «Ahora estamos muy deshumanizados».