Estos últimos días, y con la situación política bloqueada, y media España de vacaciones, la noticia y el debate han centrado el foco en ese bebé al que sus padres querían poner por nombre Lobo, lo que había sido denegado por el Juzgado encargado de efectuar el correspondiente registro civil. Y es que esto de los nombre de los niños ha sido siempre algo que ha dado mucho que hablar y discutir, por tratarse de un asunto en el que caben todas las opiniones menos la del protagonista, que luego se encuentra a veces con un nombre de pila que le repatea y del que reniega. Menos mal que desde hace un par de décadas o más, se pueden cambiar los nombres impuestos.

Que es lo que puede que suceda con este bebé a quien a lo peor no le gustan los comentarios o las bromas que pueda atraer su peculiar denominación, fáciles de imaginar por lo demás. Porque, al final, los del Registro han cedido, en los tiempos de la corrección política, y el crío ya se llama así: Lobo, mas los apellidos paterno y materno. El caso es que Lobo es un apellido sino frecuente, sí conocido. Pero aquí se trata de un nombre, no de un apellido, y esa era una de las causas que precisamente se alegaban para rechazar la propuesta, aunque por supuesto que hay bastantes nombres que son igualmente apellidos de uso bastante común. Pero, si bien, las tendencias actuales en cuanto a nombres para recién nacidos han experimentado un giro total, dada la absoluta libertad que hay para ello, tampoco son muy normales algunos que parecen pasarse un tanto de la raya, caso de Lobo.

Hay mucha sensibilidad en torno a esto de como llamar a los bebés, porque los precedentes históricos hacen recelar y porque se quiera o no esta decisión puede influir en la vida del nominado. Las modas influyen en todo, y no iba a ser esta una excepción, pero al menos, aunque pueda haber decisiones discutibles, parece que se han superado definitivamente aquellos raros, estrambóticos y malsonantes nombres de muchos de nuestros antepasados, sobre todos los procedentes de las zonas rurales de la España profunda. La costumbre era bautizar al neófito con el nombre de algún santo, mártir, o algo similar, que figurase en el calendario cristiano del día, lo que ponía los pelos de punta a los progenitores. Todavía quedan numerosos ejemplos de aquella usanza desterrada.

El padre del pequeño Lobo ha dicho que le gusta el nombre porque el lobo es un animal noble, una opinión que deben compartir ecologistas y poca gente más. Que se lo pregunten sino a esas ganaderos de Zamora que viven con la constante amenaza de los cánidos salvajes a sus rebaños, entre los que suelen causar auténticas matanzas, provocando numerosos daños económicos, pese a los seguros, dado que la Administración se desentiende del problema. Hay una granja en San Miguel de la Rivera, que ha sufrido siete ataques en un mes. O la cabaña de ovejas o los lobos, dicen los ganaderos, que piden que los lobos sean reubicados en su totalidad en territorio de sierra de la Culebra, su espacio natural protegido, y que hasta cuenta con un festival que es una atracción turística. Los lobos, cuanto más lejos mejor.