Aunque se sabe que es una encuesta cuasi oficial, y sospechosa siempre de publicar resultados cocinados y elaboradores llevada a cabo por un organismo del Gobierno, la verdad es que los partidos esperan con ganas y hasta con expectación los sondeos del CIS. Que raramente suelen coincidir con lo que vaticinan otros muestreos efectuados por empresas privadas, aunque se acierte al ganador que es lo más fácil o menos difícil. Por supuesto que siempre tienden a beneficiar, en sus conclusiones, a quienes disfrutan del poder, aunque haya ocasiones, como ocurrió con el PSOE en 2011, en las que el batacazo previsto sea imposible de disimular. Pero pese a todos esos condicionamientos se espera al CIS, porque los políticos no suelen fiarse demasiado de las demás consultas que van apareciendo, semana sí y semana también, aunque como en este caso falte aun bastante, en teoría, para convocar elecciones. Y mucho menos, claro, se fían de sus propias encuestas.

Esta vez, y sobre todo en el PP había -y hay - miedo por el auge de Cs, en la cresta de la ola tras su baldío triunfo en Cataluña. Porque los sondeos privados le estaban colocado en segundo lugar en intención de voto, soplándole en el cogote a un Rajoy cada vez más a la baja y certificando el derrumbe de un Podemos que pudo ser y no fue. Así que llegó el CIS y puso las cosas en su sitio, en el sitio que le gustaría más o menos al PP: aun reiterando la caída popular, deja a los de Rivera en el tercer puesto, por detrás del PSOE y solo un poco por encima de Pablo Iglesias y sus cada vez más escasas mareas. No es la primera vez en realidad que esto ocurre, pues en las generales últimas de 2015 y 2016, mientras se cantaba el alza de Cs el recuento de votos le dejaba luego en un cuarto lugar a la hora del reparto. Lo que pasa es que estos llamativos resultados de ahora, que puede que no sean tan errados si el partido de Rivera no consigue superar sus contradicciones y postureos, no concuerdan para nada con la intención de voto que la propia encuesta del CIS recoge y que ofrece datos bien distintos.

Las conclusiones de estas encuestas se hacen, según el mismo Centro de Investigaciones Sociológicas no se cansa de explicar, ateniéndose a criterios, baremos, variantes y tabulaciones que son usados habitualmente en este tipo de trabajos, lo que remite a la normalidad por tanto. Pero es que difieren demasiado, al menos en esta ocasión, con lo que supone, a fin de cuentas, el meollo de la cuestión: saber a que partido votarían ahora mismos los españoles si hubiese elecciones. Y ahí llega la sorpresa del CIS, porque el partido con más intención de voto en la actualidad es Cs, con el PP el tercer lugar detrás del PSOE, pero todos moviéndose en una horquilla muy corta, lo que se conoce por empate técnico. Pero la encuesta sitúa a Rivera a cinco puntos detrás de Rajoy, lo que puede ser pero parece excesivo, por lo que han surgido acusaciones de quitar puntos a unos para dárselos a otros.

Por lo demás, todo sigue igual, con el paro, la corrupción, la política y los políticos, y Cataluña, como primeros motivos de preocupación social, muy por encima de todos los demás.