Hace ya algún tiempo, en una visita de Estado, el papa Francisco que está hablando y actuando en valiente, sin cortarse un pelo y llamando a las cosas por su nombre, mal que pese a muchos, arremetió duramente contra los que instrumentalizan la religión y la usan como excusa para el terrorismo. El Santo Padre alzaba la voz contra los que toman la religión como pretexto para ejecutar las propias acciones contrarias a la dignidad del hombre y sus derechos fundamentales. Y fue más allá. Francisco pidió "que nadie piense que puede escudarse en Dios cuando proyecta y realiza actos de violencia".

La convivencia pacífica y la colaboración entre los que pertenecen a diversas religiones es esencial. Se necesita un clima de respeto y confianza recíproca entre católicos y musulmanes, entre personas y comunidades que pertenecen a religiones distintas. Deseable, posible y realizable por el bien de todos. Sólo que los constantes atentados yihadistas están propiciando un clima de desconfianza mutua. Los constantes atentados y las constantes noticias de los beneficios de todo tipo que en educación, sanidad, vivienda y empleo reciben los musulmanes en España. Son razones más que suficientes para que el rechazo a los musulmanes en nuestro país sea una realidad creciente. Como creciente es el número de jóvenes musulmanes que se radicalizan.

Cabría preguntarse qué puede llevar a un joven a convertirse en un asesino. Jóvenes y asesinos eran los ejecutores de la matanza de Barcelona. Asesinos en serie. Y porque fueron abatidos, porque en sí mismos constituyen armas mortíferas que no se venden en el mercado, que tienen la religión como excusa para perpetrar sus desafueros. ¿Qué empuja a estos jóvenes a su radicalización? La pregunta del millón que tienen cientos de repuestas dependiendo de los diferentes puntos de vista. Los jóvenes del atentado de Barcelona ni estaban locos, ni perturbados, ni neuróticos, ni psicopáticos, ni desequilibrados, no tenían ningún tipo de enfermedad mental que no fuera el odio. Pero el odio que puede acabar convertido en obsesión forma parte más del sentimiento que de otra cosa.

Hay que analizar lo sucedido desde la personalidad de los asesinos de su mundo, de sus relaciones familiares, laborales y personales y tratar de llegar al fondo. Resulta increíble cuando es cierto que un imam, al grito de Alá es grande, cosa que no dudo, pero debe ser magnánimo cosa que ellos no saben, y se ponga a predicar en la plaza más concurrida de cualquier ciudad europea, soltando perlas como: "Os traigo palabras de paz. En pocos años seréis un estado islámico. Vuestras hijas se casaran con hombres musulmanes. Ellas tendrán profesores musulmanes y aprenderán árabe.