En un día de sol radiante el parque de Las Viñas acogió el acto oficial de inauguración de la figura de Pablo Morillo, un humilde natural de Fuentesecas que supo hacerse un hueco en las más altas magistraturas del Ejército y el país a caballo de los siglos XVIII y XIX. Un nutrido grupo de ciudadanos arropó la puesta de largo de la estatua del guerrero, de gesto noble y solemne pose, diseñado por el malogrado escultor Ramón Abrantes y llevado a buen fin por su pupilo Ricardo Flecha.

La alcaldesa de Zamora, Rosa Valdeón, y el historiador Miguel Ángel Mateos descubrieron la placa inaugural, tapada hasta entonces por la seña bermeja, en la que se puede leer: «A Pablo Morillo, Conde de Cartagena y Marqués de la Puerta. Zamorano. Fuentesecas 1775-Bategas (Francia) 1837. Escultura de Ramón Abrantes donada al Excelentísimo Ayuntamiento de Zamora por cinco Reales Academias». Fue Miguel Ángel Mateos, como correspondiente de la Real Academia de la Historia -una de las cinco que donaron la escultura, junto con la de la Lengua, Artes de San Fernando, Nacional de Medicina y Ciencias Exactas, Física y Naturales- el encargado del discurso inaugural, en el que destacó los merecimientos del personaje para estar en un lugar de honor en la ciudad. Destacó el humilde nacimiento de Morillo en Fuentesecas y cómo, gracias a su «capacidad, inteligencia y bravura», llegó a la cúspide de la sociedad de su época. Aprovechando, eso sí, vientos favorables: «Sin el régimen liberal no hubiera llegado a general y se hubiera quedado en simple soldado». Y señaló lo a propósito que viene recordar figuras como las de Pablo Morillo para reflexionar sobre una efeméride que se va a cumplir dentro de poco, los 200 años de la pérdida del imperio de América.

Pero el discurso de Mateos no se quedó en literatura laudatoria del protagonista en bronce, sino que fue un auténtico homenaje al académico de la Historia Quintín Aldea, zamorano de Gema, de 90 años, auténtico impulsor del monumento. Un «brillante trabajador» que destacó especialmente en su investigación sobre el trabajo social de la Iglesia y el sindicalismo católico de 1920 a 1936, el siglo XVII y los diccionarios eclesiásticos. Glosó la figura de este jesuita de Gema «zamorano de todas las comarcas», embajador de una tierra «que no lo conoce a fondo».

A continuación tomó la palabra la alcaldesa, Rosa Valdeón quien quiso hacer de su discurso también «un homenaje» a tres zamoranos: Pablo Morillo, Ramón Abrantes y Quintín Aldea. De Morillo destacó y faceta de «gran militar y estratega», defensor de la libertad y la independencia y persona de origen humilde que «con trabajo y esfuerzo» llegó a las más altas cimas de la sociedad. De Abrantes alabó su «talento y creatividad» y reconoció que «la ciudad está en deuda» con su legado. De Quintín Aldea resaltó la relevancia de su figura en el mundo de la cultura. También agradeció la «generosidad» de Ricardo Flecha, autor material de la obra, de más de dos metros de alta, dibujada por Abrantes, pero que ha requerido bastante trabajo para sacar el boceto definitivo y materializarla.

Mateos y Valdeón, colocaron en la peana de la escultura una corona de laulel con la enseña patria y posteriormente la alcaldesa entregó un ramo de flores a la viuda de Abrantes, Piedad Isidro Ratón. La emocionada viuda recordó el encargo de la Academia y cómo Abrantes, más amante de la obra libre, se lo tomó con interés, y estuvo trabajando en su diseño hasta que la enfermedad que acabaría con su vida interrumpió la labor. El escultor dejó varias obras realizadas, entre ellas una maternidad que un grupo de amigos de Abrantes pretende que se coloque en San José Obrero, si bien la alcaldesa indicó que el asunto no está todavía cerrado. De hecho, el Ayuntamiento está diseñando algún tipo de reconocimiento de Ramón Abrantes, enfocado sobre todo a fomentar el conocimiento público de su obra.

La Banda de Música «Ciudad de Zamora», dirigida por el maestro Petit, interpretó tres pasodobles: «Amparito Roca», «España Cañí» y «El Gato Montés»

El acto de inauguración resultó, en fin, sencillo pero no exento de solemnidad y buen gusto. Estuvieron presentes numerosas autoridades, como la senadora Elvira Velasco, natural de Fuentesecas, como Pablo Morillo, el subdelegado de Defensa, coronel José Carracedo, el segundo jefe de la Comandancia de la Guardia Civil, Pablo Ramos, discípulos de Abrantes y amigos del escultor, como Antonio Pedrero, Tomás Crespo, Ángel Bariego o el escritor Braulio Llamero.