Rstamos tan poco acostumbrados a la democracia y llevamos tan poco interiorizado su ejercicio, que más que la sana elección entre tres propuestas distintas, parece que lo de las primarias socialistas fuera una tragedia de proporciones bíblicas.

No se debe a que mi entusiasmo por la buena marcha del socialismo sea conocida y fácilmente descriptible que piense que lo del PSOE actual sea un paso adelante democrático que nos beneficia al conjunto de los españoles, más allá de lo que finalmente pase con cada uno de los protagonistas o con ese partido en su conjunto.

Las alarmistas llamadas al miedo sobre la fractura en dos (con el tercero en discordia parece que nadie cuenta) de la militancia socialista, no sé si pecan de falta de confianza en la capacidad de sus propios afiliados para convivir pese a las discrepancias o son intereses dirigidos por los "establecidos" para garantizar su perpetuación en las posiciones de privilegio en las que el destino o los "destinadores" los han ido situando.

Claro que el problema no está en ellos, sino en todos los que compran esa mercancía por caducada o averiada que esté. Los militantes socialistas, como debería ser entre los del resto de partidos políticos, tienen todo el derecho a "acertar" o "equivocarse" (según el lenguaje al uso que se utiliza indistintamente desde uno y otro lado) en la elección de cómo quieren que sea su partido, quién lo lidere y cuáles las ideas que deba defender y tratar de llevar a la práctica.

En el vencedor estará la responsabilidad de hacer que los perdedores no se sientan derrotados o excluidos y en el perdedor la decisión de integrarse en los postulados de la otra propuesta o iniciar otro camino con los suyos. De hecho es bien sabido que convencidos de las ideas socialistas los hay en todos los partidos. El resultado no afecta tanto a los militantes, simpatizantes y votantes como a quienes tienen su sueldo y ocupación soldados a que no haya grandes cambios de estatus.

En todo caso, un proceso abierto, incontrolable pese a los intentos del aparato (el de unos y el de los otros, que todo va por zonas) y multitudinario es el mejor homenaje a la libertad y la única forma real de actuación democrática. Con tanto rollo a lo largo del tiempo, hemos olvidado que los partidos políticos son meros instrumentos para articular discursos y propuestas, no sólo ideológicos, sino territoriales, profesionales, etc.

No deberían ser un fin en sí mismos, en las ideas y sobre todo en siglas, estructuras y equipos. Como todas las organizaciones, nacen, crecen, su unen, se escinden y hasta desaparecen porque dejan de tener sentido o se transforman o derivan en otras organizaciones, otras siglas, programas y dirigentes.

Lo de las primarias socialistas y las existentes o inexistentes del resto de fuerzas políticas son el único camino viable hacia una transformación de los modos políticos que a estas alturas resulta absolutamente imprescindible.

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