Son -ponentes, comunicantes..., esos que apuestan por Zamora como Patrimonio de la Humanidad- expertos en el arte románico, y participan en el Congreso. Acabadas las exposiciones en el Campus Universitario -teorías que se sustentan sobre el estudio de la realidad-, tales especialistas efectuaron ayer una detenida visita al patrimonio artístico de la ciudad, pues la singulariza. Era algo así como la parte práctica. Desde la Plaza Mayor, antaño de tratos y contratos, hasta la Catedral de grandes alarifes. Y, a su término, no eran parcos, no, en elogios hacia ese patrimonio.

El reloj del nuevo Consistorio marcaba las 18,45 de la tarde. Se emprendían las rutas -se formaron tres grupos- allí mismo, en San Juan de Puertanueva, templo que el Ayuntamiento de la ciudad quiso demoler a finales del XIX. (Los munícipes estaban empeñados en un proyecto de ensanche y alineación del espacio urbano). Las guías destacaban... Chiara Sportoletti, italiana de Siena, catorce años en España, resaltaba la portada meridional y el rosetón de la iglesia. Y, también, la torre, cuadrada y desmochada, que poseyó carácter defensivo, donde campeó Peromato. Y lo del Merlú, que es otro sonido. Constituía una delicia escucharle la descripción, con buena bibliografía, del Motín de la Trucha, en Santa María. «San Cipriano es el templo que más me gusta. El más bello», decía.

María Jesús Cabezas comenzó por Balborraz, calle que recoge los rumores del Duero. Roció Luis daba toda clase de detalles sobre Viriato y Barrón, la bandera de Zamora y el Hospital de la Encarnación. Pasaron frente a la Biblioteca Pública del Estado. Alguien preguntó por la estatua que aparece ante la puerta. Amparo Pascual Vaquero dijo: «Es mi marido»: Ignacio Sardá, poeta y profesor... Las tres guías explicaban, histórica y artísticamente, las características del Ayuntamiento Viejo, el palacio de los condes de Alba y Aliste, San Cipriano, La Magdalena, San Ildefonso... Y, por fin, la Catedral: con ese cimborrio de escamas pétreas. «¿A qué hora es la cena?», preguntó una mujer, entrada en años. Nadie respondió. Los ponentes -éstos reciben como obsequio una reproducción de la Zamora medieval en terracota- también se habían apuntado al recorrido. Florián Ferrero, director científico del Congreso, aseveraba que «no ha fallado nadie, y eso resulta asombroso en estos eventos». El historiador y archivero apuntaba, también, que los ponentes «participan activamente en todos los actos. Siguen las intervenciones de los otros». Sorprende, además, su «conocimiento de Zamora», a la que «ven muy bella. Aseguran que ha mejorado mucho en los últimos años».

De paso -no cuesta nada la promoción- se intenta que sepan algo de los productos zamoranos. «Los

de aquí no vemos que contamos con una ciudad muy bella y acogedora».

Iglesias (una veintena, aunque fueron más de medio centenar). Patrimonio (verdaderamente rico). Un legado cultural que los zamoranos deben valorar y cuidar, con pomposas declaraciones institucionales o con menos ruidos. Porque les va el futuro, eso que se escribe en el presente, en la empresa.