En la política, como en el amor, muchas veces, como dice Joaquín Sabina, la gente prefiere escuchar mentiras piadosas. Aunque yo creo que todos los ciudadanos esperan de la política y de los políticos sentirse mejor, sentirse integrados y sobre todo respetados. No creo que los políticos mientan sistemáticamente; es cierto que la administración de las responsabilidades públicas, requieren una explicación que atemperen las noticias y actuar con la suficiente delicadeza y pedagogía para hacerse entender, procurando causar el menor daño posible a la población.

El límite, es la ética personal. Un político puede, en un determinado momento, no ser exhaustivo en todas sus intervenciones, cuando se trata de razones de Estado, pero le es exigible, siempre, ser honesto. Sobre todo cuando se trata de compromisos electorales. Es verdad que algunos políticos, a falta de mejores argumento como Rajoy, apelan al sentido común; esa verdad, aceptada socialmente, no significa que sea ciertamente la realidad.

Esta reflexión viene a cuento con lo que ha ocurrido en las elecciones catalanas y los argumentos empleados por determinados partidos políticos, especialmente por los independentistas y los nacionalistas, utilizando la mentira; anteponiéndola y es que la verdad no es el resultado de repetir muchas veces una mentira anteponiéndola a la verdadera política falseando la realidad y como consecuencia creando división y enfrentamiento.

Bien es verdad que al independentismo no le ha preocupado nunca la división. Sus maniobras excluyentes resultan temerarias en una sociedad democrática; actúan desde una convicción obscena. En este caso Cataluña son ellos, los otros son los malos, fascistas y traidores. Ya lo decía Puigdemont, al conocer los resultados electorales: "El estado español ha sido derrotado", eso sí, lo expresa huido de España y de la justicia sin atreverse a regresar por cobardía para afrontar sus propias responsabilidades, creando una la falsa excitación tratando de confundir unas elecciones, con una guerra de secesión.

Desde hace unos cuantos años, los líderes independentistas de Cataluña han pretendido introducir una imagen dictatorial de España; manifestando que a las instituciones que ellos llaman el Estado: "les encanta someter porque tienen alergia a la democracia", ya "que son, quienes son, gracias a cuarenta años de ausencia de democracia". En esa dirección, se ha repetido hasta la saturación que los responsables políticos encarcelados y huidos, no lo son por sus ideas políticas, las cuales nos gusten o no, son respetadas. Es sabido que los jueces los enviaron a prisión, no por su condición de nacionalistas católicos ni de independentistas. Son acusados por posibles delitos de rebelión, sedición y malversación, en la organización del referéndum ilegal del 1 de octubre y posterior declaración unilateral de independencia. Así pues, serán los jueces quien determine la puesta, o no, en libertad; eso sí, teniendo derecho a un juicio justo.

Claro que algunos se empeñan en seguir afirmando que lo que ocurrió en Cataluña, el uno de octubre, fue "una revuelta democrática", cuando lo que verdaderamente aconteció, fue el intento de celebrar un referéndum que el máximo órgano de interpretación de la Constitución en España, también en Cataluña, el Tribunal Constitucional, había anulado al considerar fuera de la legalidad. Los argumentos que han venido utilizando se derrumban por sí mismo.

España es una democracia moderna, que se rige por una Constitución que antepone los derechos individuales y colectivos de sus ciudadanos, y donde la división de poderes y el Estado Democrático y de Derecho está garantizados; por cierto apoyada por la inmensa mayoría del pueblo español, naturalmente incluyendo a los catalanes. Eso no quiere decir que esa Constitución de 1978 deba ser reformada en aquellos asuntos que convenga, para dar respuestas a los problemas de 2018.

Después de la dictadura franquista, nuestro País, es miembro de la Unión Europea, de Naciones Unidas y del Consejo de Europa; también tiene firmados todas las convenciones sobre Derechos Humanos y Libertades de estas instituciones. Ante ese marco de legalidad y ante el debate entre la dignidad humana y las leyes, hay que establecer una estrategia para que la gran mayoría de los catalanes se sientan cómodos en España con un Estado renovado, sé que no es fácil, porque la sociedad catalana está muy fracturada y porque el procés ha despertado un movimiento nacionalista español recentralizador y en muchos casos tan agresivo como el independentismo. Pero aunque sea difícil, hay que ponerse en marcha antes que ese 47% que apoyó la secesión, se convierta en un 60%; y es que los líderes separatistas con sus mentiras y falacias, han demostrado ser maestros en la construcción de un relato engañosamente convincente y atractivo para sus intereses.

Cataluña sigue estando en la encrucijada, no se ha producido un aumento de votos para la tan deseada independencia de algunos; tampoco sus dirigentes fueron suficientemente castigados en las urnas. No hubo sorpresas en los resultados y por lo tanto no hay mayoría independentista en la sociedad catalana; eso sí, debido a una ley electoral injusta, no se corresponden los votos con los escaños. Y es que, una vez más, se demuestra que no todas las leyes son justas. La consecuencia es la situación actual de Cataluña, que algunos consideran, metafóricamente, como el "Titanic", aunque con algunos de los pasajeros aplaudiendo y enfrentando irresponsablemente a los ciudadanos.

No obstante la incapacidad patológica de aceptar los hechos, el postulado president no se sosiega y declara que: "España tiene un pollo de cojones".