P or expresa indicación de algunos grupos animalistas, obviamente los más radicales, se va elevar una petición formal al Congreso en la que se solicitará, no sólo que se suprima la fiesta de los toros, si no que se prohíba la venta y comercialización de pollos, conejos, perdices, cerdos, corderos, terneras y demás animales comestibles de cuatro patas y dos alas. Eso en cuanto a la tierra se refiere. En cuanto al mar, prohibida la pesca y comercialización del bonito, sardinas, merluzas, bogavantes, langostinos y demás queridos animalitos comestibles que habitan en la mar océana.

A que le parece una solemne majadería. A qué eso sería sacar las cosas de quicio, porque no todos somos vegetarianos y a muchos nos gusta la carne y el pescado y porque de la mar el mero y de la tierra los corderos del Consorcio de Promoción del Ovino, la mayor sociedad cooperativa del sector a nivel nacional que proporciona muchos puestos de trabajo y permite una salida interior y exterior importante al sector de gran relevancia en una provincia como la nuestra.

Algún día tendremos que lamentar una noticia en ese sentido, según están las cosas por parte de quienes a buen seguro engullen buenos filetes de vacuno o buenas hamburguesas cuando tienen hambre pero no desperdician oportunidad alguna de poner a caldo, por favor, que sea de carne o de pollo, contra carniceros, pescaderos y consumidores de estos productos.

Entiendo que no todos los animalistas son radicales. Los que se manifiestan con expresiones brutales en las redes dejan mucho que desear. A Sara Carbonero la han puesto de vuelta y media porque se le ocurrió compartir en su perfil de Instagram una imagen de la habitación de uno de sus hijos en una de cuyas paredes aparecían colgadas a modo de decoración, varias cabecitas de animales de peluche. Representación que ha desatado la ira de algunos de sus seguidores que se definen como animalistas, asegurando que les recuerdan trofeos de caza. Algunos incluso le han pedido que ponga la cabeza de sus familiares como trofeo en casa.

Hay que decir que han sido más, más moderados, más coherentes y más sensatos, los que han apoyado a Sara, a quien conozco personalmente y puedo decir que es una mujer tremendamente sensibilizada con el tema animal.

Lo digo porque los peluches suelen acabar mal en manos de los críos, unas veces destripados y otras decapitados. Si le pasa a un niño, que se joda. Si le pasa a un peluche, se le cae el pelo a la familia. ¡Venga ya! Ya digo, uno de estos tipos salva un huevo de estornino y es un héroe. Uno que defiende la vida de los no nacidos, un fanático. Algo está fallando. ¡Y de qué forma!