Sigo con mi periplo por los pueblos de Salamanca realizando el taller "Imágenes y recuerdos del medio rural en las personas mayores". El jueves aterricé en San Pedro de Rozados, donde compartí el tiempo con casi veinte vecinos, un grupo que no solo me emocionó a mí sino a varios espectadores que escuchaban atentamente algunas de las vivencias que iban relatando los protagonistas de la actividad. Entre todas rescato dos. Me impresionó una señora de casi noventa años, con problemas de memoria y que apenas entendía las palabras que salían por mi boca; sin embargo, cuando comenté que intentaran recordar a alguien que hubiera sido muy importante en su infancia, inmediatamente, sin pensarlo dos veces, nombró a su madre. Quedé impresionado porque, al evocarla, se le encendieron los ojos y parecía que la estaba viendo en ese momento. Una escena conmovedora, similar a la que relató otro vecino del pueblo cuando mencionó a su padre, un hombre ejemplar que había fallecido como consecuencia de una enfermedad incurable cuando él apenas era un niño.

En los pueblos donde ya he realizado el taller suelen repetirse los nombres de quienes han sido significativos en las personas mayores, no solo en la infancia sino a lo largo de sus vidas. Además de los progenitores, y, entre ambos, más a la madre que al padre, suele ser habitual que se recuerde también a los maestros y en muy pocas ocasiones a los curas, lo cual puede interpretarse como que han dejado mucha menos huella de la que pudiera pensarse en un principio; sin embargo, los maestros sí suelen recordarse con relativa frecuencia, casi siempre con cariño, aunque a veces, todo hay que decirlo, lo que se revive son los castigos, los varapalos o los modos autoritarios con que trataban a los chavales en aquellas épocas. En cualquier caso, es importante remarcar que la escuela ha marcado mucho a las generaciones mayores, precisamente en unos momentos históricos en que la enseñanza no era un derecho universalmente reconocido en nuestra legislación, como ahora, y los métodos de aprendizaje eran muy diferentes a los que se utilizan en la actualidad.

Las imágenes y los recuerdos de los mayores no terminan ahí. Cuando se ponen a hablar con franqueza entre ellos empiezan a aparecer escenas de los trabajos en el campo, de las penurias que han pasado y, en muchas ocasiones, de las consecuencias dolorosas del hambre. En esos momentos no puedo por menos que agradecer, y así se lo digo, los desvelos de unas generaciones que han construido los cimientos de muchas de las ventajas que ahora disfrutamos otros. Estas personas, que padecieron privaciones de todo tipo y que, sin embargo, no desfallecieron y se enfrentaron a la cruda realidad de la vida cotidiana, son héroes. Héroes anónimos cuyas historias de vida no podemos olvidar. Debemos rescatar las imágenes y los recuerdos de tantos hombres y mujeres que han dejado huella en nuestras vidas, aunque, en muchas ocasiones, no lo sepan y crean que son insignificantes. Al menos para mí no lo son. Estas palabras son, por tanto, un modesto homenaje a quienes me están enseñando tanto a lo largo de mi particular peregrinaje por algunas localidades salmantinas.