El miércoles pasado se celebró en Zamora el día del pueblo gitano, fiesta trasladada pues es el día 8 el elegido para conmemorar el día internacional del pueblo gitano en recuerdo del Primer Congreso Mundial que se celebró en Londres el 8 de Abril de 1971. Y allí estuve en la ofrenda floral, a pesar de mis problemas de salud, ya que siempre me he sentido muy vinculado a este pueblo a veces tan incomprendido y marginado. Hace unos días leía un artículo del consejero de Educación que, como en tiempos pasados, aún sigue hablando de minorías étnicas, sin darse cuenta que los gitanos son tan españoles como el que más, por lo tanto procede hablar de ciudadanos en exclusión social, gitanos y no gitanos, que de todo hay en esta sociedad. Cargar siempre contra los mismos es al menos una falta de rigor, aunque por un problema fundamentalmente de cultura que no es exclusivo, estas circunstancias entre este colectivo se hacen más visibles.

En La Opinión de Zamora de ese mismo día se publicaba un reportaje sobre un muchacho rom que no reniega de su procedencia, sobre todo de su vida humilde en un ambiente hostil, y que en breve se va a graduar en Historia del Arte por la Universidad de Salamanca. Durante mis muchos años de profesor en el Instituto Maestro Haedo he intentado ayudar a todos los que en sus mismas circunstancias llegaban. Carlos llegó después de mi jubilación, por lo que no he tenido una relación laboral y educativa directa con él, pero rápidamente me ofrecí para lo que necesitase, sobre todo asesoramiento. Cuál sería mi sorpresa al encontrarme con un muchacho inquieto, trabajador, y además consciente de los problemas que surgen en su entorno familiar. Y por si fuera poco, amante de la ópera y en especial de Puccini.

Pero no es una excepción, voy con frecuencia a la Asociación Gitana y me encuentro con gitanos que luchan contra la marginación y la exclusión social realizando una labor digna de encomio, con todo en contra, empezando por una sociedad, la suya, cerrada y a veces hostil a sus planteamientos. Pero están en la lucha, dirigidos por la infatigable Ana Belén Prada. Esta gente es invisible para el resto de la sociedad, pero personas como Carlos y otros muchos están abriendo un camino de esperanza. Siempre he mantenido que a lo largo de la historia el camino del pueblo gitano ha sido arduo, tortuoso, cargado de dificultades, de una vida dura, durísima, hasta el punto de que un rey, Fernando VI, ordenó en 1749 el exterminio total de la raza. Mujeres y niños fueron llevados a Arsenales y Casas de Misericordia y los hombres condenados a galeras. El propio rey Carlos III, que sucedió a su hermano, se vio horrorizado y promulgó una Pragmática en 1783 diciendo que los gitanos no pertenecían a una raza infecta sino que eran ciudadanos españoles como los demás, que pueden emplearse o trabajar en cualquier actividad, que tienen derecho a asilo y atención a sus enfermos, que se impondrán penas a los que obstaculicen su integración, que los gremios que impidan la entrada a los gitanos serán penalizados y una larga lista de premisas incumplidas. Hay que acabar con la desconfianza entre la ciudadanía y trabajar juntos a favor de una sociedad más justa y así lo ha entendido un buen número de jóvenes gitanos.

Quiero, por tanto, levantar mi voz fraternal para daros aliento, Carlos, Lorena, Noemí, Soraya, Miguel, y deciros que no estáis solos, que tenemos que construir una sociedad más solidaria, a pesar de las adversidades, para que algún día vuestro esfuerzo y trabajo sea reconocido. Latchó drom (buen camino).