Quienes en verdad tienen la obligación y el deber de dar ejemplo de liderazgo moral, son las organizaciones del llamado tercer sector, es decir, las organizaciones no gubernamentales. Desde que se destapara que trabajadores de Oxfam del Reino Unido, explotaron sexualmente a mujeres después del terremoto de Haití en 2010, las Ong,s en general y Oxfam en particular pasan por uno de sus momentos más bajos. Quienes apoyan a estas organizaciones se están empezando a hacer serios planteamientos, en medio del enfado y la vergüenza, por todo lo que ha trascendido.

En principio, el Reino Unido ha reaccionado con premura anunciando que retirará la financiación a todas las ONG que no cumplan los estándares de comportamiento en el trabajo de campo. Oxfam es una de las organizaciones humanitarias más importantes del país, por lo que el daño, además de irreparable, se extiende al resto de organizaciones que van a ser miradas con lupa por la Administración británica. Es verdad que no ha sido el primer caso, que se sepa. Estoy por apostar que desgraciadamente no será el último, pero es el más vergonzoso.

El dinero de la organización, recaudado gracias a la solidaridad de tantos se empleó para que trabajadores de la misión que la Ong desplegó en el país caribeño, tras el devastador terremoto de 2010, contrataran los servicios de prostitutas, cuántas de ellas menores de edad. A aquellas niñas y jovencitas que tenían el deber moral de proteger y cuidar, las utilizaron para el placer. Resulta paradójico que las niñas sean más vulnerables al amparo de organizaciones en las que se guarecen gentes de raleas indeseables.

Lo incomprensible es que desde las altas direcciones de algunas Ong,s, y los propios gobiernos que las subvencionan, hayan tolerado, en cuántos casos teniendo conocimiento de ello, que pedófilos depredadores explotaran el sector de la ayuda humanitaria. Lo que debería ser sagrado se convierte en profano, en el peor sentido carnal. Nos enteramos horrorizados que existe una especie de "pedofilia institucionalizada" entre los cooperantes en misiones internacionales. Estas organizaciones están en la obligación de supervisar, de controlar, de evitar con todos los mecanismos a su alcance que en los trabajos de campo, donde se actúa más libremente, se produzcan sucesos que parecen ser más habituales de lo que nos creemos.

La ayuda y la solidaridad económica que prestan tantos se desvirtúa con estos comportamientos cuyo castigo debe ir más allá de la dimisión de los responsables. Se debe pagar con penas de cárcel. Se debe dar un escarmiento generalizado. Se debe conocer la identidad de los depredadores sexuales. Cierto es que no se puede criminalizar a todas las organizaciones que trabajan en los países en vías de desarrollo, pero sí hay que controlar sus acciones de forma más exhaustiva. Cuantas veces, el halo de romanticismo que rodea a estas organizaciones del tercer sector, es sólo marketing.

El terremoto de Haití de 2010, además de casi 300.000 muertos, dejó una pátina de vergüenza y depravación en la vida de muchas jóvenes y el liderazgo moral de Oxfam Gran Bretaña por los suelos.