La corrupción, lo mismo que eso que todos sabemos, no tiene enmienda. Y su mal olor vuelve a expandirse al comenzar el nuevo año, y tener que declarar Bárcenas dentro de uno de los juicios que se siguen por el escándalo Gürtel. El ex tesorero y ex senador del PP, que ya ha pisado la cárcel, que denunció la caja B del que fuera su partido y sobresueldos en dinero negro a la cúpula popular, y que recibió el famoso mensaje de ánimo de Rajoy: "Luis sé fuerte, hacemos lo que podemos", se ha visto obligado a comparecer, después de que ya lo hiciese Correa, el cabecilla de la mafiosa trama, que había declarado entonces la entrega de fondos en Suiza al antiguo amo de las finanzas del PP.

Pero si entonces ya daba la impresión de que el asunto se había rebajado en intensidad, pese a las graves denuncias y que Correa procuraba templar gaitas y amainar vientos, idéntica sensación pero más acusada y menos disimulada está ofreciendo la declaración de Bárcenas, empecinada toda ella en una única dirección: restar responsabilidades al partido del Gobierno aun a costa de cargarlas sobre su persona y su gestión. En ambos casos cabe sospechar que el PP ha andado y anda por medio. El ex tesorero niega la contabilidad B del PP y lo tacha eufemísticamente de asiento extracontable, lo mismo que en el colmo del cinismo rechaza que su dinero de Suiza procediese de comisiones y donativos dentro del ámbito del partido y a cambio de algo, que nadie da nada gratis. Se niega a mezclar con el PP los fondos a su nombre en Suiza, unos cuarenta millones, y asegura que eso es asunto suyo: unas buenas inversiones con la que pretendía formar un plan de pensiones sin pagar a la Hacienda española.

Ha dado explicaciones, pero todas parecen estar amañadas, aunque solo sea por los muchos detalles aportados, prefabricados, y de los que no existe la menor prueba. Resulta, según él, que llegó a tener tanta pasta en los bancos suizos por amor al arte y por ejemplo compró un cuadro de 4.000 euros en un anticuario y lo vendió luego por 278.000. No declaró la operación, porque nadie lo hace, dijo, y porque para él un cuadro forma parte del ajuar doméstico y nada más. Aparte de que tanto a Bárcenas como a su mujer es que les gusta ver buenos cuadros adornando su salón. También hubo algunas que otras operaciones desde Panamá y otros lugares semejantes que ha intentado explicar a su manera, queriendo cargar sobre si todas las culpas para librar de cualquier culpa a otros.

La Justicia será la que diga la última palabra. Presumiblemente volverá a prisión, pero lo que no volverá es el dinero. Esa es la tónica general de la corrupción en España, un hedor insoportable en el ámbito político. El otro día han entrado en la cárcel cinco altos cargos de una caja de ahorros gallega salvada de la quiebra con dinero público y que tras poner en la calle a 2.000 empleados se habían repartido casi 50 millones como bonus de jubilación. Sí, cierto que la corrupción es universal pues forma parte de la condición humana, pero lo que está ocurriendo en España, lo que se sabe y lo que no se sabe que es mucho más, resulta demasiado y exige más y más duras medidas para evitar su propagación.