Muy interesantes, por su ecuanimidad ante todo, resultan las declaraciones efectuadas días atrás a nuestro periódico por Tomás Toranzo que acaba de ser nombrado presidente nacional del Sindicato Médico CESM, seguramente el más importante dentro del ámbito de la salud publica. El conocido médico zamorano ha hecho hincapié en la necesidad de despolitizar por completo la sanidad y llevar a cabo una gestión más profesional a todos los niveles para hacer más sostenible el sistema.

Pero es un difícil empeño, dado como influyen las circunstancias políticas, y más desde que las competencias en materia de sanidad fueron transferidas, en un grave error, a las autonomías. El ejemplo de la dura crisis vivida en los años precedentes y que aún se sigue sufriendo, por mucho que el increíble Rajoy afirme lo contrario, ha sido la muestra más evidente de ello. Los recortes, que persisten aunque más atenuados, se han cebado en el sistema sanitario público, lo mismo que en la educación, y se han dejado notar sobre todo en la falta de recursos y de medios, tanto humanos como técnicos.

En Castilla y León, y en Zamora por tanto, el bache se agudizó hace dos o tres años con una revisión integral del funcionamiento que dejó casi a la intemperie muchas zonas rurales y solo sirvió para entorpecer el ritmo de los consultorios, enfadar a los usuarios y aplicar nuevas cargas de trabajo sobre las espaldas del personal sanitario, muy mermado en número. Al PP ha estado a punto de costarle perder la región y ahora parece haberse aplicado en la búsqueda de soluciones, que en su mayor parte continúan sin producirse, aunque algo se haya mejorado. Aquí se comentaba hace poco esa leve mejoría referida a dos aspectos concretos: la receta electrónica y la ampliación de las citas horarias a municipios que antes carecían de ella. Pero era una impresión desde el punto de vista del usuario.

Porque las carencias, las precariedades y los retrasos en la listas de espera, quirúrgicas, de especialidades o de pruebas clínicas se mantienen y aumentan, y en algunos casos resultan intolerables, como también se hacía constar. No es de extrañar que los partidos de la oposición y los sindicatos protesten y denuncien lo que pasa. En el último lustro, la sanidad zamorana ha perdido unos 200 profesionales, especialmente médicos y enfermeras y enfermeros, si bien ha afectado igualmente a otros colectivos, una sangría todavía mayor en los centros hospitalarios que es donde más se deja sentir la falta de personal. A lo que cabe añadir los cierres de plantas y de camas que tienen lugar en el verano y que da lugar a que luego falte espacio para ubicar en su momento a los pacientes que lo necesitan.

Que algo se ha hecho, sí, pero que falta mucho, muchísimo, por hacer, también. Hace unos años la sanidad pública era mejor. Aún sale bien parada en la opinión general de los usuarios, según las encuestas, pero ya no es como antes. Y el nivel sostenido se debe, fundamentalmente, al gran esfuerzo de los sanitarios que son junto a los enfermos los que han de soportar este estado de cosas. Los datos que han trascendido respecto a la sanidad pública en Zamora son toda una radiografía de la situación.