La Infanta Elena está intentando que la Iglesia católica anule su matrimonio con Jaime de Marichalar y habría ya iniciado los trámites de asesoramiento para cursar la petición a Roma entre junio y julio de este año.

Dado que la ruptura de la pareja parece definitiva, la nulidad se vislumbra como la única salida posible para que la infanta rehaga su vida, ya que, si se divorcia de Marichalar y luego vuelve a casarse por lo civil, quedaría, a ojos del Vaticano, en situación de concubinato y no podría comulgar, explican expertos en derecho canónico.

La hija mayor de los Reyes puede conseguir la nulidad directamente en Roma, sin pasar por los tribunales eclesiásticos españoles. Puede hacerlo porque es infanta de España, pero también porque cuenta con el precedente de Carolina de Mónaco.

A nadie se le oculta, sin embargo, que a la princesa monegasca le costó lo suyo conseguir la nulidad de su matrimonio con Philippe Junot. Nada menos que doce años, en 1992, y solo cuando su segundo esposo, Stefano Casiraghi, había fallecido en un accidente.

Los letrados de una y otra parte no hablan del asunto, pero el conde de Fontao, José Manuel Romero, está ejerciendo de mediador entre los letrados. La causa que puede aducir la infanta rondará el vaporoso concepto de inmadurez, en virtud del cual Roma concede el 70 por ciento de las nulidades.