Este miércoles, a eso de las tres de la tarde, en el Restaurante Sancho 2, autoridades, compañeros y multitud de amigos despiden, en un almuerzo de homenaje, al coronel Antonio Rodríguez-Medel Nieto. Se va tras su reciente ascenso. San Lorenzo del Escorial será su nuevo destino. Después de más de seis años, llegó a la provincia como teniente coronel el 19 de abril de 2010, Zamora pierde y San Lorenzo de El Escorial gana a un oficial y caballero que ha sido capaz de dejar huella no sólo en la Comandancia de Zamora, también entre los ciudadanos, las instituciones y los amigos que deja por doquier. Ese es su mayor activo.

Dice la estrofa de una vieja canción: "Cuando un amigo se va, queda un espacio vacío que no lo puede llenar, la llegada de otro amigo. Cuando un amigo se va queda un tizón encendido que no se puede apagar ni con las Aguas de un río". Así es en el caso del coronel Rodríguez-Medel. Así es en el caso de Antonio, el ser humano, el hombre que hace honor a su condición albergando un alto sentido de la justicia, honrando a la amistad y el compañerismo con obras que son amores y no buenas razones. Sostenía Fray Antonio de Guevara, cronista de Carlos I y autor de "El libro áureo del emperador Marco Aurelio", lo siguiente: "Lo que al caballero le hace ser caballero es ser medido en el hablar, largo en el dar, sobrio en el comer, honesto en el vivir, tierno en el perdonar y animoso en el pelear". Y tengo para mí que esa descripción detalla al dedillo al coronel Antonio Rodríguez-Medel.

Nunca, como hasta la llegada a Zamora de este malagueño de la añada del 64, la Guardia Civil, institución consagrada como ninguna otra al servicio de los ciudadanos, se había mostrado tan abierta, tan cercana y tan nuestra. Estimo que la competencia profesional, las grandes cualidades humanas, la sencillez, la tolerancia, el orgullo de pertenencia a una familia, la propia, la que forma con Montse, su esposa, y sus hijos, junto a la otra más numerosa de los hombres y mujeres de la Benemérita, han tenido mucho que ver para que su fructífera etapa en Zamora haya estado rodeada de brillantez castrense y humana y de cercanía a los ciudadanos que tanto valoramos.

Antonio Rodríguez-Medel, escritor e historiador, socio de honor Círculo Ahumada, que ha difundido como nadie la historia de la Guardia Civil, está en posesión de infinidad de condecoraciones y, lo que enseguida te atrapa, es "buena gente" donde los haya, como así lo describen sus compañeros, es un Guardia Civil de casta y de casta le viene. No en vano, este hombre que ha tenido un buen número de destinos vistiendo con honra su uniforme, orgulloso de la institución a la que pertenece, prodigando su cátedra de oficial y compartiendo su magisterio como caballero, tiene el mejor referente en su propio padre, es hijo de quien también ocupara esta plaza, el coronel Ramón Rodríguez-Medel Carmona, hombre de convicciones firmes y extraordinaria trayectoria humanitaria, de la que su hijo es digno sucesor. Antonio es un zamorano más que ya conocía bien esta plaza que holló con su huella años ha.

La columna de hoy se me queda pequeña para poder decir, para poder contar todo lo que de Antonio se me queda en el tintero de los afectos, del reconocimiento, de la gratitud. Y yo tengo una deuda incancelable de gratitud con él. Perdemos al mando pero no al amigo. Aunque, debo confesar que también, hoy, a mí, algo se me muere en el alma por este amigo que se me va. En San Lorenzo del Escorial, en Málaga, en Zaragoza o Toledo, allá donde su destino le lleve, ¡suerte y hasta siempre, mi Coronel!