Todos, sin excepción, deseamos de los demás, cuando se relacionan con nosotros, un trato respetuoso, que posibilite el diálogo, la comprensión recíproca, la convivencia pacífica, el trabajo en equipo, el intercambio de ideas, de pareceres, el contratar diferentes puntos de vista, etc.; respecto a todos los ámbitos de nuestras convivencia, como son el laboral, el familiar, el de las organizaciones a las que pertenezcamos, etc.; lo que posibilitará el mejor cumplimiento de nuestras obligaciones y la consecución de las respectivas tareas y responsabilidades profesionales, matrimoniales y paternales, ciudadanas, etc.; satisfaciendo, más y mejor las demandas y necesidades de sus destinatarios.

Para que cualesquiera relaciones humanas posibiliten cuanto antecede; pues para conseguirlo se precisa la colaboración y la interactuación entre todos; es preciso que estén presididas por una exquisita educación en todos y cada uno de sus componentes; pues, caso contrario, la envidia, la vagancia, la calumnia, el cotilleo y demás, harían mella en ella, en detrimento del buen hacer requerido para que la sociedad prospere económica y socialmente.

Los progenitores, fundamentalmente, son los primeros responsables de que sus vástagos estén dotados de un mínima educación, como ellos mismos, que posibilite la comunicación con los demás personas para que puedan aprender los mínimos conocimientos culturales y profesionales que les permitan ser útiles a la sociedad, como a ellos mismos, y no convertirse en parásitos sociales, formando parte de los que ni estudian ni trabajan. Es por todo ello que las parejas antes de engendrarlos debieran tener el sentido de la responsabilidad y la madurez, para decidir sobre si están en condiciones de ello, evitando perjuicios de todo tipo a ellos mismos, a lo que hubiere de venir y, por supuesto a la sociedad, que tiene que hacer frente a su bajo nivel educativo, de instrucción, de conciencia, de responsabilidad, etc., que de decisiones no meditadas, se pudieran derivar.

"Necesitamos educar a nuestros niños en valores", y de progenitores y de profesores de todos los niveles educativos, incluyendo el universitario, que "enseñen con el ejemplo", pues avergüenza lo que, a veces, ocurre en la aulas, como el acoso escolar, el nulo interés por el estudio, y como corolario de ello, el fracaso escolar y académico; pero eso sí, tendremos en el futuro más inmediato nazis, delincuentes, y más tomadores de la "sopa boba"; corolario del pasotismo de unos y de otros, como de la demagogia.

¡Paisanaje¡

Marcelino Corcho Bragado