Todos los argumentos que hemos leído y escuchado pronunciados por los presuntos implicados en el intento de quebrantar la unidad de España y por lo tanto de los españoles, son simples estrategias de la defensa según sus autores; también la declaración de independencia proclamada en el Parlamento de Cataluña el pasado 27 de octubre, pues "solo tiene un valor simbólico", conforme a las expresiones de los líderes de la asonada. Manifestaciones realizadas tanto por los que están huidos - abandonando cobardemente a sus seguidores- y reclamados por la justicia; como los que, cuando escribo este artículo, están en prisión preventiva por presuntos delitos graves. Eso sí, habiendo defraudado a los propios independentistas de buena fe por el comportamiento incalificable de sus dirigentes.

Es posible que esté confundiendo los deseos con la realidad, asumiendo ese riesgo, intuyo nuevos y diferentes acontecimientos, por decirlo de una manera más directa: creo que el soufflé se ha rebajado en tensión social, también en volumen en términos políticos. Como consecuencia parece que la situación en Cataluña está en vías de normalizarse. Si así fuera, sería necesario tomar la iniciativa y adoptar las medidas políticas -que no se supieron aplicar en su momento- eso si, que sean sensatas y proporcionadas para la recuperación de las relaciones políticas y sobre todo humanas. Condición obligatoria del Gobierno de España deberá ser no cometer los mismos errores que tantos perjuicios han ocasionado durante estos últimos años.

Es de desear que el momento populista haya concluido y las llamadas "elites extractivas" dimitan o cesen en sus pretensiones; también que quienes han simbolizado el nacionalpopulismo independentista - algunos muy desacreditados por la corrupción- pierdan el protagonismo y la representación que han tenido durante los últimos tiempos, pues no parece razonable que los que ocasionaron los problemas puedan ser la solución. Ese discurso de "cuanto peor mejor" y el Espanya ens roba, se montó como un soflama cimentado por charlatanes y mentirosos, con el objetivo de reventar el sistema democrático de nuestro País que, con tanto esfuerzo e ilusión se construyó y consolidó democráticamente, al tiempo que salíamos de la dictadura franquista. Por cierto, pocos de estos secesionistas arrimaron el hombro.

Enseñanzas que hemos de asimilar del profesor y jurista de reconocido prestigio el berciano Álvarez de Paz, que ya nos tiene advertido: "cuando el nacionalismo se une al independentismo, la lógica desaparece, y si además se trata de un nacionalismo ortodoxo, su mantra es España, a la que sitúa fuera de la ley de Dios"; obsérvese, con todos los respetos a los líderes del proyecto soberanista: el católico señor Junqueras y al surrealista y destituido señor Puigdemont.

No obstante hay quien sostiene que, como consecuencia de los graves errores cometidos por los principales causantes del llamado "problema catalán", asistiremos, (yo así lo deseo) más pronto que tarde, el resurgir de una sociedad, la española, y por lo tanto catalana, que recuperarán la autoestima, de manera que todos, incluyendo el llamado "régimen del 78", irrumpa respetado y reforzado; probablemente en relación directa con el desprestigio de personajes y determinados líderes del desastre, que tienen acreditado su torpeza, pues se produce la paradoja que desde la mayor parte de los partidos que defendían el procés, ya han reconocido que no dijeron la verdad; claro que poco tiempo antes Artur Mas había declarado que "eso de la independencia era una idea retrógrada", y decadente, digo yo. Tienen razón ahora los que expresan públicamente que no estaban preparados para tamaña aventura de construir un nuevo Estado y una quimérica república. Estas afirmaciones significan el mayor reconocimiento de su incompetencia política, aunque sus manifestaciones contienen un cinismo insoportable. Si no estuviéramos tratando de una situación tan grave, este comportamiento nos traslada a: "a puta í la ramoneta".

Mientras tanto la vía unilateral y el "derecho a decidir", que como se sabe no existe en el derecho internacional - a no ser para los pueblos en fase de descolonización, que no es el caso- nos ha conducido a que la economía, la política y la autoestima hayan sufrido un tremendo varapalo, tanto en el seno de la sociedad catalana, como en el resto de España, siendo los llamados secesionistas y nacionalistas insolidarios los verdaderos culpables, pues no solo han actuado contra la unidad de los propios catalanes y resto de españoles, también en contra de la Unión Europea. Como consecuencia de tan lamentable disparate los perjuicios ocasionados son de enorme importancia, tanto en el orden político, económico, humano y convivencial. Me atrevo a manifestar que los independentistas son los que más daño y dolor han causado a Cataluña; basta contemplar el clima de crispación en las relaciones sociales, profesionales y en muchos casos entre los amigos, incluyendo a las propias familias. A todo esto hay que añadir la espantada masiva de la dirección de muchas e importantes sociedades allí establecidas, obstaculizando la instalación de nuevas empresas. Sirva como ejemplo la Agencia Europea del Medicamento.

Espero y deseo que - como consecuencia del fracaso clamoroso de esta absurda y monumental aventura de pretender que Cataluña y España se conviertan en dos Estados independientes - se imponga la sensatez y el sentido de la responsabilidad, que permita retomar la normalidad, aspiración ampliamente anhelada y que ojalá actúe como revulsivo y sirva de vacuna; porque inmediatamente de las elecciones del próximo 21 de diciembre, será necesario recuperar la convivencia y la cohesión social, restableciendo la seguridad política y jurídica; recobrar y dignificar las instituciones propias y el prestigio internacional.; y lo más urgente, recuperar las buenas relaciones, que siempre existieron entre los catalanes, con independencia de su procedencia e ideología, en esa gran Comunidad y lógicamente con el resto de los españoles, haciendo de nuestro País un espacio único de convivencia, porque eso es España.