Son los que más moda consumen en el mundo. Un total de 380.000 millones de euros durante el pasado año. Por encima, incluso, de China. Pero las firmas americanas, que una vez, allá por los ochenta y noventa, dominaron el mundo, están pasando por una crisis de identidad. O estaban. Ahora, desde que se ha confirmado que Donald Trump será el próximo presidente de EE UU, diseñadores, empresarios y analistas han pasado de la crisis al pánico. Antes de las elecciones el problema era, por un lado, la caída del fast fashion local (GAP, Wallmart€) frente al europeo (con Inditex y H&M a la cabeza) y, por el otro, el pequeño declive de las firmas estadounidenses en el exterior. Después del sorprendente 8 de noviembre, dichos conflictos han pasado a ser minucias. "Me preocupa la postura de Trump sobre la inmigración y cómo esta afectará a la fuerza de trabajo del sector textil y a los estudiantes extranjeros que vienen a aprender moda. Me preocupa la imagen de las marcas fuera de nuestras fronteras. Me preocupan sus ideas acerca del comercio y el modo en que impactarán en la cadena de suministros", escribía Stephen Kolb, presidente del Consejo de Diseñadores Norteamericanos (CFDA) poco después...