Que la ciudad tiene sus planes es evidente, pero estos relegan la suerte de su casco antiguo, como si este padeciese una enfermedad crónica que hay que tratar para que no se muera el paciente, que siga en la cama y, si acaso, que en días señalados vea las procesiones desde el mirador de la abuela.Y esta imagen refleja la pura realidad del papel que tiene la ciudad antigua en la actualidad. Es el escenario que prensa y televisión difunden, pero solo como marco ambiental en los desfiles de sus imágenes.

En relación con esta actitud repasamos las historias que sufren dos espacios públicos del casco antiguo, a pesar de su eminente jerarquía y simboilismo en la ciudad. El caso de la Plaza Mayor es el de una plaza cuyo origen es de la época de los Reyes Católicos y se reformó a principios del sigloXX, se cambiaron las columnas de madera originales por un sistema de columnas de piedra, que dieron a estos soportales un aire de mayor prestancia. Esta mejora afectó solamente al lateral derecho de la plaza. Pero a mediados del pasado siglo vienen unos señores del Ministerio con mucha autoridad y deciden suprimir el cuerpo edificado del lado opuesto de la Plaza, con la finalidad de dejar la iglesia de San Juan exenta. En términos arqueológicos la intención era buena, porque hizo visible la iglesia por sus cuatro lados, pero la Plaza ha dejado de ser tal, pues ese espacio se ha convertido en una explanada sin forma, como las que vemos en muchos pueblos, espacios enmarcados por los linderos de sus edificaciones, de trazado irregular, y que corresponden a los límites de sus originales propiedades agrícolas. Aquí, en la actual explanada tenemos una hermosa iglesia pero con sus paredes dando literalmente la espalda a la Plaza, como ignorando el valor del espacio público.Y si hacemos la pregunta ¿qué ley manda en una confrontación en el encuentro del monumento y la ciudad? Pues para mí que manda la ley según la cual la ciudad ha consolidado por la costumbre y es la que debe prevalecer, por encima de la recuperación del monumento. En esta ciudad, tenemos casos en los que el monumento queda integrado en la trama propia de la ciudad. En el caso de esta Plaza Mayor, tan devaluada, son muchos los recuerdos que se acumulan en la memoria en torno a este espacio cargado de significado. En el pasado se producía el encuentro en la Plaza de las imágenes de Cristo y la Virgen en la procesión del Domingo de Resurrección. El balanceo de los pasos transmitía las prisas que las imágenes hacían vivir con el inminente momento del encuentro. Si no se producía mayor desorden era porque el trazado regular de la plaza encuadraba el movimiento de las figuras sagradas y el de la propia banda de música. No puedo imaginar actualmente los pasos navegando casi a ciegas, frente a los paredones inertes de la iglesia. ¡Si hasta faltan los balcones desde los cuales los cazadores disparaban sus escopetas para marcar el acontecimiento! Me niego a volver a la Plaza en ese día, porque el Encuentro será otra cosa diferente, y es que no puede hacerse intercambiable un desfile en este espacio de la ciudad. Y así seguimos, sin intención de restituir la pieza fundamental y más representativa de esta ciudad. Además ¿es que no se podía aprovechar la oportunidad para construir un centro social ahí? Porque sería un emplazamiento de primer orden, sustituyendo el edificio derribado. Porque además en la antigua Plaza ya había actividades que anticipaban las que un centro social debe comprender. En un local estaba el bar de Rossi, y ahí estaba el hombre, dando sus consejas a una peña de asiduos, en jornada continua, alternando con las libaciones de los vinos de la tierra.Y tampoco puedo olvidar la admiración que suscitaba una animadora que se llamaba Mari Merche que actuaba en el café Durii, y que pensábamos que se iba a quedar a vivir en Zamora en vista del éxito que tenía. Esta pareja de animadores culturales constituyen unos buenos antecedentes que no se pueden descuidar en cualquier centro social que se precie. No copiarlos precisamente, pero sí sacar las consecuencias para que el centro no sea un organismo de corte burocrático, que corte las iniciativas de la gente.

La otra pieza postergada de la ciudad, tal vez debido a su emplazamiento en fondo de saco al extremo de la ciudad, es la explanada de la Catedral. Aquí se hizo un añadido al original edificio románico,para dar una entrada solemne, que modificaba la prevista en el proyecto original. Era una forma de significar la orientación del acceso principal al templo con respecto a la ciudad. Tal pórtico no se vio acompañado por el tratamiento espacial de su entorno en congruencia con su arquitectura renacentista.Y como han pasado tantos años, nos parece todo tan natural. La realidad es que aquello es más el almacén de los restos de los desguaces que se han producido en edificios desechados. El Obispado continuó ocupando los edificios que rodeaban este espacio delimitado por los huertos de los conventos y ello entorpeció mejora alguna. Pero la situación cambia cuando las monjas deciden abandonar dejando vacantes sus conventos. Entonces el Obispado decide vender parcelas de suelo, procedente de los conventos, y con ello se da el paso de ocupar con un edificio de viviendas la parcela que da esquina con la rúa de los Francos. Anteriormente ya el Obispado había vendido un local del ala prolongación del muro que cierra el claustro de la Catedral. Con lo cual tenemos dos elementos nuevos que van a condicionar cualquier actuación de relevancia para elevar la categoría de este espacio. Actuaciones que no solo requerirán el acuerdo de Obispado y Ayuntamiento, sino el de los particulares. Con todos estos inconvenientes la ciudad no puede soslayar la necesidad de ordenar todo este entorno, para darle la dignidad que le corresponde y por el concepto unitario de su composición arquitectónica, hoy reducido a un mero uso de dependencia del monumento. Por la categoría de los problemas se tiene que abordar la ejecución mediante un Plan Especial, que aparte del diseño de este espacio público, representativo y de acogida de sus visitantes, termine configurado por las edificaciones cuyos usos ciudad y Obispado demandan y por los elementos de equipamiento necesarios de carácter turístico.Todo ello da a este entorno unas condiciones que son ineludibles, no solo para la evolución positiva de las condiciones de vida del propio casco histórico sino por lograr un escenario de acogida digno, si es que pensamos en que esta ciudad tenga el atractivo turístico que le corresponde.